El último fin de semana de enero el balneario de Necochea en Argentina estuvo en el centro de la atención luego de una polémica generada por la oposición de un grupo de bañistas a que tres mujeres tomaran sol en topless. Molestos, llamaron a la policía por considerarlo «indecente». Estos respondieron enviando a 20 efectivos y 6 patrullas para controlar una situación que no había pasado a mayores.
El hecho provocó el rechazo de una gran mayoría de mujeres que reivindican la naturalidad del cuerpo humano, quienes convocaron a un «tetazo» en el Obelisco de Buenos Aires para este martes, bajo la consigna “La teta que molesta es la que no se puede comprar”.
El eslogan hace referencia al hecho de que la publicidad que tenemos hoy está llena de cuerpos de mujeres sexualizados para lograr vender más. Es decir, que el cuerpo femenino ha sido erotizado y explotado bajo fines comerciales que han llevado a una cultura machista, lo que se ha traducido en que finalmente un hombre que también tiene pezones los puede exhibir, pero una mujer no.
«La censura al topless de Argentina es un ejemplo de violencia de género»
En Chile hacer topless en las playas está completamente prohibido, a menos que sea en una de las pocas playas nudistas que existen. El rechazo a la exposición de los pechos de las mujeres en espacios públicos ha llegado a tal punto que quienes deciden amamantar en estos lugares no poca veces son hostigadas y recriminadas por realizar un acto tan natural como ese.
En agosto de 2016 se realizó el primer picnic en topless en Valparaíso y convocó a cientos de mujeres que expresaron la libertad y naturalidad de sus cuerpos, amamantando a sus hijos en el Parque Cultural de Valparaíso. La actividad tuvo una buena recepción por parte de la ciudadanía, aunque las críticas por redes sociales no faltaron.
Sin embargo, en otros espacios, generalmente en medios de comunicación, como la Vedetton de la Teletón, Morandé con Compañía, por ejemplo, o -yendo un poco más atrás –Mekano- históricamente se ha mostrado el cuerpo femenino como un producto comercial, abiertamente sexualizado y a través del cual, además, se lucra.
De pronto no sería ilógico plantear que si las mujeres no pueden mostrar sus pechos, los hombres tampoco deben hacerlo y tendrían entonces que taparse también. ¿Cuál es la diferencia entre ellas y ellos? Estos son algunos de los cuestionamientos que han surgido a raíz de lo ocurrido en la nación trasandina y que, de hecho, llevaron a una diputada argentina a amenazar a las autoridades que quieran prohibir el topless con una reglamentación que entonces obligue a los hombres a ir en corpiño a estos lugares.
Camila Karl es actriz y directora artística de Cuerpo indisciplinado, agrupación que a través de la creación e investigación escénica aborda el cuerpo humano desnudo. Durante enero, realizaron una intervención en el Teatro del Puente que cruza el río Mapocho, en donde exhibieron una gigantografía de una mujer desnuda y evidentemente maltratada. Con la obra buscaban mostrar lo contrario a lo que ofrece la publicidad, un cuerpo que no fuera perfecto y no estuviera erotizado.
«Creo que la censura al topless que pasó en Argentina es un ejemplo de violencia de género, no es la teta lo que importa. Hay determinadas construcciones sociales que nos reprimen a nosotras como mujeres todo el tiempo y esas cosas se traducen en que hay mujeres que no pueden tomar sol en topless, ya que la desnudez femenina está súper estigmatizada y castigada», sostiene Camila.
La actriz agrega que se trata de un tema de perspectiva. «Una cosa es la perspectiva de poner un cuerpo desnudo femenino donde se le va a erotizar desde una mirada masculina, y otra muy distinta es que una mujer decida a tomar una acción y hacer algo con su cuerpo, el empoderamiento, eso sí está condenado».