La brecha entre los candidatos principales a la presidencia brasileña aumentó en la última semana: el abanderado del Partido dos Trabalhadores, el ex presidente Luiz Inácio «Lula» da Silva, aventaja por 14 puntos porcentuales a su competidor más cercano, el actual mandatario ultraderechista y representante del Partido Liberal, Jair Messias Bolsonaro, pero necesita más del 50% de los votos válidos para ser presidente nuevamente-.
Muchos esperan que Lula gane en primera vuelta. Por otro lado,los bolsonaristas desde ahora dicen que les van a robar sus votos y convocan a concentrarse en los lugares de votación. No parece lógico que el gobierno y una “misión” de la Organización de Estados Americanos, la misma OEA dirigida por Luis Almagro que declaró fraudulentas las elecciones en Bolivia y alentó el golpe militar contra Evo Morales, tengan temor al fraude y no lo tenga la oposición.
De antemano, el oficialismo busca deslegitimar el triunfo de la oposición, como lo hiciera Donald Trump en Estados Unidos, pero con situaciones mucho más graves, porque en Brasil no se trataría de ocupar el Capitolio, sino de desatar una violencia mucho mayor con tal de tener su objetivo
Bolsonaro dijo que no aceptaría otro resultado que ganar con el 70% de los votos no auguran nada bueno. Se teme que se desate una violencia que puede causar la pérdida de muchas vidas humanas. Existe la sensación de que el país se enfrenta a una elección entre democracia o fascismo, que no se trata de una simple elección, sino de la supervivencia de la democracia.
“El asco de la gente por la estupidez de Bolsonaro, el terrorismo bolsonarista y el desastre del gobierno militar impulsan la ola-tsunami pro-Lula. El cansancio con las tonterías bolsonaristas es imparable, y se refleja en el rechazo al actual presidente, superior al 50%. El voto útil, en este sentido, cobra fuerte impulso, pues representa el alivio inmediato que puede poner fin a la pesadilla”, señala el analista Jeferson Miola.
La preocupación por eventuales incidentes violentos –ya hubo tres asesinatos de simpatizantes del Partido de los Trabajadores (PT) a manos de bolsonaristas– se percibe en la vida cotidiana, en actividades mucho más distendidas que un mitin electoral.
“Cualquiera atrapado en la burbuja de extrema derecha es propenso a la radicalización y la violencia”, señala la investigadora Michele Prado. «La extrema derecha crea muchas teorías de conspiración que fomentan los ataques. Con internet, la influencia de la extrema derecha internacional llegó muy rápido aquí a Brasil y quienes están atrapados en esta burbuja son propensos a la radicalización y la violencia», explica.
La Policía Federal, que depende del ministerio de Justicia y Seguridad, utilizará drones para controlar las elecciones, a lo largo y ancho del extenso territorio brasileño, para identificar a las personas, capturar imágenes para que otros funcionarios, en tierra, busquen a los opositores. Serán estas unas elecciones rigurosamente vigiladas.
El 3 de octubre
Quizás el domingo no se concrete nada grave, pero el lunes será otro día donde se vea el porqué de esas amenazas, que bien puedan limitarse a infundir miedo y para que haya ausentismo en las urnas o desatar una violencia mucho mayor con tal alcanzar su objetivo de tener el gobierno y el poder.
Los analistas trabajan sobre varios escenarios posibles en la posteelección, lo que reduce mucho la posibilidad error, aunque por principio de precaución ponen énfasis en el peor escenario, el posible golpe de Estado de ganar Lula.
Uno de los escenarios es que -pese a resultados adversos- Bolsonaro seguramente diga que ganó y que hubo fraude, lo que continuaría con tumultos de sus seguidores en predios públicos, saqueos, manifestaciones y –por qué no- atentados. Pero eso se vería como crimen y no cambiaría el resultado electoral.
