Pasaban de las 15:30 horas y las mujeres que prometieron marchar contra la violencia machista se encontraban en las inmediaciones de la Fiscalía General del Estado (FGE) para avanzar rumbo al Congreso del Estado.
Levantando sus escudos, portando cascos y pasamontañas, un grupo de policías protegía la entrada del inmueble. “Ojalá protegieran a la ciudadanía de la misma forma cuando alguien solicita ayuda. Ojalá que llegaran en grupo cuando pasa una emergencia”, decían algunas.
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Antes de avanzar, una de las líderes de Bloque Negro Puebla recordó los motivos de estar una vez más, de seguir unidas y permanecer fuertes: exigir a las autoridades que se respeten los derechos de todas las mujeres, que no se decida sobre su cuerpo, que se garantice su seguridad en la ciudad y en el estado, así como que se agilicen las investigaciones pendientes y se castigue a los violadores, agresores y asesinos que continúan impunes.
La reunión se convocó en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y la Niña. La violencia en su contra es una de las violaciones a los derechos humanos más graves, extendidas, arraigadas y toleradas en el mundo.
A diferencia de las y los servidores públicos, ellas no van vestidas de anaranjado. Lo único que se ve de ese color son algunas pancartas que alzan exigiendo libertad, paz y justicia. En los que escribían el nombre de sus desaparecidas y asesinadas, porque la burocracia es naranja, pero la exigencia es morada, el hartazgo negro, y la resistencia va teñida de verde.
El contingente comenzó su caminata por el bulevar 5 de Mayo, entre consignas y gritos de hartazgo lograban que los curiosos voltearan a verlas. Algunas aprovechaban a pasar por el camellón para tomar algunas piedras, tal vez serían ocupadas más tarde, tal vez no.
Calles más adelante, un grupo de ellas, todas cubiertas de la cabeza a los pies realizaron un par de pintas en algunas estructuras y señalética de la calle. Así, los que pasen sabrán que la violencia que sufren es real, que la pintura se lava pero que a sus muertas no se las puede regresar el agua.
No habían pasado ni 15 minutos, cuando el apoyo que habían recibido pasos atrás se borrara por un instante. No todos entienden las luchas sociales. Algunos confunden la violencia con la desesperación.
“Porque vivas, vivas estamos, ¡Vivas nos queremos!”, gritaban al unísono hasta que llegaron a la estación Clínica 2 de la RUTA Línea 3, donde un hombre comenzó a insultarlas. “¡Pónganse a trabajar! ¡Huevonas!”, repetía una y otra vez, como si no supiera que las que marchan son estudiantes, amas de casa, madres de familia y clase obrera.
El asco de escuchar ese momento lo que han oído una y otra vez al nombrar a las que faltan, al pedir respeto, al levantar la voz, se convirtió en cristales rotos. Ocho golpes similares a las campanas de alguna iglesia y el ruido de los vidrios cayendo fue lo último que quedó de aquel pequeño altercado.
Las mujeres siguieron su camino y hablaban sobre lo ocurrido. Era triste que aquel hombre fuera similar a los que habían tenido en casa, a los que se atrevieron a golpearlas, a los que las despidieron, a los que les mintieron, a los que las lastimaron, a los que mataron a sus hermanas.
El bloque subió por la calle Juan de Palafox y Mendoza. Algunas mujeres cubrían a otras para realizar pintas en la pared. Otras seguían cantando, saltando. Estando juntas es más fácil ser libres.
Al llegar al Zócalo de la ciudad, llamaron a los asistentes a sumarse al movimiento, a reconocer que las agresiones de las que son objeto y que están tan normalizadas que no las ven, que las repiten y las mantienen.
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Dando un par de pasos más, arribaron al Congreso del Estado, pero nadie las recibió. Les han dejado tantos temas pendientes sobre la mesa, como el aborto, que no se extrañaron cuando les tocó quedarse y hablando solas.
Reunidas en la entrada, sacaron aquellos objetos que consideraron como símbolos de opresión y sexualización para hacer una fogata con ellos. Entre las llamas era posible ver ropa, productos de belleza y fotografías de hombres que violentaron sus derechos.
Aun así, con el inmueble cerrado y resguardado por mujeres policías, realizaron sus pronunciamientos. Le exigieron al gobernador, Miguel Barbosa Huerta, al presidente municipal, Eduardo Rivera Pérez y a la LXI Legislatura que en sus mensajes institucionales dejen de pedirle a mujeres que denuncien y exijan a los hombres el respeto que se merecen. También pidieron acciones reales para erradicar la violencia en contra de las mujeres, mayor seguridad en las calles y transporte público y castigo a los agresores.
Poco después sacaron sus únicas armas reales: un par de plumones y papeles en los que anotaron los nombres de todos aquellos que las han herido para arrojarlos al fuego “en una acto sororo de liberación”, dijeron.
Al final, y con lágrimas en los ojos, se regalaron abrazos sinceros. «Yo te quiero y te quiero viva”, “No están solas, estamos aquí”, gritaban con júbilo, orgullosas de su lucha y esfuerzo, esperando que cualquiera “de los de arriba” las escuchara.
De acuerdo con los datos de la Secretaría de Seguridad Pública Federal, Puebla se encuentra en el lugar número 12 en el delito de feminicidios. De enero a septiembre de 2021, la dependencia reportó 28 casos.
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A nivel nacional, de enero a septiembre de este año, se registraron 736 feminicidios, 192 mil denuncias por violencia familiar, 492 denuncias por trata de personas, y 215 mil llamadas de emergencia, de acuerdo con los datos del Secretariado Ejecutivo de la Secretaría Nacional de Seguridad Pública (Sesnsp).
Foto: Humberto Aguirre y Agencia Enfoque