Este 6 de enero, miles de niños en el estado de Puebla despertaron a primera hora para confirmar que la magia es real, porque los tres Reyes Magos recibieron la carta que escribieron hace días (u horas), con tanto esmero e ilusión.
Melchor, Gaspar y Baltazar pudieron visitar los hogares de las familias poblanas, sin mayor complicación, para dejar los regalos junto al árbol de Navidad, en los zapatos o hasta en las habitaciones. Fue una noche de fantasía y tranquilidad, ¿sería mucho pedir que así fuera siempre?
Portarse bien y obedecer tiene algunas recompensas. Hacer todas las tareas a pesar del cansancio, de las secuelas de aburrimiento que trajo consigo la pandemia y las complicaciones de las clases en línea… el esfuerzo valió la pena.
No hay otra opción para lograr que los Reyes Magos lean las peticiones escritas y entreguen los obsequios. Así pasarán otros 364 días más y volverlos a ver, o al menos, saber de ellos, porque generalmente sólo quedan las huellas de elefantes o camellos en la entrada, o los indicios de que comieron algo de lo que los niños dejaron para ellos o para sus animales.
Ahora, subidos en sus bicicletas, jugando con sus muñecas, corriendo con sus autos, pateando una pelota, preparando comida imaginaria o, en algunos casos, vistiendo ese suéter nuevo, quizás jugando con celulares, tabletas o videojuegos, las horas se evanecerán en forma de risas que sin duda se escucharán a metros de distancia.
Ayudantes que hacen magia
Sin embargo, a pesar de que todos los menores mantuvieron la esperanza de ser visitados por los Reyes de Oriente, esto no sucedió en todos los hogares. En el estado de Puebla hay al menos 4 millones 73 mil 673 habitantes que viven en condición de pobreza (Coneval 2020). En muchas ocasiones, las niñas y niños en esta situación no reciben un regalo.
Las cartas con miles de “Queridos Reyes Magos, quiero que me traigan” o el anhelo de “lo que me puedan traer” se convirtieron en preguntas al azar. “¿Me habré portado mal?”, “¿no le eché ganas a la escuela?”, “¿fui un flojo en el trabajo?”, “¿no cuidé de mis hermanitos?”.
Esperanza y fe
En varios municipios de la entidad los niños no encontraron nada en los zapatos que resguardaban sus cartas. No hubo pisadas o rastro de su llegada. En varias casas faltó un regalo, pero nunca la fe, de que el próximo año todo será mejor, de que esos rostros de desánimo y tristeza se unirán a los de aquellos que hoy sonríen.
Tal vez haya más salud, más trabajo, más seguridad. Esos también serían buenos regalos, sobre todo en el contexto en el que se vive actualmente.
Pero hay que ser conscientes, son sólo tres personas para visitar el mundo entero en una sola noche. Quizás por eso, hoy, 6 de enero, aparecen todos los ayudantes de los Reyes Magos. Son individuos que tienen luz en el corazón y la dicha de compartir, un poco de lo que tienen, con los demás.
Al igual que los Reyes Magos se alistan un día antes y preparan sus regalos con emoción, ya que la única paga que reciben es el brillo en los ojos de los pequeños que se creían olvidados en este día. No es secreto que entre ellos hay algunos que jamás recibieron un presente y buscan evitar que la historia se repita.
Los vemos en los parques, en los hospitales, en los camellones, en las comunidades alejadas. Son gente común que con una disculpa por el retraso entregan algunos juguetes, peluches, ropa y dulces. Pedacitos de su corazón para completar los que se sentían rotos.
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Y aunque los ayudantes son demasiados, la realidad es que no siempre pueden llegar a todos los rincones de la entidad, pero el esfuerzo que hacen por apoyar a Melchor, Gaspar y Baltazar es inmenso.
Así que a todos aquellos que ayudan a seguir manteniendo la inocencia y la ilusión desde casa, a quienes saben guardar un secreto, a los que pueden entregar sonrisas y amor a pesar de la adversidad, a los que dan un obsequio sin esperar nada a cambio… gracias.
Foto principal: Agencia Enfoque