Una semana ha transcurrido de la visita oficial del presidente turco Recep Tayyip Erdogan para ratificar los acuerdos comerciales entre Turquía y Chile, y profundizar así en el tratado de libre comercio que ambos países suscribieron en 2011. Apenas seis días desde que la presidenta Michelle Bachelet lo felicitara por sus iniciativas en la gestión de “la enorme crisis humanitaria que hoy enfrenta el mundo producto de conflictos en varias zonas, así como la migración causada por el impacto del cambio climático”, según indicó la mandataria.
Bachelet halagó el actuar de Erdogan en la emergencia de los refugiados sirios. Sin embargo, pasó por alto la represión que el mandatario lleva a cabo con el pueblo kurdo y que en los últimos días quedó de nuevo en evidencia tras la que ya ha sido bautizada como “la masacre de Cizre”, la matanza más grande que han perpetrado las fuerzas de seguridad turcas desde que gobierna la AKP, el partido oficialista.
En dicha ciudad turca, situada en la frontera con Siria y donde la población es mayoritariamente kurda, unas 60 personas fueron abatidas en el sótano de un edificio en una operación antiterrorista que tenía como objetivo neutralizar a los miembros del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK).
Protesta en Erbil por los bombadeos de Turquía contra el PKK en Irak – https://t.co/xdRJFebkjI pic.twitter.com/VnKUMcPQC8
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Fuerzas turcas mataron a 60 kurdos miembros del #PKK que lllevaban dos semanas sitiados en un sótano en #Cizre pic.twitter.com/OkjpJMM89z
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El pasado mes de julio se quebró el alto al fuego de dos años entre Ankara y el PKK, en el marco de unas negociaciones de paz que pretendían cerrar un conflicto que ya se ha cobrado más de 40.000 vidas desde que estalló en 1984.
El PKK, fundado en 1978, es considerado una organización terrorista por Turquía, EE.UU. y la OTAN. Esto, por su perseverante lucha contra el Gobierno turco para satisfacer las demandas de autogobierno del pueblo kurdo, que agrupa a más de 30 millones de personas repartidas entre zonas de la propia Turquía, Irán, Iraq y Siria.
«Humanidad» con los refugiados
Analizando el discurso que pronunció la presidenta frente a su homólogo turco, cabe preguntarse qué tan “humanitarias” son las políticas que el Gobierno de Erdogan ha implementado para hacer frente a la emergencia de los refugiados, y si realmente merecen las congratulaciones que la presidenta Bachelet le regaló públicamente.
¿Sabía la mandataria chilena que el compromiso del presidente turco de contener la migración hacia Europa fue adquirido gracias a un trueque que costó a la Unión Europea más de 3.000 millones de euros? ¿Sabía que Ankara ofrece «mejores servicios y condiciones» a los migrantes a cambio de que a Turquía se le facilite su adhesión a la comunidad europea?
No fue una cuestión de sensibilidad frente a la emergencia humanitaria lo que impulsó a Erdogan a implicarse en la crisis migratoria de Siria, que, por otra parte, su gobierno alimentó a través del apoyo logístico y militar a los rebeldes y de su tardía implicación en el combate contra los yihadistas de Estado Islámico. Fue sólo fue una cuestión de intercambio de intereses, puro pragmatismo, un win-win disfrazado de voluntad humanitaria.
Lejos de la posición que adoptó el Gobierno, quienes sí cuestionaron la visita del presidente turco a Chile fueron las decenas de manifestantes que se aplegaron fuera de La Moneda para denunciar la cooperación chilena con un país que vulnera los derechos humanos no sólo del pueblo kurdo, también de opositores y periodistas. Unos manifestantes que, por cierto, fueron reprimidos tanto por los carabineros como por los guardias de seguridad del presidente Erdogan.
Meritxell Freixas