En política, un ejercicio de retórica colectiva como el repertorio de buenas intenciones de los firmantes del documento de «Cara al Futuro» es siempre una artimaña predecible. ¿Pueden políticos concertacionistas cuyas prácticas consolidaron tanto el modelo neoliberal como el desprestigiado régimen político binominal encargarse de guiarnos hacia los nuevos tiempos?
El motivo inmediato y determinante de un ramillete de concertacionistas es conocido: llamar a cerrar filas en torno al aura de la ex presidenta Bachelet para el 2013.
Tampoco hay que ser pitoniso para ver que la movida de un supuesto frente o polo amplio de «izquierda progresista» que se ha estado forjando entre el PPD del senador Girardi, el PRSD de su par Gómez, con la buena disposición de la cúpula del PC y al cual podría allegarse el MAS de Navarro junto con el MAIZ del diputado Aguiló, podría optar por levantar una candidatura presidencial propia para así poder negociar en una segunda vuelta con el bloque DC-PS un hipotético «programa de los cambios» liderado por Bachelet.
Una suerte de «remake» de la campaña de Jorge Arrate en la elección pasada que acarreó votos a E. Frei. Y punto.
Ahora, después de las últimas declaraciones de Guido Girardi, sabemos que éste se plegó a Bachelet para parar su caída libre debido a la campaña orquestada en su contra y asestarle un golpe anunciado a su ex compañero de ruta, actual enemigo de conveniencia y precandidato, Andrés Velasco.
En estos pasos de ballet, el PRO buscará posicionarse como una alternativa a esos dos sectores que necesariamente se re-juntarán en segunda vuelta detrás de Bachelet.
Un triunfo de la ya candidata es posible si todos estos sectores se unen para -según rezará la fórmula manoseada- «desalojar a la derecha del poder». Pero, una vez de vuelta al Gobierno, una coalición con esas características, pasado conocido y prácticas de renegados tendrá que formar un Gabinete. Este saldrá de negociaciones entre los que descubrieron recién a los movimientos sociales y sus demandas, con los que buscan cooptarlos con promesas de hipotéticos cambios, que por esas cosas de la política oportunista, tratan de convencernos que esta vez los realizarían.
La política ciudadana no es un asunto de fe sino de racionalidad y de cálculos estratégicos.
¿Porqué ahora y no antes? Ah, Chile cambió, repiten a coro. Bien sabemos que los firmantes del «Cara al Futuro», porque los conocemos y vimos actuar, son adeptos del gradualismo, cuidadosos del orden y siempre prestos a dar garantías de sumisión total a los poderes económicos nacionales y globales. Es la imagen que cultiva sin complejos ideológicos el senador Escalona.
En efecto, por un lado, los que rescatan con orgullo la herencia concertacionista y, por el otro, los que se suben ahora en el carro de los movimientos sociales y sus demandas. Este camino hacia el Gobierno con Bachelet, definido por la inercia de los que se conocen el juego, conducirá a la inestabilidad gubernamental si la derecha concertacionista mantiene su hegemonía como en el pasado y opta por gobernar como ya lo hizo. Buscando, en nombre de un pragmatismo acomodaticio, preservar y consensuar los grandes equilibrios. Léase, modelo económico y régimen político.
La metáfora ilustrativa es la siguiente: en período de campaña electoral parlamentaria y presidencial, los dos bloques concertacionistas señalizarán hacia la izquierda y las reformas; una vez de retorno eventual al Gobierno, harán juntos giros de volante a la derecha. Las elecciones son momentos en que se exacerban las diferencias ideológicas para caer siempre en la práctica de consensuar más tarde las reformas con la derecha UDI y RN, para así seguir defraudando cada vez más a los movimientos sociales que se inscriben en una dinámica contraria: en la de la lógica de la claridad y legitimidad de las justas demandas sociales imposibles de transar.
Es lo nuevo. En Chile se inició con el ímpetu de los movimientos sociales (mapuche, estudiantil, ambientalista) una nueva «narrativa del Yo colectivo» o «la reinvención de la Igualdad y de lo público», como bien lo expresa, a propósito de lo propio de estos movimientos Alvaro García Linera, en su libro «La Potencia Plebeya».
En otras palabras, la forma de gobierno de los sucedáneos del concertacionismo será un gradualismo generador de conflictos inevitables. Los bloques políticos institucionales con su cuerpo de profesionales de la política están dispuestos a ofrecer el oro y el moro en tiempos de elecciones, pero sin renovar las prácticas o las formas de hacer política.
Es la práctica pasada transformada en ritual la que los lleva a creer que en política no hay que producir certezas ni compromisos durables, sino meras impresiones efímeras en los ciudadanos. Encandilar, para luego defraudar. Sin siquiera hacerse mea culpas. Es cosa de ver el falso debate Velasco-Girardi. Donde entre dimes y diretes ha quedado probado de manera fehaciente el tráfico de influencias y clientelismo sistemático de los caciques concertacionistas. Evidente: la corrupción de la Concertación fue un factor determinante de la derrota pasada.
La otra posibilidad es la reelección de la misma derecha neoliberal que entrampada en los imperativos de la defensa de sus intereses acentuará la intensidad y ampliará la gama de los conflictos.
