La UDI nace en 1983 para completar, por otros medios, la obra iniciada en la dictadura de Pinochet. Su fundador fue Jaime Guzmán, activista contra el gobierno de la Unidad Popular, y después ideólogo de la Constitución ilegítima de 1980, que buscó asegurar una democracia para ricos restringida, que excluyera a las organizaciones de izquierda, debilitara el rol de los trabajadores organizados (por ejemplo prohibiendo que dirigentes sindicales puedan a la vez ser parlamentarios), asegurara (con el sistema electoral binominal) cupos para ellos mismos y una artificial conformación de conglomerados, y afirmara el “Estado subsidiario”, es decir, asistencia para los pobres y grande subsidios para los negocios de las empresas, todo en la defensa de la propiedad privada. Se formó y creció al amparo de la dictadura, desde ODEPLAN, la Secretaría Nacional de la Juventud. Sus empresarios, financistas, como el ahora renombrado Grupo Penta, nace de las privatizaciones y de los nuevos negocios que se crean en dictadura, como las Universidades privadas, las Isapres, los nuevos bancos.
Con el fin de la dictadura, permitió el reciclaje de pinochetistas, incluyendo represores como el coronel de la DINA Labbe, para mantenerse en la política nacional como candidatos y después alcaldes y parlamentarios. No es entonces extraño que el grupo dirigente tradicional (Jovino Novoa, Andrés Chadwick, Pablo Longueira, Juan Antonio Coloma) sea conocido como “los coroneles”.
Qué es y qué quiere la UDI
Así, la base que sostiene la UDI es la unión de activistas e intelectuales contra la Unidad Popular (como el propio Jaime Guzmán que fue miembro de Patria y Libertad, y desde la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica que fue parte del “paro de los camioneros” de octubre de 1972), funcionarios de la dictadura (como el ex Ministro de Hacienda Hernán Buchi), empresarios y nuevos ricos nacidos en aquellos años (como Carlos Alberto Délano del grupo Penta), y represores (como Labbe, ex alcalde UDI de Providencia, o el almirante Arancibia, edecán de Pinochet, ex senador de la UDI). Y ayudados por medios de comunicación como El Mercurio. Sobre estas bases, se construyó entre las nuevas generaciones que hoy la dirigen y conforman.
Aunque hablan constantemente contra “la clase política” llamándose a sí mismos “servidores públicos”, lo que quieren con esto es alejar a los sectores obreros y populares de la acción política, haciendo así que la política quede exclusivamente en manos de partidos, como ellos, que defienden fundamentalmente los intereses empresariales en general, y las herencias de la dictadura en particular.
En lo inmediato, lo que quieren es defender desde la trinchera toda esta herencia de la dictadura, oponiéndose abiertamente a toda reforma, como las que impulsa el Gobierno de Bachelet, y todo cambio de fondo como las que demandan estudiantes y trabajadores en las calles desde el 2011.
Entre la cumbre y el abismo
La UDI tuvo su momento de mayor fuerza política cuando estuvo cerca de ganar la presidencia con Lavin en 1999, y después durante el Gobierno de Piñera con su mayor fuerza electoral: en la elección de Senadores de 1989 la UDI obtuvo 4,85% y el 2009 19,66%, subiendo casi 15%; en la de Diputados, pasó de 9,32% en 1989, a 21% el 2009, subiendo 11%.
Otro hecho importante. Contra el discurso de la “UDI popular” y el peso obtenido en sectores populares desde la dictadura, en las últimas elecciones presidenciales, el voto de la derecha entre estos electores cayó dramáticamente, concentrándose en el exclusivo triángulo Las Condes- Lo Barnechea- Vitacura. Algunos ejemplos: la candidata UDI de la derecha Evelyn Matthei obtuvo el 82% de los votos en Vitacura, mientras que en La Pintana solo alcanzó el 24%. En Lo Barnechea alcanzó casi el 80%, mientras que en Lo Espejo sólo el 25%. En Las Condes, el 76%. Mientras que en Pedro Aguirre Cerda, San Ramón, Cerro Navia, La Granja, Renca y Lo Prado, obtuvo menos del 30% de los votos.
Hay un cuádruple retroceso: derrota electoral el 2014 con la derecha de conjunto en minoría en el Parlamento; con la conmemoración de los 40 años del golpe quedó a la defensiva ideológica; con las movilizaciones del 2011 a la defensiva política; y ahora, con la “arista política” del caso Penta, queda a la defensiva moral, alcanzando su punto más bajo.
¿Pero significa esto que están derrotados?
Las instituciones y la calle
Que estén en su punto más bajo, no quiere decir que estén derrotados. No solo mantienen enclaves de poder como los medios de comunicación de masas, sus empresas afines, sus militares afines, sino que, realizan dos movimientos más. Uno, recurrir a las instituciones de la dictadura como el anti-democrático Tribunal Constitucional, al que recurren para impugnar inapelablemente las reformas. El otro, recuperar una tradición de la derecha que parece estar olvidada: la oposición desde las calles. La derecha lo hizo durante el gobierno de la Unidad Popular. Son otros años, otra la intensidad, pero la misma tradición. Hoy, para oponerse a las reformas recurren a formas parecidas. Para oponerse a la reforma tributaria, se re-activó la Asociación de Emprendedores de Chile (ASECH). Para oponerse a la reforma educacional, impulsan y se movilizan con la Confederación de Padres y Apoderados (CONFEPA).
Pueden contar con una inesperada ventaja transitoria adicional. Las reformas de la Nueva Mayoría no dejan contento a nadie, ni a su derecha ni a su izquierda, abriendo un espacio de confusión con el anacrónico y restrictivo sistema electoral, que podría favorecer en un “voto castigo al Gobierno” a la derecha en las próximas elecciones municipales.
La UDI está debilitada pero no derrotada. Los cuestionamientos a las herencias de la dictadura la cuestionan porque son lo que la fundan. Pero aún siguen vigentes.
Nicolás Miranda
Partido de Trabajadores Revolucionarios
LEA ADEMÁS: ¿Llegó el ocaso de la UDI?