Crece la rabia en Afganistán

Protestas en Helmand y Jost por la muerte de civiles en bombardeos aliados da cuenta del rechazo a la intervención occidental


Autor: Mauricio Becerra



Protestas en Helmand y Jost por la muerte de civiles en bombardeos aliados da cuenta del rechazo a la intervención occidental. Mientras tanto, la ONU abandona Kabul.

Hay dos taxis y dos furgonetas aparcadas en el centro de Lashkargah, capital de la provincia meridional de Helmand, delante del palacio del gobernador, Gulab Mangal. Tienen las puertas traseras abiertas para que todo el mundo pueda ver lo que hay dentro: nueve cadáveres ensangrentados y envueltos en mantas de colores. Son los cuerpos de nueve campesinos: tres son niños. Murieron el miércoles por la noche en un bombardeo aéreo aliado en su pueblo, Korjashien, mientras trabajaban en el campo. Las autoridades locales han confirmado que hubo una incursión aérea, pero dicen que las víctimas son sólo ocho militantes talibanes.

«¡Muerte a los extranjeros! ¡Muerte a Karzai!», gritan sus familiares y vecinos, que han venido a manifestarse a la ciudad, bajo la mirada de los paseantes que se paran a mirar la macabra escena, guardando silencio y haciendo gestos de desaprobación con sus cabezas envueltas en turbantes.

Se multiplican las protestas antioccidentales. También en Jost, otra ciudad importante de la misma provincia, en el Este del país, la gente salió a la calle a gritar eslóganes contra los estadounidenses y contra Karzai. Protestaban por la muerte de al menos un civil en otro bombardeo aéreo que tuvo lugar el miércoles por la noche en el pueblo de Baramjil.

Cientos de personas desfilaron por la ciudad. Gritaban su rabia y blandían largos bastones. Muchos de ellos son estudiantes universitarios: los mismos que el pasado 22 de octubre habían salido a la calle en todo Afganistán y quemaron banderas de EEUU al conocer la noticia de un ataque de los marines a una mezquita de Wardak, durante la cual habían quemado un ejemplar del Corán.

París: «Karzai es un corrupto, pero es nuestro hombre». A pesar de la censura mediática impuesta por las fuerzas occidentales de ocupación y por el mismo gobierno afgano, el resentimiento de la población afgana contra la presencia militar extranjera cada vez está más extendido en el país. Así como el desprecio hacia Karzai: los afganos, incluso quienes al principio apoyaban a Karzai, no comprenden cómo Occidente puede seguir legitimando el poder de un campeón tan descarado de la corrupción y la inmoralidad, hasta el extremo de felicitarse con él por el éxito de sus fraudes electorales. «De acuerdo, Karzai es un corrupto, pero es nuestro hombre y debemos legitimarlo», declaró al New York Times el ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner.

Luego nos sorprendemos de que en las manifestaciones de estudiantes afganos se vean pancartas que dicen: «¡Queremos el Islam, no la Democracia!».

La ONU se va de Kabul. Los talibanes están ganando la guerra en Afganistán porque Occidente ha perdido la paz, ha perdido la cara, ha traicionado las esperanzas y la confianza del pueblo afgano.

Mandar más soldados, como hará Obama, o más cazabombarderos, como acaba de hacer Italia, para seguir apuntalando un régimen impopular con el de Karzai, sólo servirá para retrasar la derrota militar, política y cultural de Occidente.

El regreso de los talibanes a Kabul es sólo cuestión de tiempo.

Lo sabe la ONU, que ha decidido salir de la capital afgana, cercada por los insurgentes, y llevarse su personal al norte, a Mazar y Herat, las únicas dos ciudades afganas que se libran por ahora de la amenaza talibana, o incluso a Dubai, porque ni siquiera el repliegue tradicional a Pakistán es ya seguro.


Enrico Piovesana

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Traducido para Rebelión por Juan Vivanco y Gorka Larrabeiti

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