En los días posteriores a los grandes atentados se multiplican las amenazas para las ciudades, se extreman las precauciones y se dispara el miedo. La cura llega con el tiempo y la normalidad.
Unos repartidores de publicidad se dejan una mochila en la plaza deCuzco. La policía acordona la zona y corta el tráfico en dirección a la calle Alberto Alcocer. Un avión en Amsterdam es desalojado. También una terminal del aeropuerto de Gatwick y más tarde, del de Copenhague. Dos aviones de Air Franceson desviados por una amenaza. Y la estación del norte en París se cierra por otro aviso. El desalojo llega incluso al Hotel du Louvre, a una oficina de correos de Saint Denis y a una calle de Pamplona. El pánico se apodera también durante unos minutos de la Plaza de la República en la capital gala, muy cerca del lugar de los atentados del viernes, por el ruido de una bombilla que estalla en un local cercano.
Todo tiene una explicación. Y es en los atentados de París donde se encuentra el desencadenante de un proceso que está larvado en la sociedad actual. Ulrich Beck, prestigioso sociólogo fallecido este año, lo contó en su libro La sociedad del riesgo, escrito en 1986 y en el que dibujaba las consecuencias que tiene el ascenso del individuo en una sociedad moderna en la que éste pasa a ser un factor social y se fragmentan estructuras tradicionales como la familia. El riesgo, el miedo por así decirlo, se ha democratizado. Ahora puede afectar de manera inesperada a cualquier persona, a grupos que previamente se mantenían estables y seguros.
“Una de las características que define a nuestra sociedad es la preocupación por la seguridad”, explica el sociólogo Jesús Gutiérrez
“Una de las características que define a nuestra sociedad es la preocupación por la seguridad”, explica el sociólogo Jesús Gutiérrez, especializado en temas de comunicación. Y el riesgo también evoluciona en un proceso que tiene mucho que ver con la globalización. “Hace veinte años estas cosas no ocurrían, ahora da igual dónde ocurra un fenómeno, al final terminamos enterándonos”, sostiene Gutiérrez.
“A veces parece que no vivimos en un mundo en el que existe la agresión, la muerte, pero hay que afrontarlo porque es parte de la sociedad; de hecho, por eso hay fuerzas del orden que se dedican a ello”, cuenta Antonio López, catedrático de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
No es necesariamente una cuestión de percepción, en no pocas cosas el pánico llega por amenazas surgidas a la sombra de una masacre. “Se creaun efecto de eco, como un terremoto con sus réplicas; hay llamadas que hacen falsas amenazas de bomba y eso automáticamente lleva a esto, los días posteriores a un gran atentado siempre hay una estrategia que hace que se incremente la tensión”, explica el catedrático de la UNED. Y lo lógico es actuar. Los niveles de alarma están casi al máximo, las amenazas se toman en serio aunque estén huecas. “La alarma social hace que ante cualquier comportamiento se piense en lo peor porque está viendo que ocurren actos de este tipo. La seguridad es una prioridad absoluta, es normal”, resume López.
La globalización afecta en la manera de digerir el proceso, pues hace que cualquier atentado llegue pronto y afecte, también tiene una importancia capital en el propio suceso. Las organizaciones terroristas buscan atacar al modo de vida occidental. “En una sociedad como en la que estamos el terror está globalizado y busca atacar las actividades normales de la población porque es la forma de alterar el ritmo de vida social. Por eso buscan campos de futbol, espectáculos centro de comunicaciones”, cuenta López.
La globalización y la inmediatez
El proceso periodístico también tiene mucho que ver con la expansión del miedo que lleva a reconocer como sospechoso cualquier objeto en cualquier lugar. El viernes unos terroristas asustaban París, pero el resto del mundo también estaba pendiente y absorto con lo que allí sucedía. “La inmediatez es un acelerante de las sensaciones, ahora vemos en tiempo real cómo la policía interviene en Saint Denis”, comenta Gutiérrez. También influye la cercanía. “Son nuestros valores los que se ven afectados”, señala el experto en comunicación.
¿Cuánto dura la psicosis? “Sois vosotros los periodistas los que tasáis en 72 horas la actualidad de cualquier evento”, responde Gutiérrez. Hay matices, lo que está ocurriendo en París no es un suceso concreto sino uno desplegado en el tiempo que si bien empezó alrededor de las 21.00 del viernes está lejos de haber concluido definitivamente. Los medios también influyen en la dispersión de la alarma: “Todos los medios, tradicionales y nuevos, están en esa dinámica noticiosa, un fenómeno como este se ve acelerado por el estado de opinión, que se ve influido por los medios”.
“De los días posteriores al 11S los neoyorquinos recuerdan el silencio, pero hay que volver porque no hacerlo es darles un arma poderosísima”, explica Antonio López, catedrático de la UNED
El tiempo lo cura todo, aunque también depende de la sociedad sobre la que ataca el terrorismo. “En España somos expertos en volver a la vida normal, somos ejemplares en ese sentido, en la resiliencia que se llama. Hemos podido afrontar estas situaciones manteniendo la actividad, también por la experiencia en este campo. Los neoyorquinos contaban después del 11-S que la ciudad se sumió en un inmenso silencio que duró semanas, la gente estaba apesadumbrada; pero hay que volver porque, además, no hacerlo es darle un arma poderosísima a los terroristas”, cuenta Antonio López.
Un dato más, casi como curiosidad académica: el miedo es una noticia que se come el resto. En los últimos días la actualidad en España llegaba plena de noticias, pero el atentado se ha quedado con todo el espacio posible. “La agenda está saturada, como es lógico, es curioso ver como otros asuntos compiten con esto por un hueco en la actualidad”, resume Gutiérrez.
Artículo de Gonzalo Cabeza
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