El fin de semana pasado en Hamburgo, Alemania, se llevó a cabo la reunión del G20 en la que se expuso, junto con la enorme movilización social anticapitalista y antineoliberal que repudió las consecuencias del modelo económico mundial que se desarrollaron en el puerto germano durante el encuentro, la gran distancia que existe entre las grandes potencias del planeta, donde destaca el extremos aislamiento al que ha llegado Estados Unidos a consecuencia de la política internacional llevada a cabo por la administración Trump.
Por otro lado, se potenció el eje Alemán-Francés, mientras que Rusia y China animaron un intenso juego político para aprovechar el espacio que Estados Unidos deja abierto en el tablero político internacional. De la misma forma, se consagró el tema medioambiental dentro de la agenda así como una política comercial abierta, ambos elementos que no son considerados, actualmente, por la diplomacia norteamericana.
En conversación con El Ciudadano, el cientista político francés Pierre Lebret analiza el contexto y señala que «lo que deja este encuentro donde establece que Esta vez, en Hamburgo, las posiciones a contra corriente de Donald Trump sobre el cambio climático y el libre comercio han forzado el G20 a algunas acrobacias semánticas con un leitmotiv: ‘si no avanzamos, al menos tratemos de no retroceder'».
«A días de la cumbre de Hamburgo, el contexto internacional actual hace más visible las divergencias entre las grandes potencias y no tanto las convergencias, pero lo más sorprendente es la existencia de fuertes divisiones al interior del mundo occidental – la Unión Europea y Estados Unidos – incertidumbre e imprevistos que no existían en el pasado», recalca el analista.
¿Tras este fin de semana se puede ratificar que hubo un reordenamiento en la correlación de fuerzas de las potencias mundiales?
Esta cumbre del G20 en Alemania establece una dinámica totalmente distinta a las cumbres anteriores. Antes, se trataba de ir hacia adelante, hoy el objetivo es evitar retrocesos. Sin duda, la cumbre de Hamburgo ratificó la existencia de un mundo multipolar, alzando la legitimidad de acción de las naciones soberanas. El problema de ese tipo de grupo informales es que sus decisiones no son vinculantes, requiriendo de una fuerte voluntad de cooperación de los miembros. El G20 no es una instancia de puesta en marcha, pero un momento en el cual los líderes aportan un impulso político para acordar convergencias cuando hay y disminuir los efectos de las divergencias. Esta vez, en Hamburgo, las posiciones a contra corriente de Donald Trump sobre el cambio climático y el libre comercio han forzado el G20 a algunas acrobacias semánticas con un leitmotiv: “si no avanzamos, al menos tratemos de no retroceder”.
– ¿Cuáles son los aspectos más destacables de este encuentro?
La cumbre de Hamburgo pone en una encrucijada doble al G20: La eficacia frente a las divergencias internas y la necesidad de reinventarse sin dispersarse. Este es un periodo de transición. El G20 fue un foro creado para responder a la crisis financiera de hace diez años atrás, que funcionó relativamente bien, y que hoy debe tratar múltiples temas como el cambio climático, los flujos migratorio, seguridad, y sin duda adaptarse a grandes desafíos diplomáticos. Un tema que ha cristalizado las tensiones entre el presidente estadounidense y sus socios fue el cambio climático. De manera directa, Angela Merkel lamentó la retirada de Estados Unidos del acuerdo de París, sin embargo, el país norteamericano obtuvo el reconocimiento de una posición diferente, y una voluntad de trabajar con otros países para el uso limpio de energías fósiles. Estados Unidos – según sus autoridades – cesa inmediatamente su participación del acuerdo de París. La fórmula, hace temer un efecto de contagio por otros países que podrían estar tentados de revisar sus posiciones, ya que por ejemplo, el presidente turco Erdogan amenazó con retirarse del acuerdo de París si su país no obtiene medidas más favorables.
¿Cómo se ha reaccionado a este escenario?
La reacción de múltiples líderes ha sido bastante clara. Mientras Macron afirmó que el acuerdo de París es irreversible y que no había “un acuerdo a la carta”, Angela Merkel anunció “un plan de acción para el clima y la energía” para los otros 19 países miembros. Y finalmente, como si Francia y Alemania habrían reencontrado ese duopolio dinámico europeo, Macron anunció la organización el próximo 12 de diciembre en París de una cumbre sobre el financiamiento del acuerdo de París.
