Ha pasado poco más de una semana desde que el mundo quedó inesperadamente sacudido por el terremoto Donald Trump. Contra todo pronóstico, el candidato republicano se convirtió, gracias a los votos electorales pero no por el voto popular, en el 45º presidente de Estados Unidos.
En los últimos días, el multimillonario de Nueva York ha empezado a dar señales sobre su futuro gobierno. De sus primeras declaraciones y entrevistas públicas parece desprenderse una cierta voluntad de girar hacia la derecha más moderada, aunque nunca tanto como para dejar atrás las dosis de discurso xenófobo, populista y ultraconservador que lo han conducido hasta la Casa Blanca.
Una mezcla que además de contradictoria es inquietante y que el sociólogo, periodista y veterano analista internacional Raúl Sohr llega a calificar de amenaza: “Yo no lo minimizaría para nada. De hecho, lo tomo con la mayor seriedad”, dice convencidísimo a El Ciudadano. Con él, exploramos qué hay detrás del discurso del futuro presidente de EEUU y proyectamos los principales efectos de su mandato para la región, en general, y para Chile, en particular.
¿Se convertirá Trump en un político de consenso con Wall Street y los poderes económicos internacionales, luego de mostrarse más moderado en su discurso acerca del Obamacare (sistema de salud impulsado por Obama) y de rectificar acerca de que deportará a aquellos inmigrantes con antecedentes penales (y no a todos)?
Lo que caracteriza a Trump es la incertidumbre, tal y como evidenció a lo largo de la campaña. Ha hecho una serie de planteamientos, pero si los va a cumplir o no es un interrogante. En cambio, lo que más se busca en política, y especialmente hablando de Estados Unidos, la superpotencia, es certidumbre.
Por ejemplo, la OTAN está en una absoluta incertidumbre. Trump dice si [los miembros de la alianza] no nos pagan por la protección militar norteamericana, tendrán que valerse por sus propios medios porque quiere que contribuyan de forma más sustantiva. Eso se lo ha planteado a Japón y a Corea del Sur que tienen la capacidad tecnológica de hacerlo. No lo hicieron antes porque EEUU no les dejó, pero si EEUU les levanta el veto podría suponer que Japón y Corea del Sur terminen desarrollando sus propios programas nucleares. Ahí estaremos en un mundo infinitamente más peligroso, ante un escenario de proliferación nuclear.
¿En la práctica, podrá desarmar todo lo que ha anunciado teniendo la presión del Partido Republicano y los grandes lobbys armamentísticos, financieros y otros?
Trump tendrá apoyos importantes. Por ejemplo, ha dicho que va a potenciar a las fuerzas armadas y que les destinará fondos importantes, ha reasegurado al lobby armamentístico a la Asociación Nacional del Rifle –que tiene a cuatro millones de adherentes– y ha dicho que mantendrá el derecho a portar armas, sin cambios. Esos son apoyos importantes.
En este discurso tan contradictorio que dibuja el presidente electo, ¿qué tan real puede ser esta idea de cambiar el sistema?, siendo que además él ha logrado forrarse gracias a las dinámicas capitalistas de grandes empresas critica.
Trump es un fenómeno extraordinario que ha logrado presentarse como un adversario de la élite, un hombre que va a ‘sanear el pantano de Washington’ [sic].
Que la gente crea en un individuo que tiene una enorme fortuna, que ha ganado esta enorme cantidad de manera especulativa, sin pagar los impuestos que correspondían, con una serie de transgresiones, etc. Y que acepten que él puede ser la persona que realizará esta tarea [cambiar el sistema] es absolutamente inverosímil. Sin embargo, las palabras crean realidades y logró crear una imagen a pesar de las denuncias. Por ejemplo, las mujeres consultadas a raíz de los escándalos por abusos o por el video ofensivo argumentaban ‘bueno, si no estamos eligiendo un Papa’ o ‘si lo hombres son así’. Incluso un 20% de latinos votaron por él. En ese voto hay que considerar un síndrome del inmigrante que es muy complejo: aquellos que están aceptados temen la llegada de otros para que no los pongan en peligro. Por eso, optan por posturas más conservadoras.
Otro ejemplo de que las palabras –o las expectativas basadas en palabras– generan realidades: bastó que dijera que va a tener un enorme programa de obras públicas en el país para que subiera el precio del cobre en un 20%.