Hasta ahora, nada de aquello les preocupa. Es sabido. Abundemos en su modus operandi. Los políticos tradicionales sólo quieren volver a ejercer el poder. Hacer creer que poseen las soluciones y presentarse como los que son capaces de aplicarlas. Nada más falso. En el escenario electoral lo que cuenta son los recursos para atiborrar las mentes. Y las dos coaliciones los tienen: dineros de fuentes pudientes, acceso a los medios y operadores de clientelas. Una vez más, el antídoto son los movimientos sociales en la calle. Allí se encuentran los iguales. Estos tienen la llave de las alternativas al capitalismo neoliberal. Si los movimientos sociales se expresan vigorosos en los territorios, es porque se desconfía de las dos viejas coaliciones sistémicas y de las instituciones en las que operan.
Está claro que Chile entró en una época de inestabilidad permanente. En gran parte porque la llamada transición se hizo según los cánones y la regla de la preservación de lo esencial del proyecto de los iluminados de la dictadura y con las vueltas de chaqueta de las socialdemocracias que coincidieron con el triunfo a lo pirro del capitalismo a nivel mundial. Hoy las condiciones no son las mismas. El despliegue del capitalismo global bajo sus criterios de acumulación, mercantilización y explotación del trabajo está haciendo crisis. Una tras otra. Y en todos los planos: ecológico, democrático, económico, cultural y social.
De ahí la nueva dinámica social que se contrapone a la de las cúpulas que hemos intentado explicar. Esta viene de la sociedad misma que se autonomiza y libera de la tutela del Estado y de su sistema de casamatas. Ella busca sus propias formas de expresión política para sacudirse de los rituales de las elites hegemónicas de arriba y de las tentativas de captura por las instituciones tradicionales.
Se acabó entonces la llamada TINA («There Is No Alternative») enunciada por M. Thatcher en los ochenta para justificar la ofensiva neoliberal a escala planetaria. Ahora sí hay que presentar alternativas al capitalismo neoliberal, para salir de él, no sólo para sacarlo de la crisis. Es el desafío de las fuerzas transformadoras democráticas, populares, antineoliberales y anticapitalistas. La vía es la unidad en la diversidad de todas las fuerzas dispersas y la alianza con los movimientos sociales. Hacer frente común en torno a las reivindicaciones que se enfrentan a las lógicas del capitalismo neoliberal en el plano de la democracia, del trabajo, del medio ambiente, de la salud, de la educación, de la recuperación de los recursos naturales y de los derechos de los Pueblos.
Las condiciones de posibilidad están. Fue y es el camino de Syriza. La coalición griega que casi gana las elecciones. Con una política de alianzas que favorece las dinámicas unitarias en torno a demandas radicales que el Pasok (el equivalente de la Concertación) no podía levantar por su apego a las políticas de los poderes económicos europeos.
Sin olvidar de construir fuerza real o poder social en los territorios.
Además, imposible hoy hacer política democrática y transformadora sin estar consciente de la reciente lección paraguaya. Lo que no debe impedir participar en los escenarios electorales, levantando candidaturas que encarnen las propuestas, demandas y las luchas y las proyecten allí para agitarlas. Teniendo plena consciencia que las instituciones de los regímenes post dictadura están para preservar los intereses de las oligarquías dominantes y cuentan con el apoyo de las transnacionales y los grupos económicos. Tanto en Grecia como en Paraguay las derechas neofacistas se reorganizan. En el caso paraguayo, los movimientos sociales, como bien lo demuestra Raúl Zibechi, se institucionalizaron y sus cuadros se funcionalizaron. La consecuencia es la perdida de su contenido de cambio y voluntad transformadora (1). Eso permitió el Golpe institucional contra el Presidente Lugo. En Grecia, los neofacistas de Amanecer Dorado se preparan para atacar y contrarrestar el movimiento popular y su fuerza en ascenso que es Syriza (2). En los dos casos el mismo problema; el de la defensa de los derechos democráticos, de la capacidad para imponer los cambios y el de la autodefensa de las organizaciones y movimientos sociales y ciudadanos. Es la vuelta de la cuestión estratégica.
Por Leopoldo Lavín Mujica
El Ciudadano
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(1) Raul Zibechi sostiene: «Ese escenario creado desde abajo tapizó el camino de Lugo a la presidencia en 2008. Los movimientos más importantes –no todos– optaron por crear partidos, o sea institutos del Estado financiados por el presupuesto, según el feliz aserto de Adolfo Gilly (La Jornada, 27/6/12). Se profundizaron la división y la atomización. Después de 2008 una parte de los mejores dirigentes se convirtieron en funcionarios y se instalaron en la capital, convencidos de que es el camino para adquirir más fuerza. Hoy, salvo excepciones, los movimientos sufren su mayor debilidad en décadas.»
(2) Yorgos Mitralis: «El análisis de los resultados electorales de Amanecer Dorado hace aparecer una realidad muy reveladora de las intenciones de la burguesía griega cuando atribuye al partido neonazi el 20,3% de los votos de los “patronos y empresarios”! ¡Más de 1 de cada 5 patronos y empresarios griegos vota ya (!) por los émulos de Hitler, por los que hacen públicamente apología de Auschwitz y degüellan en el metro de Atenas a inmigrantes sin defensa!»
En: http://www.vientosur.info/spip/spip.php?article6890