Los primeros en jugar a la pelota en tierras de la Provincia del Neuquén, Argentina, fueron los mapuches. Desde antes de la llegada de los españoles, el palín (en la foto) generaba pasiones similares a las que hoy provoca el fútbol. Cada equipo, armado de palos curvos, disputaba con su rival el control de un balón de cuero relleno de lana.
No eran los únicos. En la América precolombina existían entre los pueblos originarios al menos 10 juegos de pelota distintos. Los aztecas jugaban con un balón de hule, que asombró a los soldados de Hernán Cortés por la furia con la que rebotaba.
En un rincón del barrio San Lorenzo los chicos de la ciudad pueden ver, tocar y jugar con réplicas de esa pelota azteca y los bastones curvados mapuches. También hay trompos zumbadores, dados rayados y muñecos de formas extrañas, que hicieron reír hace miles de años a niños de distintas culturas del mundo. Forman parte de la colección del primer Museo de Juguete Étnico de la región, inaugurado hace un año.
Allí, Stela Ferrarese, especialista en educación física, expone el resultado de 34 años de investigación sobre algo en lo que pocos han puesto la lupa: cómo eran los juguetes que se perdieron con las colonizaciones y conquistas europeas. En las dos plantas de la calle Casilda 417, las escasas dimensiones de lo que alguna vez fue un garage se convirtieron en un espacio para aprender y divertirse un rato sin pilas, luces ni pantallas.
Stela bautizó al museo “Allel Kuzen”, que en tehuelche significa “jugar con huesitos” y alude a un entretenimiento indígena con dados rayados hechos de hueso.
Ese juego tiene variantes entre otros pueblos americanos, desde los tewas (en EE.UU.) hasta los mapuches patagónicos, que jugaban al kechukán con una piedra de cinco caras en forma de pirámide trunca. En la cueva Haichol, en Las Lajas, se encontró una de estas piezas talladas y profesores de Jujuy están investigando si tiene un pasado en común con un dado similar hallado en Casabindo.
Además de la exposición, la dueña del museo se ocupó de no perder el sentido lúdico de su trabajo. Por eso, hay varios tableros con juegos indígenas de estrategia, para que los chicos prueben sus habilidades, y un maniquí multiétnico, donde pueden asomar la cabeza y sacarse una foto.
Otros juguetes que causan sensación son el trompo zumbador, hecho con una gran una semilla agujerada a los lados, y unos discos de colores que cuelgan de un hilo que, al hacerlos girar, imitan el sonido de abejorros, provenientes tanto de la Amazonia como de Tailandia.
Ferrarese remarca que, además del aprendizaje para la supervivencia, los juegos permiten aprender matemáticas y estrategias de lógica. Por eso, afirma, “es bueno poder recurrir a estos juguetes simples, hechos con maderas y semillas, como un complemento de los videojuegos modernos”.
Para ella, el juego no es sólo cosa de niños y sirve como psicoterapia, de modo que los adultos también tienen las puertas abiertas en el museo. “Tenemos la mente occidentalizada y podemos descubrir que hay un mundo mucho más amplio”, subraya a modo de invitación.
Objetivo: el primer mundial en Brasil
Desde su casa en el barrio San Lorenzo, Stela Ferrarese trabaja contra reloj para preparar su viaje al primer mundial del juego indígena, que se hará del 20 de octubre al 2 de noviembre en Palmas, en el estado brasileño de Tocantins.
Participarán dos mil atletas de más de 40 grupos étnicos de 20 países, que recrearán deportes ancestrales de atletismo y destrezas físicas. Como no podía ser de otra manera, habrá juegos similares al fútbol, como el xikunahity, que se practica en el Mato Grosso, donde la pelota se maneja con la cabeza.
Como instancia previa a esa cita, el 17 de julio se celebrará en Argentina el primer Nacional de Juegos Indígenas. Será en San Francisco del Monte de Oro, en San Luis. En esta instancia, la neuquina Ferrarese participa colaborando con la organización.
“Cuando comencé con mi investigación, en 1982, mucha gente se reía y me decía que los indios no tenían juegos porque eran salvajes, por eso llegar a tener un mundial es un desafío que me encantará ver convertido en realidad”, destacó la mujer nacida en Italó, un pueblo ubicado en el sur de la provincia de Córdoba.
Fuente: lmneuquen.com.ar
Imagen: Periódico Ajayu. Campenato de Palín, Coquimbo 2012.