Como muchos indígenas en el mundo, los de EEUU también sufren el prejuicio y la discriminación. Se piensa que son poco civilizados, millonarios de casinos o que tienen genes propensos al alcoholismo. La imagen de sus vidas ha estado sujeta a la persistente distorsión de los medios masivos de identificarlos solo como los “pieles rojas” en las películas del oeste. Incluso hoy cientos de escuelas usan los símbolos y nombres indígenas para referirse a las mascotas de los deportes. Esto, ellos lo consideran ofensivo. Como dijo el Presidente Kennedy en 1963 “para un sujeto que ha aparecido y reaparecido con tanta frecuencia en las novelas, películas, televisión, el indígena americano es el menos conocido y el más incomprendido de todos nosotros”. Estos estereotipos persisten 50 años después.
No obstante ello, en Seattle, uno de los mayores centros industriales del país, hay dos iniciativas muy interesantes para promover la participación y conocimiento de los indígenas que viven en la ciudad. En el 2003, se creó el Consejo Consultivo de Nativos para la Policía. Un grupo de ciudadanos indígenas que voluntariamente trabaja con la policía para lograr un entendimiento mutuo y así eliminar los estereotipos que pueden conducir al abuso policial. También se ha hecho obligatorio en las escuelas de la ciudad, la enseñanza de cursos que cuenten la historia de los indígenas, sus luchas y sus culturas. Esto con el objetivo de que el intercambio y acercamiento cultural sea en ambas direcciones.
“Ha sido difícil mantener nuestra identidad pues hasta los años 70 nos obligaban a ir a escuelas donde se nos prohibía hablar nuestra lengua. Buscaban asimilarnos, extinguiendo nuestra cultura” nos cuenta una activista indígena Comanche que contribuyó a que el Presidente Nixon revirtiera esta situación. “No hemos dejado de ser indígenas porque usemos ropa moderna y celulares, viajemos en autos, tengamos empresas exitosas o incluso hablemos bien el inglés. Somos indígenas porque tenemos una identidad propia, una historia remota y una cultura diferente que nos hace sentir orgullosos”, concluye.
“Los pueblos han sobrevivido a cada contexto histórico porque han utilizado las herramientas existentes en cada época. Ahora es necesario prepararse, conocer las formas de generar dinero y usar las ganancias para promover nuestra cultura”, nos comenta el Director Ejecutivo de una corporación empresarial de indígenas en Albuquerque. Hace unos años, los dirigentes de los 19 pueblos indígenas de esta zona decidieron formar una empresa. Ahora esta corporación administra hoteles, gasolineras y locales de diversión y genera más de 35 millones de dólares en ganancias anuales. Lo interesante es que estas utilidades son destinadas en su integridad a financiar actividades que permiten mantener viva su cultura. Son un ejemplo de éxito en el país, pues sin un dólar del Estado han logrado la construcción de un centro cultural donde mantienen un museo, ejecutan proyectos para la revitalización lingüística y difunden sus costumbres.
Finalmente, otro elemento interesante es que a nivel político los asuntos indígenas no son exclusivos de los parlamentarios indígenas. De los 435 miembros que forman el Congreso norteamericano, solo 2 son indígenas. En el Senado ninguno de los 100 miembros lo es. Sin embargo, hay un “caucus” de 40 parlamentarios de los diversos partidos políticos que se han unido para, en conjunto, sumar esfuerzos legislativos que permitan promover las iniciativas indígenas. Obviamente hay limitaciones. Sin embargo, un contexto político así ha permitido, por ejemplo, pasar en pocos años de la casi extinción del hawaiano, a que sea una lengua viva y muy usada en las dependencias públicas del archipiélago. También que una represa que afectaba la pesca del salmón para los indígenas Elwha Klallam de Port Angeles sea destruida para que el ecosistema se recupere y su economía comunal se restaure.
En este viaje estoy acompañado de diversos líderes indígenas latinoamericanos. Por el Perú va Talit, una dirigente del pueblo indígena Shiwilo de Loreto, “aunque hay problemas aquí, no se comparan en nada con los que tenemos en Perú. Estados Unidos no es un paraíso pero no se tardan tres días en bote surcando el río para llegar a un hospital. Los idiomas indígenas no se han extinguido y los niños reciben una buena educación. Las empresas no entran a las tierras de las comunidades sin su permiso y los beneficios que reciben de éstas se pueden verificar. Aquí sí se percibe un Estado que promueve proyectos, respeta a los indígenas y no los olvida”. Esta reflexión resume muy bien que en el Perú, a diferencia de lo que algunas cifras económicas muestran, falta aún mucho para considerarnos un país desarrollado.
Por Daniel Sánchez Velásquez*
*Jefe del Programa de Pueblos Indigenas de la Defensoría del Pueblo. Abogado de la PUCP. Magíster en Derecho Constitucional por la Universidad de Sevilla. Autor de diversas publicaciones e investigaciones sobre Derecho Constitucional y Derechos Humanos. Autor del libro Discriminación y Medios de Comunicación. Análisis de las bromas raciales en la televisión peruana.