Una sensación de temor se registra en el llamado Norte Grande, desde 1.300 kilómetros al norte de esta capital hasta la frontera con Perú, luego de semanas de sismos que han desconcertado a los expertos.
El fenómeno se acentuó tras que el reciente sábado, ocho sismos de regular intensidad se sintieran desde Antofagasta hacia el norte, alcanzando magnitudes de hasta 5.8 Richter, que aunque no provocaron daños aumentaron el nerviosismo, acentuado por la irresponsable actitud del mas desbocado amarillismo de programas de televisión, donde brujos y videntes hablaron de terremotos y maremotos que al igual que en 1906 destruyeron desde San Francisco en California, hasta Valparaíso en ese país. Científicamente, en la medida de lo posible que no es mucha, se estima que en el Norte Grande hay acumuladas peligrosas tensiones entre las placas tectónicas, desde que en 1876 y 1877 chocaron y destruyeron lo que eran las pequeñas aldeas portuarias de Arica e Iquique y que eso, ahora, debería conducir a un gran movimiento telúrico, incluído un maremoto, en cualquier momento.
Expertos en sismología y de la Oficina Nacional de Emergencias (Onemí), aceptan no tener una idea cierta de lo que sucede aunque apartan aguas de los delirantes augurios apocalípticos que hablan que esta vez desaparecería El Salvador. Los científicos aceptan su desconcierto por la prolongación de los movimientos, que no guarda relación con experiencias en esta disciplina en ninguna parte del mundo.Para Sergio Barrientos, director del Centro Sismológico Nacional, resulta atípico la prolongación de la ola de sismos, lo cual según dijo no podría afirmarse si pertenece a réplicas de lo ocurrido desde comienzos de marzo frente a las costas de Iquique o un movimiento premonitorio de algo mucho peor.
«Estamos un poco confundidos también porque esta secuencia de supuestas réplicas se ha extendido un poco más allá en el tiempo de lo que uno podría esperar para un temblor de magnitud 6,7 que fue el que ocurrió cerca de Pisagua”, un puerto asalitrero semi abandonado, usado al menos dos veces como campo de concentración para presos políticos, afirmó el sismólogo.
Por Enrique Gutiérrez
La Jornada