“El caso Padilla”, 40 años después

La fecha 27 de abril de 1971 parece intrascendente

“El caso Padilla”, 40 años después

Autor: Wari

La fecha 27 de abril de 1971 parece intrascendente. Más para nada lo es, pues ese día de manera oficial se marcó la ruptura de buena parte de la intelectualidad mundial con la Revolución Cubana.

Resulta que al caer la noche en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Uneac, se celebraría uno de los actos más siniestros de autoinculpación que hayan tenido lugar en todo los tiempos en el hemisferio occidental; la victima en cuestión sería nada más y nada menos que un poeta, Heberto Padilla (20 enero, 1932 – 24 septiembre, 2000).

Su agonía había comenzado justo cuatro años atrás, en 1967 cuando el jurado del premio de poesía de la Uneac, Julián del Casal, el cual estaba presidido por el poeta y novelista José Lezama Lima, le había concedido el primer premio a su libro Fuera del juego. El libro en cuestión abordaba uno de las relaciones que muy raras veces se da lugar en la literatura cubana, la relación poesía e historia.

El libro cuenta con versos como este que corroboran “la difícil relación”:

Ahí está nuevamente la miserable humillación

Mirándote a los ojos de perro

Lanzándote contra las nuevas fechas

Y los nombres.

¡Levántate miedoso.

Y vuelve a tu agujero como ayer, despreciado,

Inclinando otra vez la cabeza,

Que la Historia es el golpe que debes aprender a resistir.

La Historia es ese sitio que nos afirma y nos desgarra.

La Historia es esa rata que cada noche sube la escalera.

La Historia es el canalla

Que se acuesta de un salto también con la Gran Puta.

Resulta que el poeta Padilla, había trabajado a inicio de los años sesentas en la embajada cubana en Londres, allí, según diría años después en su libro La mala memoria, trabó amistad con intelectuales y artistas exiliados del campo socialista, como los checos Otta Sic y Karel Kosic, polacos, como Oscar Lange y Leazek Kolakowsky, húngaros, como Georg Lukács, y rusos como Evgueni Evtuchenko, quienes le advirtieron sobre los rigores de la vida en el socialismo y por qué no, fueron de cierta manera el motor impulsor de su famoso libro.

Este acto de “autoinculpación” celebrado en la Uneac habanera, ante los intelectuales cubanos más importantes del momento, resultaba el colofón de una detención que se le había realizado un mes antes a Padilla y a su esposa, la también poeta Belkis Cuza Malé (en la foto junto a su marido), por los órganos de la Seguridad del Estado.

Allí se le “preparó” para este día, donde “milagrosamente” el poeta Padilla se presentaba ante una repleta sala Villena de la Uneac no sólo “arrepentido” de haber escrito Fuera del Juego, sino también, como un equivocado “escritor burgués, indigno de ser leído por los obreros e incapaz de entender la complejidad del proceso revolucionario». Durante el penoso acto el poeta también habló de su impostergable necesidad de pensar y actuar como “alguien al lado de La Revolución.”

Padilla durante su auto recriminación involucró a otros artistas y escritores, los cuales también tuvieron que auto reprocharse su pobre relación con el “histórico momento que estaba viviendo el país.”

La intelectualidad mundial y sobre todo la que había mostrado hasta ese momento su apoyo incondicional a la Revolución Cubana no tragó el anzuelo, el montaje teatral ya era conocido; Stalin lo había estrenado en 1938 durante los tristemente celebres “Procesos de Moscú.”

Así que “el arrepentimiento” del poeta Padilla causó totalmente el efecto contrario al esperado.

Intelectuales que hasta entonces habían apoyado a la Revolución Cubana, suscribieron una carta donde condenaban el hecho y de paso concluían su apoyo al proceso cubano para comenzar a concebirlo desde ese instante como una simple dictadura.

De esta manera los Premios Nobeles de Literatura Jean Paul Sartre, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa junto a los también escritores Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Susan Sontang, Luis y Juan Goytisolo, etc., suscribirían la misiva. Los escritores Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Mario Benedetti, aunque condenaron el hecho, continuaron su relación de amistad con el gobierno cubano.

Padilla a partir del suceso tendría que vivir aún nueve años más de su vida en ostracismo, hasta que en 1980 pudo abandonar el país. Pero dejemos que sea el escritor Reinaldo Arenas desde su libro Antes que anochezca quien nos describa al poeta Heberto Padilla la última vez que lo vio en la isla:

“Cuando llegamos a la esquina de la calle 20 y la Quinta Avenida de Miramar, vi junto a uno de los grandes árboles que allí crecían a Heberto Padilla, que venía caminando por la acera; blanco, rechoncho y desolado, era la imagen de la destrucción. A él también habían logrado “rehabilitarlo”; ahora se paseaba por entre aquellos árboles como un fantasma.”

El caso Padilla no sólo significó un “parte aguas” en la relación de los intelectuales del mundo con la Revolución Cubana, sino que también marcó el comienzo, de manera explicita, de una política de “parametraje” hacia los artistas de la isla por parte del gobierno.

Política la cual el intelectual cubano Ambrosio Fornet ha nombrado como “EL Quinquenio Gris”, periodo que en realidad se extendió hasta 1980 y que imposibilitó a todo aquel que “no reuniera los parámetros políticos y morales” exigidos por el gobierno revolucionario, para desempeñar cualquier labor en la cultura.

La parametrización tenía como fin hacer a un lado del proceso revolucionario a homosexuales, y a todo aquel que su postura social pudiera considerarse “dudosa” hacia la Revolución o de “diversionismo ideológico.”

Por la importancia de este suceso para comprender a la Revolución Cubana creo que no se debe dejar pasar por alto, “la celebración” de los 40 años del suceso recogido en la historia de Cuba como: “El Caso Padilla.”

Por Alfredo Fernández

Tomado de www.havanatimes.org/sp


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