El cambio climático no fue el único tema sensible de las discusiones de Hamburgo. Los jefes de Estado también intentaron acercar sus posiciones divergentes sobre el libre comercio. Desde sus inicios, el G20 busca promover un comercio “libre” y “luchar contra el protecionismo”, temas con los cuales el gobierno estadounidense no quiere alinearse. Pero el G20 reconoce también la legetimidad de instrumentos de protección. La pregunta es de saber cuál sentido se le debe dar a esos conceptos. Por ejemplo, en materia de producción de acero, los Estados Unidos amenazan con tomar medidas de “seguridad nacional” para proteger su industria del dumping chino. Por otro lado, Europa teme ser afectada por esta tensión entre los dos gigantes, lo que anuncia una futura batalla jurídica comercial. En este ámbito, la Canciller alemana apelo a una solución multilateral que debería entregar recomendaciones en noviembre próximo.
¿Retoma este grupo un nuevo impulso considerando el tenso escenario que existe entre Europa-Rusia-China-EEUU?
Más que un nuevo impulso es la confirmación de las claras diferencias entre Estados Unidos y el resto los países miembros presentes. Desde la elección de Donald Trump, el multilateralismo está a prueba. Hay dudas que se han instalado sobre la pertinencia del multilateralismo, y será importante evitar caer en esta trampa en los próximos meses. Trump sueña con trastornar las reglas del juego. Rusia y China observan cómo sacar provecho de la situación, y por ahora las potencias prefieren aislar su adversario principal.
Pero más allá de los temas tratados, y el juego de las potencias, lo que puede cuestionarse es la composición del G20. Si este grupo quiere mantenerse como foro pertinente, otros actores deben ser integrados. En 50 años, habrá más jóvenes en África que en todos los países del G20 reunido, ahí el porqué de este grupo de contar con África. Para ello, la Unión Africana debería ser un miembro del G20, al igual que la Unión Europea.
– Estados Unidos ratificó su mal momento internacional, ¿Cuáles son las consecuencias a corto y mediano plazo de este momento de la política internacional estadounidense?
En su primera cumbre del G20, Donald Trump ha optado por confirmar su estrategia de aislamiento internacional. Pueden haber dos consecuencias frente a “ese mal momento” de la política exterior estadounidense, que yo preferiría definir como una voluntad divergente – y grave – de parte de la primera potencia del mundo. La primera, es que el aislamiento se confirme, y la unión predomine por parte de las otras potencias al menos en cuanto a la lucha contra el cambio climático y defensa del libre mercado y multilateralismo. La segunda, que se produzca lo contrario, es decir que sea posible descartar que otros países estén siendo seducidos, no por el liderazgo del mandatario estadounidense, pero si por sus posiciones proteccionistas y el retorno de políticas convencionales respecto del medioambiente.
La prioridad ahora, es que los dirigentes se acuerdan para no retroceder, simplemente porque sabemos que el planeta y la humanidad no pueden esperar para actuar y salvar lo que aún se puede. Existe una real urgencia, y las élites políticas y económicas del mundo son responsables hoy de lo que nos espera en dos o tres décadas.
En un escenario conflictivo (o al menos de tensión) para este encuentro ¿Existe algún ganador?
Difícil de establecer un ganador. Por un lado, se nota un nuevo impulso de la dupla franco alemana, que evidencia una voluntad común de avanzar en la lucha contra el cambio climático. Por otro, Ángela Merkel ha obtenido lo que buscaba: un acuerdo firmado por los 20 miembros del G20. Pero lo más notorio es el divorcio oficial entre Donald Trump y el resto del mundo, el G20 se transformó en 19+1. A días de la cumbre de Hamburgo, el contexto internacional actual hace más visible las divergencias entre las grandes potencias y no tanto las convergencias, pero lo más sorprendente es la existencia de fuertes divisiones al interior del mundo occidental – la Unión Europea y Estados Unidos – incertidumbre e imprevisibilidades que no existían en el pasado.
La preocupación latente, no formalizada pero profunda, es la necesidad de preservar la coexistencia pacífica entre las naciones, en un mundo ya marcado por conflictos bélicos y tensiones cada vez más fuertes, como por ejemplo, en el mar de Japón. En mayo pasado, el Secretario General de las Naciones Unidas advertía que “el actual mundo multipolar no garantiza paz ni prosperidad”.