El presidente estadounidense electo, Donald Trump, ha mantenido a lo largo de su campaña un discurso claramente focalizado en sus propuestas a nivel nacional. Pocas fueron las ocasiones en las que habló de un programa destinado a las políticas internacionales y geoestratégicas que involucran al país que presidirá a partir del próximo 20 de enero. Y cuando lo hizo, sus planteamientos fueron simplistas, centrados en Medio Oriente, Rusia, China y México, pero obviando el resto del bloque latinoamericano.
El Ciudadano conversó con dos expertos para desmenuzar los desafíos que en materia geopolítica que enfrentará el multimillonario en su mandato. Son el cientista político y director ejecutivo de la consultora InfoAméricas.info, Patricio Zamorano, y la doctora en Ciencia Política y experta en Relaciones Internacionales, Paz Milet.
Donald Trump defiende la necesidad de bombardear las zonas controladas por el Daesh (Estado Islámico), un hecho que podría suponer una implicación más activa de su país en el conflicto sirio. Sin embargo, a la vez apuesta por un posicionamiento menos injerencista. Para Patricio Zamorano, eso es así porque el futuro presidente «trató a toda la agenda internacional de la manera más populista posible, con mucho simplismo, para llegar al electorado al que buscaba, con un perfil más rural, blanco, de menos educación formal, y que tiene dificultados para entender la complejidad del escenario internacional, en especial en Medio Oriente».
Paz Milet explica que sus argumentos para luchar contra los yihadistas pasaban por «limitar la entrada de los islámicos a EEUU, un tema que no resuelve la situación porque no todos los que optan por el islam son miembros de Estado Islámico». Y agrega: «Eso es desconocer que es un grupo ultra, una escisión, y todo lo que hay detrás de este fenómeno». En este sentido, la académica asegura que «Trump tendrá que abrirse a entender que hay una lucha distinta a lo que él ha planteado en su campaña porque hay ciertos elementos que tienen que tener continuidad, no sólo a nivel de EEUU, sino en una estrategia que EEUU desarrolla conjuntamente con sus aliados miembros de la OTAN».
Precisamente la alianza del bloque Occidental, con quien aseguró que no quiere mantener tanta relación porque representa un alto coste para los Estados Unidos, «ha sido uno de los asuntos que más se le criticaron dentro del propio Partido Republicano», comenta Zamorano, ya que «sirvió al gobierno de Obama para enfrentar conflictos en Medio Oriente a través de un conglomerado y eliminar así la responsabilidad política de los Estados Unidos en las intervenciones», dice. Según él, «eso le puede traer problemas».
Milet, por su parte, es clara en subrayar que «EEUU no queda al margen de la amenaza, sobretodo después del 11S de 2001, por eso la OTAN es una alternativa que no se puede abandonar».
En relación a los vínculos con los países hasta hoy más enemistados con Estados Unidos, tanto Milet como Zamorano destacan el interés de Rusia por la figura de Trump. «Lo que sorprende para los que vivimos en EEUU es que el presidente electo republicano haya cultivado durante toda la campaña la relación de amistad y admiración mutua con el enemigo número uno del país en este momento», afirma Zamorano. Y agrega: «Es sorprendente que el electorado blanco, conservador y anticomunista de EEUU haya apoyado a un candidato que no representa los valores políticos internacionales de su
propio país».
Para Paz Milet, la buena sintonía que evidenció con Rusia no es la misma que con China, a quien se envió una señal «más ambigua». Según ella, «Trump ve al país asiático como uno de sus principales competidores a nivel económico, cuestionando que la industria estadounidense, en vez de optar por producir en EEUU, se vaya a China, y proponiendo alzar los aranceles de los productos chinos». Ante este panorama, «más allá de las declaraciones que haya hecho públicamente, va a tener que establecer alianzas y decidir con quién realmente se vincula», indica la académica.
México y América Latina
Uno de los temas estrella se la campaña «trumpista» fue el muro que tiene intención de levantar entre Estados Unidos y México, además de solicitar al gobierno del país latino que financie la obra. Acusó a los mexicanos de ser «en parte, violadores y traficantes de drogas» y dejó claro que hay que deportar masivamente a 11 millones de inmigrantes ilegales que viven en el país.
