Por Francisca Galaz
Tras las recientes lluvias caídas en gran parte de Chile durante las últimas semanas, una zona residencial ubicada en la Región de Valparaíso, específicamente en Los Molles, se inundó, dejando el terreno completamente anegado y causando grandes daños a la construcción.
Sin embargo, estos grandes daños no son más que la naturaleza volviendo a su lugar habitual, la naturaleza recuperándose luego del daño que le causamos, ya que estos edificios fueron construidos sobre un humedal.
El complejo habitacional aún no se encontraba habitado, sin embargo, vemos en repetidas ocasiones situaciones como esta donde proyectos inmobiliarios y espacios públicos se emplazan en ecosistemas acuáticos y bordes costeros, ignorando los peligros naturales que esto conlleva para la población y el gran daño ambiental ejercido sobre estos ecosistemas.
Muchos humedales son modificados y rellenados para construir sobre ellos, sin embargo, las aguas subterráneas continúan en su lugar y como claramente se vio en este caso, se formaron grandes charcos, ya que de alguna manera las aguas manifiestan su presencia.
El problema es que insistimos en construir en lugares en que no nos corresponde hacerlo, lugares no aptos para modificar, lugares que urge que sean protegidos y conservados. Una correcta planificación territorial es clave para regular estas construcciones.
En muchos planes reguladores no se encuentran bien identificadas y definidas las zonas que se deben proteger o en algunos si se encuentran identificadas, pero no se respetan, por distintos motivos, entre los que se encuentran los intereses económicos de ciertos grupos.
A esto se le suma que a pesar de que Chile es uno de los países suscritos a la convención Ramsar, la cual compromete al país con la protección de los humedales, en Chile no se cuenta con una ley ni un organismo que proteja de manera efectiva estas zonas.
Los humedales proveen innumerables servicios ecosistémicos, lo cual los convierte en áreas prioritarias para conservar. Son un suministro de agua dulce, son muy ricos en biodiversidad, son paraderos obligados para muchas especies de aves migratorias, sirven como zonas de amortiguación de inundaciones, controlan la erosión y además son grandes depósitos de carbono, por lo que su protección es vital para la lucha contra el cambio climático.
Debemos proteger los humedales porque ellos nos protegen a nosotros mismos de condiciones adversas, al destruirlos solo estamos destruyendo valiosos ecosistemas y exponiendo a la población a grandes riesgos.
Ante el preocupante déficit hídrico que hemos estado viviendo los últimos años, que la lluvia nos recuerde que tenemos cursos de agua que recuperan su espacio, no es algo negativo.
Necesitamos este recurso para vivir, debemos aprender a vivir en sintonía y de acuerdo a la geografía de nuestro país, no sobre nuestros recursos, no se pueden tapar estas rutas naturales por la que se moviliza el preciado recurso hídrico.
¿A qué costo estamos construyendo viviendas sobre nuestros humedales?, ¿Puede un departamento con vista al mar valer más que la ruta de nuestras aves migratorias?, ¿Preferiríamos no tener agua y quedarnos con nuestras construcciones? Las respuestas a estas preguntas parecen simples, obvias, pero no estamos actuando de acuerdo a esto.
Una vez más los intereses económicos están predominando por sobre la conservación de los valiosos y únicos recursos naturales de nuestro país. Esto es algo que no debe importarnos, no podemos quedarnos callados o sin opinión frente a estos hechos, ya que no solo están sacando provecho económico de esto algunos pocos, sino que están poniendo a toda la población en grave peligro y aumentando nuestra vulnerabilidad ante la grave crisis climática.