El problema mayor es qué van a hacer los militares, que hasta ahora lo han apoyado en todo. ¿Van a aceptar un resultado adverso manunciado por el Tribunal Supremo Electoral o van a rechazarlo, alegando que hubo fraude? En la práctica significaría un golpe, considerado seriamente dentro de las posibilidades.
No parece probable un veto castrense al resultado electoral, en parte por el apoyo conquistado por Lula en importantes empresarios y porque el llamado “mercado” ya aceptó la victoria del PT y trata de acomodarse a la próxima realidad.
Otra circunstancia es el rechazo del gobierno estadounidense de Joe Biden a la continuidad de este gobierno. Bolsonaro siempre fue apoyado por Trump y la ultraderecha libertaria acaudillada y financiada por su ex secretario de Seguridad John Bolton. Biden ya envió tres emisarios con su mensaje para los militares: nada de golpe.
Sin vergüenza: Bolso-dixit
“Decir que hay hambre en Brasil es una gran mentira (…) No se ve a los pobres en las calles con físicos esqueléticos como vemos en algunos otros países del mundo», señaló el 19 de julio de 2019. El hambre en Brasil se dispara a niveles de hace tres décadas al alcanzar los 33 millones de personas con un aumento de 14 millones en un año.
Sobre la covid-19, dijo que «para el 90% de la población, será una gripecita o nada» (27 de marzo de 2020, al inicio de la pandemia de covid-19, que dejó más de 680.000 muertos en Brasil). «Yo lamento los muertos, todos vamos a morir algún día. No sirve de nada tratar de huir de eso. Hay que dejar de ser un país de maricas» (10 de noviembre de 2020).
Sobre la Amazonia, señaló: «Sentimos que eso (los datos de deforestación) no coincide con la verdad y hasta parece que (el presidente del Instituto de Investigación Espacial) está al servicio de alguna ONG», dijo el 19 de julio de 2019, tras la divulgación de un reporte de ese organismo que alertó sobre un aumento de la deforestación del 88% entre junio de 2018 y 2019).
«¿Ustedes saben que las ONGs no tienen espacio conmigo, no? Seré duro con esa gente. No consigo matar ese cáncer en gran parte llamado ONGs», añadió el 3 de septiembre de 2020, durante una transmisión en directo en Facebook.
Bolsonaro también se refirió a Joe Biden. El 10 de noviembre de 2020, en respuesta a comentarios del entonces futuro presidente estadounidense., dijo:»Acabamos de ver a un gran candidato a la jefatura del Estado decir que si no apago el fuego en la Amazonia levantará barreras comerciales contra Brasil. ¿Y cómo podemos enfrentarnos a todo esto? La diplomacia por sí sola no es suficiente… Cuando te quedas sin saliva, tienes que tener pólvora, si no, no funciona. No tienes por qué usar la pólvora, pero tienes que saber que tienes».
No se llevó bien con periodistas. «Quiero callarte la boca a golpes», dijo el 23 de agosto de 2020, en respuesta a una periodista del diario O Globo que le preguntó sobre rumores de pagos sospechosos en la cuenta de su esposa Michelle.
«Vera, no podía esperar menos de ti. Duermes pensando en mí, sientes pasión por mí. No se puede tomar partido así en un debate como este. Hacer acusaciones falsas sobre mí. Eres una vergüenza para el periodismo brasileño», señaló el 28 de agosto de 2022, dirigiéndose a la periodista Vera Magalhaes, en el primer debate presidencial televisado.
También habló sobre la dictadura militar: «Queremos resolver los crímenes. La cuestión del 1964, que existen documentos de mató, no mató, eso es un disparate», dijo el 30 de julio de 2019, en relación a los documentos oficiales sobre la desaparición de opositores durante la dictadura militar de 1964-1985. En 2016 fue más allá y señaló que el «error de la dictadura fue torturar y no matar».
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De ganar, quizá Lula debiera convocar manifestaciones en las principales ciudades de apoyo al resultado de las elecciones, para hacer desaparecer el fantasma de un golpe, para defender la democracia.
Juraima Almeida es investigadora brasileña, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).