¿La izquierda en punto muerto?

He escrito cerca de 40 artículos políticos, tanto de coyuntura como de análisis sobre la izquierda chilena


Autor: Wari

He escrito cerca de 40 artículos políticos, tanto de coyuntura como de análisis sobre la izquierda chilena. De mi punto de vista, esas cerca de 180 páginas resumen mi mirada política y sociológica del mundo social y político que nos toca vivir y construir como comunidad y sociedad. Insistir en el análisis propiamente tal, desde la matriz construida, a estas alturas resulta infructuoso, sin antes hablar o escribir sobre las cuestiones más de fondo aún.

Primero que todo constatar, que la realidad que vivimos como chilenos y chilenas, y como izquierda, nuestro escenario de la lucha política de clases, es altamente complejo, puesto que nadie, ningún sector político, ningún grupo social, ninguna clase o agrupación ha logrado realmente desatar el nudo gordiano de la política chilena y menos la izquierda.

Es cierto que el análisis teórico, reconstruye la taxonomía legítima de la realidad social y a su vez la conforma, sin embargo es evidente que el Estado, los partidos , sus intelectuales orgánicos, la clase política y los medios de comunicación de masas son enormemente superiores en impacto a lo que cada uno de quienes escribimos insistentemente en G80 y especialmente en internet, podemos lograr en la construcción social de la realidad. Por mucho que sean miles hasta hoy quienes lean estas columnas, las de todos los autores, no se asemeja a la influencia de los actores institucionales.

El poder se establece y se reproduce a sí mismo, aún cuando sabemos que es una relación social y que se otorga. La existencia de los medios de comunicación virtual es una proporción ínfima en relación no sólo a las acciones del poder institucional, sino también a las herramientas que este ocupa y despliega en la sociedad como un todo. No está de más decir que las instituciones existen e influyen en la medida que se financian. El impacto, valga la redundancia, de estas es también proporcional a la inversión que realizan en su propios medios y aparatos.

Nosotros, los intelectuales inorgánicos con respecto al poder institucional, los analistas y escritores somos parte de este gran ejército de marginados económicos y desencantados social y culturalmente del propio diseño institucional. Somos todos, como se denomina en ciencias sociales y también en el discurso político, grandes minorías. Podemos llegar a ser acaso muchísimos más que aquellos que votan y deciden por el ganador en una contienda electoral, mucho más que los escuálidos 3 millones y medio de chilenos que votan por un presidente de la república, pero nuestra voz es infinitamente más débil y se escucha en pocos lugares, en la periferia del país y llega a públicos segmentados. No tenemos voz realmente, existimos de manera limitada.

Este artículo no es una letanía, es como introducción al diagnóstico de nuestro propio poder como mundo social. Por decirlo de alguna manera, muestra la correlación de fuerzas entre el poder institucionalizado y aquellos marginados no sólo de los procesos de modernización económica (puesto que hasta hoy no hay modernización de la política), sino también excluidos de la construcción colectiva de un nuevo imaginario social, cultural, económico y político alternativo a los dominantes de todo signo, del poder financiero o partitocrático.

La aparición de Marco Enríquez Ominami (su padre, Miguel, en la foto de arriba) marcó efectivamente una inflexión en este proceso continuo de expropiación de ciudadanía para millones. 1 millón 400 mil chilenos y chilenas desencantados profundamente del estado actual de cosas, fueron convocados por una tercera fuerza política, aún no cristalizada y volátil. No es motivo de este artículo hacer un análisis de lo sucedido con las fuerzas marquistas, sino más bien realizar una constatación de un fenómeno reiterado y más que preocupante para los procesos de desarrollo de un nuevo Chile.

LA TERCERA FUERZA

Cuando Laura Rodriguez dio la espalda al parlamento en plena década de los 90, y con ello remarcó que existía en tanto daba la cara al pueblo que representaba, se abrió un camino inédito en el período de transición democrática. La posibilidad cierta de construir una fuerza política y social de carácter popular por sus objetivos y métodos. Manfred Max Neef (en la foto), continuó, a poco andar, la senda de Laura Rodriguez y puso en movimiento un grupo social y político capaz de mostrar las limitaciones y debilidades de un conglomerado como la Concertación, que en ese período, mostraba su mayor fuerza.

