El sionismo político se inició a finales de 1800 como un movimiento internacional para establecer un estado judío en alguna parte del mundo. En 1897 el movimiento estaba dirigido por el periodista austriaco Theodor Herzl, quien convocó el Primer Congreso Sionista Mundial en Basilea, Suiza, el mismo año. El sionismo en los EE.UU. se inició en la década de 1880. El Consejo de Delegados israelitas de América se organizó en 1861. El grupo era lo suficientemente fuerte como para que durante la Guerra Civil estadounidense bloqueara un esfuerzo de la Unión de declarar una nación cristiana.
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En 1887 el presidente Grover Cleveland nombró un embajador judío para Turquía, estableciendo un precedente para los próximos 30 años al nombrar un judío en ese puesto. Esto mostraba el creciente poder del movimiento sionista. Pero en 1912, cuando la Sociedad Sionista Literaria pidió al presidente William Taft un aval, el Secretario de Estado Philander Knox fue capaz de frustrar el esfuerzo. Knox sostuvo que el sionismo «estaba relacionado con los intereses de otros países que no son los nuestros».
Pero después de Knox, simplemente cada funcionario estadounidense se ha opuesto a los esfuerzos sionistas para involucrar a los Estados Unidos por los mismos motivos: los esfuerzos están en contra de los intereses de los Estados Unidos. Los sionistas eran y son conscientes de ello, por lo que siempre recurrieron al secreto para ocultar sus verdaderos objetivos.
En 1912, el prominente abogado estadounidense Louis Brandeis se convirtió en jefe de la oficina central sionista, que había pasado de Berlín, Alemania poco tiempo antes. Brandeis es mejor conocido como un juez de la Corte Suprema, pero jugó un papel siniestro en los agudos asuntos sionistas. Reclutó a abogados jóvenes, en particular de la Universidad de Harvard, para trabajar por la causa sionista. Él era un líder de una sociedad secreta llamada la Parushim que trabajaba por el sionismo con toda la apariencia de un simple orden fraternal. Cada miembro tomó un juramento de sangre para trabajar prácticamente en secreto para el sionismo.
Cuando Brandeis fue nombrado en la Corte Suprema por el presidente Woodrow Wilson renunció oficialmente de todos sus clubes y afiliaciones. Pero esto era sólo en apariencia. Weir cita al historiador y periodista Donald Neff: «A través de sus lugartenientes se mantuvo el poder detrás del trono. Uno de estos lugartenientes era el bien visto por la Suprema Corte de Justicia, Felix Frankfurter, cuyas actividades sionista había, pasado largamente casi desapercibidas».
Weir cubre muy astuta y brillantemente la Primera Guerra Mundial y la Declaración Balfour (Gran Bretaña con la promesa de apoyar a un «hogar nacional» para los judíos en Palestina). La Declaración fue crítica para el éxito del sionismo con la explicación de la promesa del sionismo de trabajar por los EE.UU. para entrar en la guerra del lado de Gran Bretaña. La autora Alison Weir escribe que no es claro si el sionismo consiguió una mayor participación de América en la guerra como los sionistas afirman y los británicos les creyeron.
En una de sus citas a Chaim Weizmann, quien más tarde se convirtió en el primer presidente de Israel, se queja en su autobiografía sobre el mito británico sionista de que él inventó el TNT, siendo la recompensa la Declaración Balfour. Weizmann dijo que él no inventó el explosivo. El origen del mito del TNT fue un intento obvio para encubrir verdadera razón de Gran Bretaña para la emisión de la declaración, que fue claramente que los Estados Unidos entraran en la guerra del lado de Gran Bretaña. Caso contrario iba en camino de perder la guerra.
La cobertura de la señora Weir de la Conferencia de Paz de 1919 en París es excelente. La Conferencia estaba plagada de sionistas argumentando para el estado judío. El más prominente opositor de los EE. UU de América fue el Dr. Howard Bliss, presidente del Colegio Protestante Sirio, más tarde de la Universidad Americana de Beirut. El presidente Wilson hizo enviar la King-Crane Commission para estudiar lo que los habitantes de Oriente Medio querían. Los dos hombres se encontraron que los árabes estaban completamente en contra de la idea de «hogar nacional». Estaba claro que los representantes judíos querían un desposeimiento casi completo de los palestinos y que sería necesaria la intervención de las fuerza armadas para llevar a cabo los objetivos sionistas.
A lo largo del libro, Alison Weir documenta claramente la total falta de ética y moral, tal y como son entendidas generalmente por parte de los sionistas. Por ejemplo, se fabricaron historias de brutal antisemitismo en Polonia para ganar la simpatía. Cuando el embajador estadounidense en Polonia informó de que eran falsas, Brandeis y Frankfurter afirmaron que el embajador había menoscabado su misión. Frankfurter amenazó con que iba a tratar de bloquear su homologación en el Senado.
