El domingo 1 de marzo, el presidente José Mujica entregó en Uruguay la banda presidencial a su sucesor, que también había sido su antecesor, Tabaré Vázquez. Se va Mujica con un índice de popularidad altísimo y con una imagen mundial extraordinariamente buena. Y deja en el cargo de presidente de la república a Vázquez quien a nivel interno tiene un índice nada despreciable de aceptación de 70%. Así las cosas, el Frente Amplio no puede sentirse más satisfecho. Será la de Tabaré Vázquez la tercera gestión presidencial frenteamplista en la que su desgaste ha sido irrelevante, evidenciando así el éxito de la izquierda uruguaya. Acaso parte de la clave de dicho éxito es que el Frente Amplio ha permanecido en la izquierda al tiempo que perciben que la derecha o la izquierda en Uruguay necesariamente deben ser moderadas.
No olvido una conferencia que escuché en Tegucigalpa de uno de los dirigentes del Frente Amplio. Dijo que las encuestas indicaban que el 30% de los uruguayos se consideraban de izquierda, pero que para ganar una elección en Uruguay había que convencer al 51% de los electores debido al sistema de ballotage. Esto implicaba que si eran certeras las encuestas, el Frente Amplio tendría que tener una imagen de moderación que le hicieran ganar el 21% de los votos que estaban a su derecha. Y esto es lo que ha sucedido en Uruguay al parecer. La moderación ha imperado pese a que José Mújica fue un guerrillero en el pasado, pese a que la presidenta del Senado y esposa de Mujica, Lucía Topolansky también fue guerrillera encarcelada. Fue la senadora Topolansky quien le puso a Vázquez la banda presidencial para este su segundo período. Pese a que el vicepresidente de Tabaré Vázquez es Raúl Sendic Rodríguez, hijo del legendario jefe guerrillero Raúl Sendic, líder de los guerrilleros Tupamaros.
Se va José Mujica de la presidencia de Uruguay. Su vida cambiará solamente porque como dijo en su discurso de despedida ya no tendrá las preocupaciones y la soledad que siempre da el mando. Por lo demás seguirá usando su Volkswagen azul, seguirá viviendo en su chacra en la que solía cultivar flores y seguirá teniendo un ingreso modesto. Seguirá estando contento porque como suele decir, no tiene muchos bienes y por ello no se encuentra esclavizado por las cosas. Porque siempre tendrá lo que verdaderamente lo hace feliz: el cariño y admiración del pueblo uruguayo. Si los pueblos generalmente odian a los políticos corruptos, llegan a amar profundamente a aquellos que no se encariñan con el poder, que tienen una vida sobria en lo que Benito Juárez llamó “la justa medianía”.
La gran sabiduría del pronto octogenario Pepe Mújica, le ha hecho decir algo verdaderamente hermoso: “el poder no cambia a las personas, solamente revela quiénes son”. Pronto veremos el documental que el gran cineasta serbio Emir Kusturica está haciendo sobre su vida. Desde ya podemos decir que ese viejo bonachón, que al mismo tiempo es un avezado político, tiene la estatura del gran Nelson Mandela.
por Carlos Figueroa Ibarra
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