Gladys Marín, desde una perspectiva más doctrinaria acaso, retomó el camino de la alternatividad a la Concertación llegando con su gestión y liderazgo a nuclear a cerca de un 10% de la población crítica de la derecha pinochetista y del neo liberalismo socialdemócrata. Y llegamos en pleno 2009 a Marco Enríquez, que como figura ha generado distintas y contradictorios juicios, pero que es innegable que en el peak de su influencia política, logró nuclear a un 20% de la fuerza social crítica a la Concertación y a la derecha. Fenómeno inigualable desde el primer signo de descontento político marcado por la líder humanista.

Como tradicionalmente afirman los políticos de izquierda con experiencia, la tercera fuerza somos herederos a no dudarlo, de Luis Emilio Recabarren, de Clotario Blest, de Salvador Allende, de Miguel Enríquez, de Gladys Marín, de Laura Rodriguez, del pensamiento ecológico y de redes, y de las pequeñas pero no menos importantes gestas políticas actuales de crítica e intentos más o menos sistemáticos por conformar una fuerza social y política alternativa a la socialdemocracia neo liberal y al neo liberalismo extremo de la ultra derecha heredera de Pinochet.

Sin embargo, todos los intentos han fracasado, han terminado en fenómenos diluidos y carentes de toda fuerza social e influencia orgánica e impacto político en la sociedad chilena, especialmente en estos últimos 20 años. Mis artículos, que ocupan una matriz clásica de análisis, actualizada a los tiempos que corren, siempre han apuntado al fracaso de la constitución de una tercera vía. De cómo las izquierdas, permanentemente y de modo desigual y combinando, han actuado sin brújula, perdiendo todo norte,desde la incapacidad por leer las contradicciones reales de la lucha política, y han optado por subsumirse finalmente en el adversario principal del período.

No hay sesgo voluntarista en esta afirmación, puesto que a mi juicio no se trata de levantar la estrategia maximalista a como de lugar, independientemente de los procesos de confrontación y correlación de fuerzas políticas y sociales. Se trata justamente de lo contrario. De ser capaces de hacer una lectura de cuáles son estas fuerzas, de cuál es la acumulación de poder e influencia que tienen y de cómo actúan en la lucha democrática y específicamente de cómo la izquierda debe emplazarse en ese escenario dinámico. La izquierda chilena no ha sabido emplazarse en el escenario real, y ese es el primer punto fundamental. Ya sea por incapacidad teórica, por deseos contrapuestos, por intereses determinados.

El acto de Enríquez Ominami, de apoyar a Frei en la segunda vuelta electoral, marca un período que va desde la frase ejemplar de Laura Rodriguez (en la foto) en 1990 hasta hoy, el 2010, y cubre 20 años de una lucha política y social con muchos más bajos que altos, pero signada por un fenómeno crítico altamente preocupante para los intereses populares, para todos los intereses contrarios a las élites económicas y políticas, financieras y partitocráticas: La incapacidad de la izquierda de dar los pasos correctos para que las derrotas o los triunfos parciales se constituyan en fuerza autónoma y en el nucleamiento de grupos y fracciones de clases en torno a una propuesta de desarrollo nacional y popular. En las coyunturas, la izquierda principalmente actúa en discordancia con la coyuntura misma o con lecturas erróneas, y por tanto sin estrategia, ni organización para el empoderamiento de las mayorías marginadas y propio, y termina siempre subsumida en la estrategia concertacionista.

Por otra parte así como la economía capitalista financiera altamente desarrollada en Chile, tiene una capacidad casi infinita de reinvención en cada crisis, la política de los comandos capitalistas, Concertación y derecha, tienen una capacidad enorme de reinvención de sus propias crisis, y en especial la Concertación que como una fuerza social y política de carácter nacional, aún en su derrota, puede absorber todas las iniciativas críticas y supeditarlas a su estrategia de poder institucional, hegemonía social y gobierno, u oposición futura fuerte.