Los sionistas hicieron una gigantesca campaña de relaciones públicas dirigida a todos los sectores de la sociedad, incluyendo en particular los cristianos, que tenían poco conocimiento de la naturaleza del sionismo, o de sus verdaderos objetivos. Entonces los sionistas jugaron a la «trágica situación de los refugiados que huyen de la persecución y no encuentran asilo». Como dice el Rabino anti sionista Elmer Berger en sus memorias, había una «campaña de propaganda omnipresente para llegar a casi todos los puntos de influencia política en la vida de estadounidenses».
Es importante destacar que, en esencia, todo el personal de funcionarios estadounidenses se opuso a los sionistas. El funcionario del Servicio Exterior Evan Wilson, cónsul general de Estados Unidos en Jerusalén, se les oponían por motivos de intereses nacionales. Loy Henderson, director de la Oficina de Asuntos del Cercano Oriente y África, escribió que el apoyo a la partición de Palestina «tendría un efecto muy negativo sobre los intereses estadounidenses en todo el Cercano y Medio Oriente». Cuando Henderson insistió en llevar sus puntos de vista hacia adelante, los sionistas le atacaron con saña, llamándole un «antisemita», exigiendo su dimisión y amenazando a su familia. Henderson fue trasladado por el presidente Harry Truman como embajador en Nepal / India. La transferencia de Henderson refleja la realidad de lo que ocurre con los funcionarios del Servicio Exterior que critican a Israel, incluso en la actualidad.
Otro que expresó palabras de advertencia sobre el sionismo y su efecto adverso para los intereses nacionales estadounidenses fue George F. Kennan, jefe de personal de Planificación de Políticas del Departamento de Estado. Él escribió que el plan de partición de Palestina 1947 había hecho un daño enorme alos Estados Unidos de Norteamérica. Dean Acheson, desde la subsecretaría de Estado estadounidense, (más tarde Secretario) dijo que transformar Palestina en un estado judío pondría en peligro no sólo a los Estados Unidos de América, sino a todos los intereses occidentales en el Cercano Oriente.
El libro está prodigiosamente documentado, con cerca de 200 libros y artículos mencionados. Weir cita dos fuentes, una de ellas un judío iraquí, que escribe que los sionistas aterrorizaron a los judíos iraquíes con el objetivo que se trasladen a Israel. Colocaron bombas en sinagogas de Bagdad, todo para aumentar la población de Israel. Judíos que asesinaron judíos para forzar la inmigración a Israel.
En 1948 hubo una batalla entre el Secretario de Estado (General) George Marshall y Clark Clifford, asesor político del presidente Harry Truman, por el apoyo de Truman a Israel y el sionismo. Marshall argumentó a favor de los intereses nacionales, mientras que Clifford abogó por la política electoral. Marshall dejó de hablar con Clifford sobre sus diferencias.
En abril de 1948, justo antes del establecimiento del Estado de Israel, los terroristas judíos atacaron la aldea palestina de Deir Yassin, masacrando a 175 hombres, mujeres y niños. Los hechos se extendieron rápidamente en Palestina y 750.000 refugiados huyeron de sus hogares. Los sionistas habían anticipado la huída, dejando el terreno para los judíos en las viviendas y granjas abandonadas.
La crueldad de los sionistas está ilustrada por el destino de Dorothy Thompson, «una de las más famosos periodistas del siglo 20», de acuerdo a la enciclopedia Británica. Sus columnas aparecían en periódicos de todo el país, su programa de radio era escuchado por millones de personas. Ella había estado casada con uno de los novelistas más famosos, Sinclair Lewis (Babbitt).
Thompson había apoyado al sionismo al principio, pero cambió de opinión cuando vio a los refugiados palestinos. Entonces la atacaron por anti-semita, retiraron sus columnas de los periódicos y sus charlas cesaron. Hoy en día, Weir dice, «Ella fue borrada en gran parte de la historia».
Ahora que Israel existe desde hace más de 60 años y sus virtudes son proclamadas en los medios de comunicación de los Estados Unidos, es fácil de olvidar, o ni siquiera de haber escuchado, que el país es extremadamente adverso a los intereses nacionales de Estados Unidos y sus políticas enormemente destructivas y peligrosas para el bienestar de los Estados Unidos. Así es que se debe elogiar ampliamente a Alison Weir por arrojar una luz tan brillantemente dura en la relación entre Estados Unidos e Israel. Espero que este maravilloso libro tenga toda la atención que se merece.
El embajador Andrew I. Killgore es el editor de Washington Report on Middle East Affairs y diplomático retirado que sirvió como funcionario de carrera del servicio exterior de en Frankfurt, Londres, Beirut, Jerusalén, Ammán, Bagdad, Dacca, Teherán, Manama, y Wellington y como encargado de despacho en otras posiciones del Cercano Oriente y Asia del Sur en el Departamento de Estado en Washington, antes de su asignación como embajador de Estados Unidos en Doha. Recibió la “Foreign Service Cup” en 1997, «por las sensacionales contribuciones a una mayor conciencia y comprensión del Medio Oriente y las múltiples dimensiones de los intereses de los Estados Unidos en la zona».
Por Andrew I. Killgore
Fuente: Counterpunch
Traducido del inglés para Rebelión por J. M.