«Las armas son concebidas como parte profunda de la cultura estadounidense»

La masacre de Orlando deja una serie de interrogantes respecto del permanente ocurrencia de estos hechos en los Estados Unidos. Entre una legislación flexible respecto de la posesión de armas y el poder económico y político de la industria de armas en el país, junto con el factor cultural, hacen que avanzar en el control de la circulación de armamento sea una tarea titánica.

«Las armas son concebidas como parte profunda de la cultura estadounidense»

Autor: Meritxell Freixas

La masacre que el fin de semana pasado tuvo lugar en el club gay Pulse de Orlando y que dejó 49 muertos y una cincuentena más de heridos ha puesto encima de la mesa nuevamente el eterno debate sobre el comercio legal de armas de fuego en Estados Unidos y su posesión y fácil acceso por parte de civiles.

Según cifras del propio Congreso estadounidense, en el país existen entre 270 y 310 millones de armas de fuego y en un 37% de los hogares existe un adulto que posee al menos una.

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El derecho a portar armas de fuego está consagrado en la Segunda enmienda de la Constitución, que es parte de la Carta de Derechos aprobada el 15 de diciembre de 1791 y que ha tenido distintas interpretaciones, partiendo por si se trata de un derecho individual o colectivo dirigido únicamente a grupo organizado.

Para el académico, cientista político y director ejecutivo de la consultora InfoAméricas.info, Patricio Zamorano, las regulaciones de armas «son sumamente débiles». Y agrega: «Se ha avanzando en exigir, por ejemplo, certificados de salud mental, o en tener que pasar un examen de antecedentes criminales. Pero el problema central es que cada estado tiene su propia legislación, y pocos realmente imponen fuertes restricciones».

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El punto principal, para él, es que «ninguna de las medidas para regular la compra de armas puede garantizar que una persona totalmente sin antecedentes criminales pueda adquirir una arma de alto calibre de capacidad militar». Eso -dice- lo evidencia el hecho de que «la mayoría de los autores de matanzas de estos últimos años no han tenido antecedentes criminales, y fueron capaces de comprar sin problemas rifles de asalto de tipo militar en cualquier supermercado del país», señala el académico.

Zamorano es partidario de una doble solución: «Por una parte, aumentar el control en la venta de armas y, por la otra, eliminar de las manos civiles todos los fusiles semiautomáticos, automáticos o de alta capacidad de munición de todos los puntos de ventas a civiles».

Presiones de la industria armamentista

A este factor, se le suma el poderoso lobby de las grandes empresas fabricantes de armas para vender la defensa como «un derecho individual» y alimentar así una industria que tiene unas ganancias millonarias. Una de las más influyentes es la Asociación Nacional del Rifle, que ejerce una dura presión a través de acciones que, según el analista van desde «boicotear las legislaciones que puedan debilitar la venta de armas, hasta presionar directamente a los congresistas amenazándolos con quitarles fondos de campaña, o invertir recursos contra ellos en los distritos senatoriales o de la Cámara de Diputados donde compiten».

Zamorano señala que «el lobby de las empresas armamentísticas implica la increíble cifra del 30% de las exportaciones mundiales de armas, es decir, del total de armas mundial, un tercio de todo el planeta sale de Estados Unidos».

Y agrega: «El negocio mueve más de 3 mil millones de dólares al año en ganancias».  Y aún revela otro dato duro: «Existen más de 300 millones de armas en manos privadas, es decir, tantas como habitantes de Estados Unidos».

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El factor cultural

La discusión es polémica y controvertida. En opinión del experto, a pesar de que “muchas encuestas confirman que la opinión pública está dividida en el tema de limitar o no el derecho constitucional a portar armas, es claro que entre el 70% y 80% apoya un mayor control de antecedentes criminales a la hora de comprar armas“.

No queda al margen del debate la razón cultural: «Las armas son concebidas como parte profunda de la cultura estadounidense», señala. Y ejemplifica su permeabilidad en la sociedad norteamericana: «Existe una tradición familiar de generación en generación. Cientos de miles de ciudadanos coleccionan armas, las intercambian, las compran y las venden. Las películas vanaglorian a las armas, y las trivializan como forma idealizada de resolver los problemas entre los ‘buenos’ y los ‘malos’. Los niños son expuestos al uso cotidiano de las armas desde la más temprana edad. La militarización penetra en las familias más humildes del país a través del servicio en las Fuerzas Armadas en función de las campañas de invasión o combate en otros países, que convierten a las armas de fuego en formas concretas de ser patriota y servir al país, masacrando a ‘enemigos’ en tierras lejanas a favor del ‘estilo de vida estadounidense’ y de la ‘libertad'». «Este tema cultural es uno de los más difíciles de romper,  y sólo puede ser modificado con un trabajo lento pero sostenido de cambio de mentalidad», concluye.

Posicionamiento en el sí de los partidos

El Partido Demócrata históricamente ha favorecido a las leyes sobre el control de armas y se oponen, además, a  llevar armas ocultas en lugares públicos.

Por su parte, los republicanos rechazan la regulación del comercio de armas y son fuertes defensores de la Segunda Enmienda así como del derecho de llevar armas ocultas.

Barack Obama presentó una iniciativa a principios de año con la que intentaba mejorar el control de armas, a través de propuestas destinadas a evitar que las armas lleguen a manos inadecuadas, prohibir la venta de las armas de asalto, aumentar la seguridad en las escuelas y mejorar los servicios de salud mental. La propuesta fue rechazada por los republicanos.

«Hasta ahora ni los demócratas ni Obama han podido lograr una legislación federal que obligue a todos los ciudadanos a pasar controles más estrictos a la hora de comprar armas», explica Zamorano.

La situación no parece revertirse, por lo menos al corto plazo: «Tras cada masacre, vienen las explicaciones, el debate, las discusiones mediáticas pero, a nivel político, el Partido Republicano y el lobby de las armas no da señales de conmoverse sobre el gran costo humano de la proliferación descontrolada de armas», apunta.

Meritxell Freixas


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