UN PROGRAMA Y UNA IZQUIERDA DEL SIGLO XXI

Pero la izquierda en su conjunto, además de no lograr un diagnóstico acertado, y a partir de él construir una fuerza social y política, una estrategia y una organización tampoco ha elaborado un profundo programa de cambios a la altura de los desafíos del desarrollo de la economía del capital financiero y del subdesarrollo de la política oligárquica.

La pregunta que surge, es si esta izquierda será capaz de hacerlo algún día. Si su matriz original, incluyendo la mía, y sus actualizaciones, permite dar cuenta de los problemas, necesidades y aspiraciones de las personas, grupos y clases y de la conformación de un proyecto nacional. Un político ya fallecido escribió antes del triunfo de Salvador Allende, la izquierda en punto muerto. ¿Está acaso nuestra izquierda hoy en punto muerto?

En una plena auto crítica a mis análisis, debo reconocer con que no basta con que la izquierda chilena haga una lectura correcta de las contradicciones principales del período de la lucha interburguesa y sepa emplazarse, que no basta con establecer los nuevos y viejos actores sociales y políticos producto del diseño político de Jaime Guzmán, del binominalismo y sus consecuencias de jïbarización de la participación ciudadana. Que no basta con que la izquierda haga un diagnóstico certero del estado de la economía, de sus procesos de modernización y de fijar el carácter del dominio capitalista y de como a su vez éste ha configurado individuos divorciados de la comunidad y de las clases.

En suma, no basta que la izquierda defina exhaustivamente tanto la coyuntura como el estado global de la lucha de clases nacional y de cómo ésta se inscribe en los procesos de modernización planetario, para ser capaz de construir una propuesta y a la vez una fuerza social y política como comando de la sociedad de y desde la mayoría democrática.

Acaso la izquierda tiene limitaciones en su génesis, no meramente en su teoría o en su práctica cotidiana, sino en su modo universal e histórico de entender al ser humano y al ser social, la economía y la política. Por ello mismo que una parte importante de sus destacamentos tuvieron antes que morir, renovarse, es decir aceptar la democracia parlamentaria y neo liberalizarse, es decir aceptar el modelo de mercado y el capitalismo como forma de gestión económica de la sociedad. Y con esto no digo que el camino haya sido el correcto, puesto que esta misma izquierda tampoco logra desde su socialdemocratización dar cuenta y resolver los problemas y necesidades de las mayorías, sino de modo muy limitado, acaso del modo reformado en que la derecha inauguró en 1973 el modelo dominante con sus propuestas jurídicas, políticas, económicas y sociales.

Por otra parte ningún destacamento o fracción de la izquierda crítica en estos 20 años ha logrado una renovación real de su prácticas propiamente políticas. Atados a una concepción de ser humano y del ser social como meras fuerzas susceptibles de comandar, de acompañar y de licenciar o abandonar si es necesario, la izquierda crítica, se encuentra así en la misma matriz de comprensión de la realidad social que todas las fuerzas políticas de centro izquierda y de derecha realmente existentes. En cuanto a una propuesta que apunte a los problemas estratégicos de modernización de la economía al servicio de las mayorías, no existe realmente ninguna que supere la mera ampliación y profundización de la propuesta socialdemócrata concertacionista del modelo de mercado y gasto social y de la planificación partitocrática extrema.

Sería motivo de un libro entero escudriñar las determinaciones históricas, culturales, sociales y políticas de la izquierda en su incapacidad de conformar un proyecto eficiente, eficaz y de mayorías, tanto en el campo de la política como de la economía. Pero lo que es indesmentible, es que la izquierda extraconcertación y la misma centroizquierda concertacionista o socialdemócrata, no logran desarrollar un modelo genuinamente propio, que nazca de su historia y de sus prácticas, pero que apunte a superar tanto el pasado de la propia izquierda, la vía chilena al socialismo, como el neo liberalismo ideológico.

