Ámsterdam: Menos policía es igual a más policía

Primera quincena de febrero. Esta es la segunda entrega de la Serie Dystopia (Terrorismo en Europa), que describe y reflexiona sobre el clima social y político desatado en Europa tras los atentados del 2015. En esta oportunidad el sociólogo Hugo Sir se establece en Amsterdam.

Ámsterdam: Menos policía es igual a más policía

Autor: paulwalder

bansky one nation under...El 21 de agosto de 2015 un extraño incidente calificado como terrorista ocurrió en el tren que va de Ámsterdam a París, subiendo el acusado en Bruselas. Éste estaba siendo vigilado por haber “entrado en contacto” con personas preventivamente investigadas. Era una nueva amenaza a Francia luego de Charlie Hebdo y antes de los atentados de noviembre. El 14 de noviembre del mismo año, el aeropuerto Schiphol de Ámsterdam tuvo que ser evacuado por amenazas en Twitter respecto a un vuelo Ámsterdam-París. Una de las amenazas decía: “Ayer París y ahora el aeropuerto de Bruselas y Schiphol serán atacados muy pronto por nuestros hermanos”. Sin embargo, en la ciudad holandesa, a diferencia de lo que sucede en París, no solo el ejército no se encuentra desplegado, sino que la policía apenas se deja ver. Con una economía bastante sólida y una distribución de “derechos civiles” envidiables, Ámsterdam parece estar en el lado correcto de la dystopía, a menos que una vigilancia invisible le indique a la fuerza policial que es momento de hacerse presente. Esta versión de la dystopía en la segunda nota del Ciudadano a propósito del Terrorismo en Europa.

 

Hay una película de Hollywood, basada en un libro de Phillip K. Dick, llamada Sentencia Previa. La historia tiene como fondo un sistema que cumple todas las fantasías de los fanáticos de la prevención. La brigada policial del PreCrimen, mediante un predicción de tres mutantes estadísticamente controlada, es capaz de identificar quien cometerá un acto delictivo –especialmente asesinatos. Evidentemente el protagonista será acusado de cometer un crimen e intentará por todos los medios demostrar que el sistema es falible, pero eso no es lo relevante. Lo relevante es la fantasía.

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II.

Trenes, trams, bicicletas, coffee shop te reciben en Ámsterdam. La ciudad es silenciosa cuando debe serlo. La ciudad es tolerante, tiene un barrio rojo. Tiene parques, canales tiene la ciudad. La gente lleva su ritmo, volados y no volados, le construyen un apacible pulso. La atraviesa una calma a la ciudad, que ya sabemos se quebrantará a ratos y someterá a una revisión apenas perceptible a todo lo anterior; pero es una calma que tiende a imponerse. La ciudad parece estar en el lado correcto de la dystopía, o en la dystopía correcta. Y en su centro, la policía es casi imperceptible, casi invisible.

 

III.

Mi amiga y yo caminamos por las calles limpias, embebidos de, digamos, la calma de Ámsterdam. Y en un momento necesitamos un mapa. Me volteo para que lo saque de la mochila que llevo. Ella comienza a revisarla, mientras yo miro de frente las ventanas de un edificio. Cuesta encontrar el mapa entre tantas cosas para abrigarse. Mientras aún porfía mi amiga con el desorden, aparece raudo un tipo de chaqueta y mirada seria. De toda la calle elije pararse justamente al lado nuestro y prende un cigarro. Nos mira. Mira la mochila. Mira lo que busca mi amiga. La dificultad hace que pongamos la mochila en el suelo. El tipo da hondas caladas sin sacarnos los ojos de encima. Quiero que aparezca el mapa y por suerte sucede. Lo pone mi amiga en alto y el ansioso fumador arroja la mitad de su cigarro y desaparece tan rápidamente como se hizo presente.

 

IV.

Tanto para el atentado de agosto, como para la amenaza de noviembre, los organismos de Inteligencia habían identificado a los sospechosos y mantenían en vigilancia sus movimientos como se supo después de ambos episodios. En el primer caso la pregunta de los medios surgió de inmediato, encausando los temores: “por qué no los habían detenido”. Sin embargo, la pregunta completa es: “por qué no los habían detenido antes que cometieran un crimen”, es decir, en base a su presunta, su posible culpabilidad.

 

V.

La cantidad de cámaras de vigilancia que hay funcionando en Holanda en general y Ámsterdam en particular no se sabe con certeza. Si los efectivos policiales son apenas visibles, aunque siempre hay que decir son apenas visibles en este lado, en el lado correcto. Pero si son apenas visibles, es porque la policía se ha desplegado en la ciudad y, además, se ha ampliado, o al menos ha modificado sus formas en dos sentidos. Primero, el más de millón de cámaras estimado no pertenece completamente a organismos públicos, sino que también a entidades privadas. No obstante, se tiende a su vez a una centralización de las instancias de monitoreo, manejadas éstas por agentes policiales.[1] Y en un segundo sentido, respecto a las tecnologías involucradas, es decir, a la utilización de drones, de cámaras de seguridad capaces de realizar reconocimiento facial (como las que se inauguraron en el Tram de Rotterdam, para luego expandirse a otras ciudades) o de aquellas que detectan comportamientos sospechosos como las del aeropuerto de Schiphol. Y, sin embargo, fallan. Las dudas crecen y la mejora tecnológica permite imaginar y desear modos más eficaces (y más intrusivos). La fantasía es alimentada tanto positiva como negativamente. Todo esto podría hacer la tecnología, sin embargo, no se puede actuar. Y teniendo toda esa capacidad de información uno se pregunta ¿qué impide actuar? La respuesta suele ser “ciertas garantías”, por ejemplo, una bien antigua como la presunción de inocencia.

 

VI.

Es ahí lo que está en juego. Es que como en toda dystopía los rasgos que el espectador puede juzgar más perversos, son siempre por el bien de la sociedad, por la seguridad de sus habitantes. Y sabemos también que los habitantes de la sociedad no son todos, y por ello, la fuerza disuelta en la vigilancia sutil puede aparecer frente al sospechoso identificado, o frente a las poblaciones no consideradas integrantes de la sociedad. Migrantes, refugiados sufrirán el revés del mundo feliz. Ahora bien, aunque el control por evidente se haya vuelto invisible, y el lado correcto de la dystopía aparezca frente a los ojos, no puede perderse de vista ni olvidarse que se trata de una economía del control, es decir un ahorro, una búsqueda de la eficiencia. Y quizá aún más inquietante que la realidad, es la fantasía y su alimento. La exigencia de una vigilancia más personalizada, invisible, y efectiva, olvida convenientemente que la categoría de sospechoso es una definición política y que hay dimensiones que por ningún miedo deberían entregarse irrevocablemente, que en algún momento puede ser muy tarde para oponerse, pues oponerse puede ser simple y llanamente sospechoso.

 

*Núcleo de Estudios en Gubernamentalidad, Colectivo Communes

 

 

CAPITULO 1 París. Normal es la excepción

http://www.elciudadano.cl/2016/03/22/267441/paris-tras-los-atentados-normal-es-la-excepcion/

[1] http://tedx.amsterdam/2015/08/whos-watching-you/


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