Jorge María Bergoglio, también conocido como el papa Francisco, máxima autoridad del estado Vaticano y de la Iglesia Católica abandonó ya nuestro país, siguiendo su gira por Latinoamérica en Perú. Tres días estuvo en Chile y, si bien no movilizó a las masas que antaño convocó la visita de Juan Pablo II en 1987, su visita sí fue un hecho político y cultural que nuevamente puso una tensión entre la realidad de la sociedad chilena y la de las instituciones en su eriplo por Santiago, Temuco e Iquique.
Álvaro Ramis, teólogo y ex presidente de la Universidad Católica en 1998 y, hasta hace poco, dirigente de la Izquierda Ciudadana, conversó con El Ciudadano sobre la visita del Papa, las masas que logró movilizar, el perdón que pidió en La Moneda por los abusos sexuales cometidos por la Iglesia Católica; el mensaje que entregó sobre el pueblo Mapuche, el mensaje que no estuvo dispuesto a recibir de la Machi Francisca Linconao; y el protagonismo mantenido por el obispo acusado de presenciar y activamente ocultar al abusador y sacerdote Fernando Karadima, Juan Barros.
¿Cómo observas el tema de la convocatoria y la movilización que implico la visita del Francisco?
Hay una movilización de los sectores más duros que la institucionalidad. En Santiago se desplegó más que en resto, sobe todo en los sectores más acomodados: colegios, universidades e instituciones de salud, organizaciones de filantropía, hogares de ancianos, que permiten que se muevan 400 mil personas. Pero en Temuco, Iquique y Maipú, se vio algo más espontáneo y la convocatoria fue bastante más débil. Creo que es el estado de la situación eclesial: hay una debilidad de empatía con la sociedad civil en su conjunto. La Iglesia conserva su institucionalidad, incluso es cada vez más robusta; pero con una gran deslegitimación a nivel de la ciudadanía y de los individuos que no participan de las instituciones.
Como papa, Jorge María Bergoglio entregó algunos mensajes centrales. Uno de ellos fue en La Moneda, en que pidió perdón por los abusos sexuales protagonizados por la Iglesia Católica. Sin embargo, el obispo de Osorno, sindicado como activo cómplice de Fernando Karadima en casos de abusos, mantuvo un rol protagónico durante toda la visita
Luego de sus declaraciones en que acusa calumnias, efectivamente el gesto de «perdón» quedó en estado crítico y terminó de complejizarse la visita del Papa. Se embarró. Los barros de Barros coparon todo debido a que la sensibilidad de las víctimas es muy alta, los testimonios son directos, hay un precedente en la justicia; frente a eso la contumacia de Barros de no renunciar es muy grande. Y el aval del papa de imponer la carga de la prueba sobre la víctima no se logra entender.
Deja un sabor muy amargo, las personas que habían hecho el esfuerzo de hacerla lectura positiva de la visita quedan muy dañadas. Esto opaca todo. El gesto en La Moneda debió haberse acompañado de un gesto coherente en la práctica y eso no ocurrió.
Otro mensaje fue en relación al pueblo Mapuche acudiendo a la figura de Violeta Parra para vestirse, al utilizar la figura de «Arauco tiene una pena». La Machi Francisca Linconao, como autoridad espiritual, quiso entregar una carta al papa y le resultó imposible
El nivel discursivo fue lo mejor que pudo haber hecho, sin tener el apoyo de los obispos de la zona. Desde Héctor Vargas (obispo de Temuco) y, sobre todo, Francisco Javier Stegmeier (obispo de Villarrica), que es abiertamente anti Mapuche, racista, discriminador y está ligado a todos los conflictos de tierra. Este obispo está en las posturas opuestas al Papa.
Respecto de la Machi Linconao, esto pudo haberse gestionado mucho mejor con un equipo de comunicacaiones atento y permeable a las organizaciones sociales y contexto del país. Por el contrario, lo que hizo fue encapsularlo e impedir que esto pudiera ocurrir. No era muy dificil resolver esta situación y enviar una señal potente. Sin embargo, la pésima organización de la visita debido a que ha estado gestionada por un grupo empresarial que ha puesto buena parte de los recursos ha impedido que eso ocurra.
¿Qué otras señales te parecen relevantes?
Algunas al interior de la Iglesia. La primera es el discurso a los obispos, donde habla contra el clericalismo, el autoritarismo, la falta de conciencia de pueblo. Ese discurso causó mucha molestia entre los obispos y eso está bien, era lo que tenía que hacer, dejar muy en claro que es otra la agenda que él busca.
El segundo espacio muy relevante fue la visita a la cárcel de mujeres, por la denuncia la capellana Nelly León, quien afirmó que en Chile se encarcela la pobreza.
El tercer lugar fue la visita a la PUC, que si bien la derecha lo ha intentado vincular a un espaldarazo al rector Ignacio Sánchez, la verdad es que es un gran tirón de orejas. El el discurso del Papa está centrado en el pluralismo, en tener una vinculación entre la academia y la realidad social y sobre todo se refiere a las discrepancias; en una universidad en donde lo que ha pasado es que todas las discrepancias han sido expulsadas. Hay una larga historia de académicos que han sido exonerados por la universidad por razones de diferencias ideológicas, por la autoridad de la rectoría. Entonces, frente a esa cultura el discurso del Papa está en las antípodas.
Otro ítem de valoración al cual tú mismo te referiste anteriormente, es la estrategia de Bergoglio de reinventar el marco de alianza de la iglesia, inclindándose en América Latina en favor de los sectores más «progresistas», en contrapartida a la alianza con el conservadurismo.
Los que no lo acompañaron en esa estrategia fueron y son los obispos, que no entran en esa clave. Entonces hay una ruptura entre el discurso papal y el episcopado nacional, que no acepta esta tesis. Uno veía al cardenal Ricardo Ezzati abrazando efusivamente a Jaqueline Van Rysselberghe el día del acto en La Moneda, entonces es todo lo contrario. La idea va a funcionar mejor en otros países, con episcopados que tengan mayor movilidad. Aquí no puede suceder eso mientras no haya otros obispos.