UNA INTERROGANTE ESENCIAL

Visto de este modo, se nos plantea a la totalidad de los sectores excluidos del triopolio concertación-izquierda neoliberal- ultraderecha, una interrogante esencial, ¿qué significa desatar el nudo gordiano de la política chilena y realmente es la izquierda tal cual como la concebimos la destinada a hacerlo?

Más allá de las tradicionales reyertas de agitación y propaganda entre las izquierdas, es evidente que la apuesta concertacionista apuntaba a superar la ineficiencia en la gestión de la Unidad Popular y la carencia de mayorías para gobernar, y que la crítica de la tercera fuerza apunta centralmente a aquellas prácticas y concepciones neo liberales de la apuesta inicial concertacionista, es decir a las alianzas estratégicas que el conglomerado de gobierno ha realizado especialmente a nivel ideológico y a partir de ello, a nivel de la gestión del estado y la nación, con la burguesía financiera y exportadora y sus destacamentos políticos.

El nudo gordiano de la política chilena, a mi juicio tiene muchísimo más que ver, ya desde el terreno estratégico, con el programa de desarrollo nacional y como éste deja de ser, en definitiva, un apéndice reformulado de las concepciones neoliberales y globalizantes y la vez una superación del estatismo y el partitocratismo planificador y asfixiante, pero también, paralelamente cómo la izquierda, si realmente está en condiciones, puede comandar este nuevo modelo.

En la medida que no se piense y se aplique de modo revolucionario una democracia de masas o extendida y ampliada a los millones de chilenos excluidos ( más allá de los 3,5 millones o 7 millones), que supere en muy poco tiempo lo que es hoy la democracia oligárquica diseñada por Jaime Guzmán y a la vez no se piense una economía social que tenga como núcleo central de pensamiento y acción, pasar de una ciencia y práctica de los negocios a una ciencia y práctica del desarrollo y la inclusión masiva de los sectores pobres y marginados y que sea la izquierda chilena crítica quien lo haga, iremos de lustro en lustro en un retroceso monumental, donde las fuerzas más reaccionarias profundicen su propio modelo excluyente.

PALABRAS FINALES EN TORNO A LA COYUNTURA

Para finalizar, algo de coyuntura, el error estratégico de Enríquez Ominami en su declaración del 13 de diciembre, es que al apoyar a Frei y a una Concertación en franco retroceso, no fue capaz de mantener sus posiciones al máximo, lo que aún cuando significase el triunfo de la derecha y una ilusoria culpabilidad de las fuerzas marquistas, también pudiera haber significado un replanteamiento totalmente radical de toda la centro izquierda socialdemócrata en torno a estas cuestiones estratégicas y al vez la posibilidad cierta de comandar desde la izquierda progresista, y en plena crisis de la Concertación, el descontento popular, las fuerzas sociales y desarrollar un nuevo programa, estrategia y organización y sobretodo un modelo nuevo de desarrollo para Chile y para los sectores postergados y mayoritarios.

No ha sucedido lo anterior, sino un maquillaje de las propuestas neo liberales socialdemócratas, y la deslegitimación y supeditación del marquismo a la Concertación, lo que retrasa el cambio necesario para pasar a una etapa cualitativamente superior de megapropuestas de desarrollo, programa, proyectos y acciones profundamente sociales y democráticas.

A mi juicio la derecha triunfará en esta segunda vuelta y paralelamente a que la tercera vía habrá perdido la legitimidad y la oportunidad desde afuera, de presionar e interpelar y comandar a la izquierda y las fuerzas sociales mayoritarias en su conjunto, la Concertación, con el apoyo de la socialdemocracia internacional, comandará la oposición a la derecha y a la vez seguirá pauteando desde su neo liberalismo social a la totalidad de las fuerzas de izquierda y opositoras.

Si la Concertación lo logra, no será más que un retroceso y una persistencia en el error de la izquierda y de la centro izquierda, de no superar un modelo antipopular y elitista, que esta vez ha fracasado como fracasó el modelo desarrollista anterior del período que va desde el Frente Popular a la UP. En beneficio del pueblo y de las grandes mayorías al menos esta vez no será a sangre y fuego.

Por Fesal Chain

Poeta, narrador y sociólogo


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