¿Cree que se le han perdonado cosas que a otros políticos del Partido Republicano no le habrían dejado pasar, por pertenecer al mundo de la farándula, por ser tan carismático, por su discurso hiperbólico, etc.?
Donald Trump logró establecer un lenguaje de transgresión en el cual la gente adoptó una decisión emocional en la cual decía que él es el tipo que se atreve a decir las cosas que nadie dice y que mentía. Sin embargo, Hillary Clinton, por algunas pequeñas inexactitudes fue considerada inaceptable porque siempre se presentó como una blanca paloma. Él es un canalla y nunca pretendió ser otra cosa.
Un análisis que se ha divulgado mucho desde la victoria de Trump, es el del escenario que se dibuja si además se considera el auge de la extrema derecha europea en países como Francia, Hungría, Holanda o Alemania. Se compara con el auge del fascismo. ¿Es fascista Trump?
Es difícil aplicar epítetos como fascista porque el fascismo tiene una serie de características que no las veo en Trump. Por ejemplo, el esquema de articulación política del fascismo es generar grandes corporaciones (los trabajadores, los industriales, la iglesia, etc.) y articular esto en un mecanismo que es totalmente ajeno a la democracia tal y como la conocemos (un hombre o mujer igual a un voto).
Tomándolo en un sentido más profundo, no es fascista. Ahora, en un sentido de xenofobia, apelar a la masa trabajadora y plantear una alternativa que algunos llaman populista y que sí tiene elementos fascistoides, por ahí podemos ver parecidos.
Dentro de estos parecidos, un fenómeno importante es el fracaso de la socialdemocracia o de la centro-izquierda establecida que ha ido perdiendo espacio. El ejemplo más claro es Francia, donde el Frente Nacional [ultraderecha] de Marie Le Pen ha ganado una enorme fuerza de la masa trabajadora. En EEUU, Trump barrió en muchos lugares que eran bases sólidas del Partido Demócrata, con trabajadores que han perdido estatus e ingresos.
¿Cuál es la responsabilidad del Partido Demócrata en este fracaso?
Se señala que descuidó su base histórica y se preocupó mucho de los afroamericanos, latinos y mujeres, lo que en EEUU llaman “intereses de minorías”. Pero el problema principal no es el problema de las minorías, sino la desigualdad. Hay una masa enorme de estadounidenses que se ha visto crecientemente perjudicada por la globalización.
El Partido Demócrata no supo velar por el interés de esta gran masa de población rural y de las ciudades industriales. Hoy en EEUU hay más de 30 millones de pobres y eso los ocho años de Obama no lo resolvieron. En EEUU, se están dando fenómenos como los que se dan en Chile, como la deuda estudiantil. En EEUU hay la misma indignación por la deuda estudiantil que la que existe en Chile.
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Lo que estamos presenciando no es un cambio, es un quiebre que tendrá un antes y un después. Es el fin del sueño americano. Los estadounidenses partían de la premisa que cada generación viviría mejor que la anterior, y eso ya no es así. Esta generación vive peor que la anterior y, si las cosas siguen así, sus hijos vivirán aún peor.
¿Logrará terminar su mandato? Hay columnistas del New York Times que aseguran que no.
Sí. Nadie tiene bola de cristal. EEUU es una democracia consolidada, con protocolos establecidos y no veo ninguna razón, a priori, para sacarlo. La única manera sería una acusación constitucional y teniendo un Congreso y un Senado republicano, no veo por qué vía podrían sacarlo. Salvo que hubiera un golpe de Estado militar.
Fin de la era de la globalización
El periodista Ignacio Ramonet decía en un análisis recién que “Trump no censura al modelo en sí sino a los políticos que lo pilotaron. ¿Está de acuerdo?
Absolutamente. Él es una expresión del modelo. Ahora él es un cambio importante en el sentido que marca el fin de una era, del capitalismo liberal abierto. Trump es un freno a la globalización, quiere revisar los acuerdos de libre comercio y su ideología de poner a Estados Unidos primero significa que va a condicionar las relaciones con los demás países en función de los intereses de EEUU.
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Sin embargo, estoy seguro de que el modelo de Trump no es realizable porque, finalmente, en un mundo interconectado uno no puede tomar medidas unilaterales. Si él trata de frenar las exportaciones de productos chinos, ellos harán lo mismo con los productos estadounidenses. Hay que tener en cuenta que, por ejemplo, General Motors, la principal empresa automotriz de EEUU, vende más autos en China que en EEUU. Eso es lo que vulgarmente se conoce como “guerra económica”. Si la desata, EEUU tiene más que perder que el resto.