Sobre eso, Zamorano clarifica que «muchos miembros de su campaña hablaron sobre el tema y admitieron que, en lo operativo, esto era más que nada una construcción simbólica para justificar el hecho de que como obra concreta es impracticable«. Y añade: «Estaríamos hablando de miles de quilómetros; ningún muro en el planeta tiene esa envergadura». Una opinión compartida por la doctora, quien apunta que «en la práctica, el muro, va a quedar en una limitante normativa pero la construcción física no creo que tenga respaldo dentro del Partido Republicano».
Sin embargo, lo que sí parece más claro es que el intercambio comercial con México a través del Tratado Comercial de América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés), que agrupa a Estados Unidos, México y Canadá, será revisado porque en el país «se identifica con el éxodo de las empresas nacionales hacia el territorio mexicano para conseguir mano de obra más barata, mientras que en México se identifica con la obstrucción de los mercados locales, sobre todo en el plano agrícola», precisa el director de Infoaméricas.
En el resto de países de América Latina, algunos de los cuales este miércoles lo felicitaron por su victoria electoral, como Cuba o Bolivia, parece que el republicano no tiene mucho interés. Ambos analistas coinciden en subrayar que no ha invertido mucho tiempo de su campaña en hablar de las relaciones con la región y que no es una prioridad para su país.
Apuntan que el bloqueo de Cuba empezado por Barack Obama no quedó bien definido en el programa del magnate neoyorquino y sólo habló de «revisarlo y ver qué conviene al país», señala Zamorano. El bloqueo y el cierre de Guantánamo son, precisamente, los asuntos que Milet considera más complejos para la isla ante el nuevo escenario, ya que necesitarán un apoyo del Congreso (de mayoría republicana) para seguir su curso, que -dijo- «ha sido consistente pero lento».
¿Retirar el TPP?
La victoria de Donald Trump también puso las alertas a los gobiernos que en los próximos meses tienen pendiente, en sus agendas, la ratificación del Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) por parte de los congresos de los países que lo suscriben.
Este miércoles el canciller chileno, Heraldo Muñoz, manifestó su preocupación por este asunto y apostó para que el acuerdo de comercio se apruebe en la administración de Obama, algo que ve «difícil» Milet. La analista considera que Trump «someterá el acuerdo a un período de revisiones porque ya pasó el primer trámite en el Congreso estadounidense, y por eso no será tan factible retirarlo».
Por su parte, Zamorano puntualiza que el Partido Republicano «es el que más ha apoyado el tratado» y que, a la vez, «muchos sindicatos votaron por Trump por su promesa de retirarlo. Si no lo hace, le van a pasar la cuenta», dice.
Discurso contradictorio que convence
«En los debates, Trump tuvo un desempeño débil en materia internacional, lleno de contradicciones, por ejemplo sobre qué hacer con Siria o sobre el conflicto en Irak», asegura Zamorano. A día de hoy, siendo ya presidente electo, «su política exterior es todo una incógnita», añade.
«Creo que él ha demostrado un conocimiento limitado de esta materia y que no ha desarrollado en profundidad los temas», dice Milet. «No podrá restarse del papel que tiene Estados Unidos a nivel internacional y de los compromisos suscritos, por eso es necesario esperar a ver qué hace teniendo un mayor conocimiento del tema», señala.
Sea como sea, lo cierto es que el escaso y básico discurso sobre la política exterior norteamericana no fue tenido en cuenta por sus votantes, que ejercieron su derecho «de forma pragmática y no valórica», asegura Zamorano. «Hubo un porcentaje de la población que estuvo dispuesta a perdonar sus antivalores -como la falta de tolerancia a la diversidad, a los inmigrantes, a las religiones, a las mujeres, etc.- frente a lo pragmático de una agenda rutpurista con el establishment, y nacionalista en lo económico para recuperar algo perdido», explica.
La victoria de Trump se enmarcaría así -según el experto- en una suerte de «reacción contra la globalización económica que afectó a lo más profundo y rural del Estados Unidos, al obrero que ha visto perjudicado su nivel económico y que ya no reconoce su país».
La inesperada victoria de Trump se entiende como se leyó en su día el imprevisto triunfo del Brexit en Gran Bretaña. Un síntoma más de la crisis manifiesta y explosionada que afecta al mundo desarrollado occidental. Quizás la próxima sorpresa la dará la ultraderecha de Marie Le Pen en Francia.
Meritxell Freixas
@MeritxellFr