Una investigación da luces sobre el acoso escolar que sufren estudiantes homosexuales y lesbianas de parte de sus compañeros, profesores y directores de colegios en las ciudades bolivianas de La Paz y El Alto, un asunto del que poco se habla en el país andino. Se trata del estudio cualitativo «Acoso y violencia escolar por diversidad sexual e identidad de género en los municipios de La Paz y El Alto: aproximación diagnóstica», presentado esta semana en La Paz por la investigadora Virginia Ayllón.
A falta de cifras sobre el «bullying» homofóbico en las escuelas bolivianas, Ayllón explicó que buscó información a través de grupos focales, entrevistas en profundidad y biografías narrativas para conocer esta realidad que viven en silencio muchos jóvenes en el país. Según la investigadora, el acoso escolar homofóbico no se puede considerar de la misma forma en todos los países, ya que, por ejemplo, en el caso de Bolivia es influenciado por un «ideal de ciudadanía» conformado por una sociedad y un Estado colonizado que, según dijo, pretende homogeneizar a la población.
«Los diversos tienen que pelear por su reconocimiento, ya que una de estas homogeneizaciones es la heterosexualidad», señaló Ayllón. Según la autora, en el colegio los varones deben probar que no son homosexuales de dos formas: demostrando su fuerza física o conquistando mujeres, y quienes no lo hacen son acosados.
«Algunos de mis compañeros se enteraron de mi orientación sexual y me golpeaban entre tres a seis chicos. Los que veían se apartaban y luego todos me pedían que me vaya del colegio», indica uno de los testimonios recogidos por Ayllón. En el caso de las escolares lesbianas, el «bullying» es mayormente psicológico, ya que sus compañeros las invisibilizan, las ignoran, no les tienen en cuenta o las atacan verbalmente.
Además de estos problemas entre escolares, los directores y profesores de los colegios también tratan de que estos casos no sean evidentes para supuestamente cuidar el prestigio de la institución, por lo que prefieren negociar con los padres del o la estudiante en cuestión para que se vaya a otra escuela. «Hay un constante peregrinaje de estos muchachos de una escuela a otra, todos participan en ese acoso», sostuvo la investigadora.
«Fui a la dirección a quejarme, en la dirección solo me decían que yo no tomaba atención a lo que hacía, que era un mal alumno y que si soy gay, que lo deje ahí, que me comporte como hombrecito», dijo otro estudiante de La Paz.
Según Ayllón, los estudiantes con otra orientación sexual también sufren una fuerte agresión de las juntas de padres de familia, quienes no toleran que sus hijos compartan aula con un chico gay o una chica lesbiana. Los padres argumentan que el colegio perderá estudiantes si acepta estudiantes homosexuales, o que no han llevado a sus hijos a esa institución para «aprender esas cosas».
«En los colegios no se puede hablar abiertamente. Yo trabajo en la periferia de El Alto, los padres tienen temor de que se les hable (…) Si hubiera algún gay en esas escuelas, el acoso vendría no de sus compañeros, sino de los padres», expresó una maestra cuyo testimonio se refleja en la investigación. Estos comportamientos hacia los estudiantes homosexuales generan un sentimiento de soledad que en muchas ocasiones ha terminado en suicidio.
«Discriminaban a un compañero muy inteligente y amanerado, llegó al suicidio. No se tocó el tema en el colegio, él era alegre, si le molestaban se reía. Era colegio de varones, él era el punto blanco para hacerse la burla», contó un estudiante.
Con todo, según Ayllón, los estudiantes homosexuales han comenzado a interpelar a sus profesores, directores y compañeros, conocen sus derechos y se enfrentan a sus acosadores.
«Es maravilloso que estos chicos hayan empezado a dar la cara y a enfrentarlos. Cuando se les pregunta de dónde han sacado la fuerza se remiten al movimiento TLGB (transexuales, lesbianas, gais y bisexuales), se respaldan en ellos», aseguró.
Incluso los jóvenes estudiantes han empezado a formar grupos conocidos como familias de personas homosexuales, como una forma de resistencia al acoso homofóbico.