El presidente del Comité Cívico pro Santa Cruz es de origen croata. Sus padres huyeron de Yugoslavia luego de apoyar la invasión nazi, y hoy representa a las racistas elites cruceñas que ven peligrar sus privilegios ante un gobierno dirigido por un indígena. Marinkovic en una generación levantó un emporio empresarial, claro que con créditos estatales y granjerías de gobiernos de derecha y dictaduras militares.
Terrateniente, banquero, industrial, político. Branco Marinkovic (1967, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia), está presente en la vida de la región cruceña desde todos sus puntos cardinales. Su familia, de origen croata, recaló en el oriente boliviano después de la II Guerra Mundial. Hoy Branco es el rostro visible, blanco y exitoso, de la poderosa burguesía local. Reclama autonomía, pero se le acusa de secesionista, de querer balcanizar Bolivia desde su Departamento más rico. Es el croata en guerra con los indios. Es la némesis del presidente Evo Morales.
Pero, ¿quién es Marinkovic? Sus padres, Silvio y Radmila, huyeron de la Yugoslavia de Tito tras haber apoyado el régimen nazi en Croacia. «Escaparon hace 50 años. Cuando yo era chico, iba a Yugoslavia y allí veía los radicalismos del régimen comunista», recuerda Marinkovic. La mera idea del socialismo pregonado por Evo Morales se le atraganta. Admira a Estados Unidos, donde estudió ingeniería, y desprecia al presidente venezolano, Hugo Chávez.
Marinkovic es el rostro visible, blanco y exitoso de la poderosa burguesía de Santa Cruz
Su familia llegó sin nada a Bolivia e hizo las Américas en pocos años. Los gobiernos de derecha, sobre todo los militares, les beneficiaron y concedieron créditos a fondo perdido, tierras y privilegios sociales a las elites cruceñas. Silvio Marinkovic, su padre, se vinculó a ellos y, en menos de una generación, levantó un emporio empresarial.
Branco es su heredero. Sus propiedades incluyen hoy unas 10.000 hectáreas para cada uno de sus cultivos (arroz, soja, girasol y maíz), además de unas 15.000 cabezas de ganado. Sólo la fábrica de aceite IOL emplea a 400 personas y mueve anualmente 100 millones de dólares. A esta lista, Marinkovic le añade la propiedad del Banco Económico y unos ingresos anuales de unos 300 millones de dólares.
A nadie escapa que Marinkovic es quien tiene el cetro del poder de Santa Cruz. Desde el estratégico asiento que ocupa en la presidencia del Comité Cívico pro Santa Cruz, sumado a su rol empresarial, su figura ensombrece a la de su predecesor, el prefecto (gobernador) Rubén Costas. Si Evo Morales encarna el nuevo espíritu indígena que rige en Bolivia y que reclama el fin de siglos de explotación, Marinkovic es el gurú que dirige las almas de los cruceños, preocupados por mantener sus privilegios históricos.
El Gobierno le acusa de haberse apropiado ilegalmente de 26.951 hectáreas de tierras
En Los barones del Oriente, el poder en Santa Cruz ayer y hoy, los investigadores Ximena Soruco, Wilfredo Plata y Gustavo Madeiros identifican al Comité Cívico como «el brazo político fundamental de la elite intelectual», sobre el que se asienta la idea de pertenencia a la comunidad cruceña. Una identidad que, puesta al servicio del Estatuto de autonomía aprobado en 2008 por referéndum ilegal según Evo Morales, articula a la sociedad local detrás de los intereses de su clase dominante. El objetivo de esta elite es perpetuar sus privilegios.
RACISMO HACIA LOS INDIOS
Para ello, los intelectuales, que «profesan un racismo visceral antiindio», se apropiaron de los símbolos indígenas y blanquearon al camba (indio) para convertirlo en el resultado del mestizaje con los criollos. Hoy, muchos indígenas cruceños se miran en el espejo y ven a un camba. Insultan al aymara (etnia indígena), a sus propias raíces, para reafirmar la identidad blancocéntrica.
En cambio, Marinkovic representa la visión civilizada, moderna, productiva y globalizadora que la élite local presenta de sí misma.
De hecho, el núcleo duro del Estatuto tiene como pilares los capítulos dedicados a los recursos naturales. Se trata de un mecanismo para frenar la reforma agraria que intenta eliminar el latifundio, objetivo de Morales que termina siendo mera retórica, pues llevarlo a la práctica es imposible, al menos de momento y controlar los ingresos procedentes del gas, cuyo 80% está concentrado en Tarija y Santa Cruz.
«Claro que es un blindaje contra las reformas», opina la socióloga Claudia Peña. Un blindaje contra la nueva Constitución, que será sometida a referéndum el 25 de enero, y consagra los derechos indígenas a la tierra, al reconocimiento de su lengua y su cultura. También prevé que no puedan existir latifundios (no define su extensión) ni tierras improductivas.
Este es un capítulo que desvela a Marinkovic. Según el viceministerio de Tierras, el líder cruceño se ha apropiado ilegalmente de 26.951 hectáreas que corresponden a la Tierras Comunitarias de Origen de Guarayos. La misma acusación pende sobre otros latifundios, obtenidos de la persecución y esclavización de chiquitanos y quechuas.
BALCANIZACIÓN
«Si el Gobierno no cede, habrá guerra civil. Ellos tienen ahora la palabra», clamó Marinkovic este año. Sus amenazas dan bríos a quienes le acusan de estar a la cabeza de un ejército en Santa Cruz para balcanizar y dividir el territorio boliviano si avanza la Constitución de La Paz. Marinkovic lo niega. Pero vuelve a amenazar: «Si nos atacan, lo que yo pienso que no sucederá, tendrán que salir escapando de nuestra ciudad. Esto lo garantizo».
Al margen del supuesto ejército, Marinkovic financia y manda sobre la denominada Unión Juvenil Cruceñista (UJC). Este grupo parapolicial, que se mueve en modernas camionetas 4X4 con la esvástica nazi, se dedica a atacar a quienes rechazan el modelo autonómico propuesto por los cívicos.
En las calles de las zonas más acomodadas de Santa Cruz es común leer pintadas que rezan «haga patria, mate un indio». Nadie las quita. Algunas están gastadas de viejas. Aquí, ser blanco es un privilegio. Branco es el más blanco de todos.
Los unionistas están detrás. También de los bloqueos de carreteras y de los ataques a indígenas. Esta promoción del racismo ha sido denunciada por la Federación Internacional de Derechos Humanos, con sede en París. Pero Marinkovic, que ha criticado a los ponchos rojos como el supuesto brazo armado de Evo Morales, justifica la acción de la UJC. Tras cada enfrentamiento y algunos de ellos acabaron con muertos, como el domingo 4 de junio, durante la jornada de votación del Estatuto, Marinkovic ha respondido que la sangre derramada ha respondido a una «provocación».
Federico Peña