Ya es una realidad “Kisulelaiñ –No estamos solas”, el primer trabajo con sello propio de la cantante y percusionista. La ex Tamborelá se para como artista mapuche pero capitaliza la experiencia de transitar por otras músicas del mundo.
Con Tamborelá, su experiencia musical anterior, Mariluan registró dos placas pero “la diferencia principal es que este disco lleva mi nombre y apellido. Eso es valioso y me resulta inevitable no vincularlo con el nacimiento de Ayün (su hijo): la sensación de parir algo que lleva tu nombre”. El trabajo también se inspira “en algo que es tan complejo como preguntarse quién uno es y encontrar con alegría que pertenece a un pueblo… Y que habita las tierras donde ese pueblo lleva miles y miles de años”, redondeó.
La cantante y percusionista piensa a su flamante obra como “un primer paso hacia empoderarse en esa palabra primigenia, en la palabra familiar… Léase familiar en relación a los vínculos actuales o a los históricos. Creo que en la palabra está el poder. Además, es muy difícil desvincularse de todo lo que uno estudió como música, de toda la herencia que genera incursionar por diversas músicas, porque por suerte pude incursionar en muchas músicas del mundo… Eso también está presente porque en el camino uno no desaprende, más bien incorpora. Toda esa riqueza, incluso la de los folklores, es la que se mete en No estamos solas”.
Redefinición
Al menos desde un punto de vista y seguramente de parcial, “Kisulelaiñ” viene a discutir qué se entiende por música mapuche. “El disco se replantea y yo me replanteo todos los días qué es la música y qué es la música histórica y por qué la música de nuestro pueblo sólo es mapuche si es tradicional y no es mapuche la música que hace cualquier mapuche, sea la que sea… Me lo pregunto no sin dolor y también me pregunto cuál es el destino de la música de este pueblo. Si uno busca pervivencias históricas y los musicólogos se ponen a analizar… ¿El único rasgo que quedaría es la lengua? ¿El único? ¿Con el espacio infinito que ocupa la palabra para nuestro pueblo? Creo que nos debemos un replanteo todos los músicos y las personas que con orgullo decimos pertenecer a este pueblo y sostener la pervivencia o presencia de ciertos instrumentos, en este caso, el kultrun, con el que yo creo que deseo acompañarme el resto de mi vida”, señaló Mariluan.
La relación con el instrumento mapuche de percusión por excelencia, “debo agradecérsela al estudio de los tambores y al amor que les tengo a todos, pero en especial al propio. Deseo cantar a través de ese tambor. En estos conciertos que empiezo a generar junto a Leopoldo Caracoche (guitarra) hay varios kultrunes, hay canto mapuche y hay danza mapuche. Hay kaskawillas de metal, que se hacen desde hace cientos de años y también hay kaskawillas de cerámica y kultrunes de cerámica, que son los que yo hago, porque todo percusionista o todo músico busca su propio recurso sonoros. En este camino, uno tiene que empezar a construir los propios”, afirmó.
En un sentido amplio, la historia de “Kisulelaiñ” se remonta varios años atrás. “Hay dos temas que son principales y que tienen un dejo folklórico. Los grabé en Buenos Aires y pensaba seguir con ese hilo pero al llegar a vivir a este lugar del mundo y con algunas vivencias que tienen que ver con inmiscuirse en algunas tradiciones que están vigentes sobre todo del otro lado de la cordillera, deseé recuperar o hacer uso de esas ideas simples y poéticas que tienen la música y la lengua de mi pueblo. Entonces, en ese pequeño hilo comencé a hurgar en la composición de estos temas. Hay muchos que están compuestos con mi hermano, Daniel Mariluan, que transita el mismo camino musical”.
Por ahora, Anahí tiene definidas las fechas inminentes y algunas más, con énfasis en la región. Anunció que “los conciertos van a oscilar entre la música, los cantos, la percusión y la danza. Es la propuesta que a mí me marcó quizá por haber estado en Cuba, donde las cosas son indisociables. Y con la vivencia y la experiencia de otras culturas, uno descubre que la propia es exactamente igual: acá la música no se puede diferenciar de la danza, no se puede diferenciar del canto ni de la percusión. Entonces, estos conciertos quizás revivan algún espíritu , algún recuerdo de lo que se considera ceremonial o una reunión de gente que quiere estar junta”, anticipó. La primera cita, en el 11,500 de la Avenida Bustillo.
La influencia de Bariloche
Oriunda de Neuquén, Anahí Mariluan se formó en diversas disciplinas en Buenos Aires y el exterior. Hace tres años se instaló en Bariloche y puede decirse que asentarse a orillas del Nahuel Huapi incidió de manera notable en el curso de su trayectoria musical. “Tiene muchísimo que ver, no es el mismo aire, no es la misma lectura que se hace del suelo”, concedió. “No reniego de Buenos Aires, donde viví casi la mitad de mi vida, considero a esa ciudad como muy creativa y extraño mucho al paisaje humano. De todas maneras, como pez a su naciente, creo que cualquier mapuche tiene deseos profundos de enraizar en la tierra que lo vio nacer”.
El retorno “tiene sentido y tiene más sentido con los días, con el tiempo… Además tiene que ver con volver a una tierra de adentro que no sé si es física. Tiene que ver con asumir lo que lleva como título el disco: no estamos solas. Una larga fila de ancestros está con nosotros y estamos rodeados de newenes porque este no es cualquier lugar. No solamente estamos en una de las ciudades más hermosas del mundo, además hay otro tipo de habitantes”, señaló.
Fuente: elcordillerano.com.ar