Sobre el TPP, ¿cree que lo rechazará o terminará aplicándose con algunas revisiones, visto que ya ha pasado el primer trámite en el Congreso?
Creo que lo va a cancelar y va a terminar con el TPP. Los más felices con el fin de ese tratado van a ser los chinos porque el acuerdo tenía una faceta que buscaba excluirles de ciertos beneficios comerciales. Sin embargo, igual tendrá que enfrentarse al lobby de las grandes empresas del país.
Proyección para Chile y América Latina
América Latina fue una de las regiones más invisibilizadas durante su campaña. Habló del muro de México y del acercamiento con Cuba, pero no mostró prácticamente interés por Venezuela, ni por los acuerdos de paz de Colombia, ni por la inestabilidad en Brasil.
América Latina no figura mucho en la agenda de EEUU. Primero, porque tiene poca gravitación económica y después porque, en general, tiene pocos conflictos. No hay muchas razones por las que preocuparse más allá de la droga y la migración.
El pre candidato a presidencial Ricardo Lagos escribía estos días que si Trump construye el muro, propone hacer una cumbre de países latinoamericanos para impedir su materialización. ¿Qué opina de eso?
Yo creo que no pueden hacer nada porque EEUU es un país soberano que tiene el derecho a cautelar sus fronteras como mejor le parezca, siempre que respete las convenciones internacionales.
¿Qué efectos puede tener este muro para la región?
Si el muro logra una contención efectiva de inmigrantes, otros países van a recibir parte de estos inmigrantes y uno de los países importantes en esto es Chile, también Brasil y Argentina. Hay muchos haitiano, dominicanos y salvadoreños que terminarán llegando aquí.
Otro punto de mucha trascendencia para América Latina, pero que no afecta a Chile en su pérdida de ingresos, es que junto con el drama que va a representar para estas personas deportadas, y no quepa duda que habrá millones de deportados, uno de los principales ingresos para muchos países de América Latina son las remesas, que son los sueldos que ganan los latinos residentes a Estados Unidos y que envían a sus familias. En México, el año pasado, las remesas llegaron a los 23.500 millones de dólares; en 2014 México recibió más dinero de remesas que por las exportaciones de petróleo. Estamos hablando de magnitudes extraordinarias. En el caso de Guatemala, fueron 5.500 millones de dólares, más de 4.200 en El Salvador o 4.000 millones en Colombia. Este dinero es una inyección a la vena de las familias. Eso suma a la incertidumbre que decíamos.
¿Qué otras consecuencias puede tener para Chile?
Una política más nacionalista puede llevar a fricciones con ciertos sectores como hemos tenido en el pasado con los salmoneros. Estados Unidos también tiene producción de salmones. Si Trump va a ser más proteccionista, podrían darse dificultades con algunas exportaciones chilenas.
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, dijo –buscando el optimismo–, que uno de los efectos del triunfo de Trump podría ser el de fomentar gobiernos progresistas en la región por el efecto de rechazo a sus políticas. ¿Comparte esta idea?
No. Creo que si Trump va a tiene una influencia será en los movimientos fascistoides populistas como los que están en auge en Europa, y podría fecundarlos también en América Latina.
Entonces esta idea que se está difundiendo sobre la moderación del discurso del futuro presidente, que minimiza las consecuencias de sus políticas y sus efectos estaría equivocada.
Yo no lo minimizaría para nada. De hecho, lo tomo con la mayor seriedad y como una amenaza en muchos sentidos. Yo entiendo que la globalización ha generado una serie de inequidades muy profundas. Dentro de los países globalizadores y globalizados, hay sectores que están perjudicados por ella y otros que se benefician. Y el tema de fondo es la desigualdad: el 20% de EEUU tiene el 84% de la riqueza, mientras que el 20% más pobre tiene el 0,1%. Esto es inaceptable bajo cualquier parámetro. Este modelo globalizador ha acentuado la acumulación de riqueza y eso estalla.
Los analistas estadounidenses caen en lo que se llama el “wishful thinking”, dicen lo que les gustaría que pasara pero porque esperan que así sea, no porque haya una evidencia de que va a ser así.
Estos fenómenos generan dinámicas que no controla ni siquiera Trump, como el surgimiento de un movimiento excluyente y xenófobo brutal.
Meritxell Freixas
@MeritxellFr