La huelga de hambre que el presidente de Bolivia prolongó por 5 días es muestra de la visceral voluntad de los suyos: una cosmovisión indígena que no dejará de luchar -a cualquier costo- hasta ver plasmada plenamente su representatividad.
Durante el último fin de semana santo, la arena política latinoamericana encontró íntima relación con estas fechas. Evo, un presidente no católico, asumía un ayuno condicionado a la aprobación de los congresistas de una ley electoral transitoria que viabilizara las elecciones generales del 6 de diciembre próximo; fecha estipulada por la nueva Constitución Política del Estado, aprobada el 25 de enero de este año por votación popular.
La constante agitación política y social de Bolivia, producto de los choques entre un oficialismo reformista y una oligarquía económica que a toda costa busca entrampar los avances del proceso legitimado por el pueblo en las urnas, encontró esta vez un nuevo asidero de pugnas y provocaciones. La negativa de algunos parlamentarios neoliberales a aprobar una ley que debía ser votada en un plazo de 60 días -ya vencido a esas alturas-, frenaba las negociaciones y parecía dejar al asunto en un callejón sin salida. Nuevamente la derecha, mayoritaria en los escaños del Senado boliviano, bloqueaba con su omisión cualquier intento de avance democrático.
En este contexto fue que el primer mandatario inició una huelga de hambre indefinida al interior del Palacio Quemado -sede del gobierno-, acompañado por 15 dirigentes representantes de movimientos sociales, de la Central Obrera Boliviana (COB) y de la Coordinadora Nacional por el Cambio (CONALCAM). Para Morales, ésta era su segunda incursión en ayuno por presión. Ya lo había hecho en calidad de sindicalista cocalero en 1998, cuando llegó a estar 18 días sin ingerir alimentos por defender la hoja sagrada. Su nombre se sumaba al de Hernán Siles, quien había tomado medidas similares en calidad de Jefe de Estado en 1956 y 1984.
Desde Nueva York, la Asamblea General de Naciones Unidas emitió, esa misma mañana, un comunicado de apoyo a Morales. Su presidente, Miguel D’Escoto Brockmann, señaló que el mandatario iniciaba una huelga de hambre “hasta que el Congreso de su país apruebe una ley que otorga mayor representatividad a los sectores más desfavorecidos”. Desde Buenos Aires, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo dirigieron un mensaje de apoyo y valor hacia el presidente
Durante las noches de aquel fin de semana santo, una multitud hizo expectante vigilia en el corazón político del país. En el resto de los departamentos también se levantaron grupos de huelga en apoyo a la medida del presidente, calculándose en mil los activistas en ayuno repartidos en 30 ciudades durante el día viernes.
La medida de Evo provocó anticuerpos en los sectores derechistas que calificaron como “desatinada” e “irresponsable” la acción del primer mandatario. También hubo burlas, como la opinión de Carlos Dabdoub, uno de los más férreos opositores a Evo en su calidad de secretario de Autonomías de la Prefectura de Santa Cruz, quien dijo en tono irónico que la huelga obedecía a que “de repente el presidente Morales está un poquito gordo y su ropa de mil 500 dólares no le queda”.
La condición indígena de Evo Morales, inédita en presidente republicano alguno en el mundo, ha servido para que sus detractores utilicen odiosidades que rayan en el racismo y la intolerancia a la hora de dirigirse a él o hacia el sector social que es mayoría poblacional en el país. Mayoría que democráticamente ha demostrado su adhesión al reformismo que ha planteado Evo en cada uno de los comicios y referéndum que ha librado durante su mandato, fraudulentos para la oligarquía pero bastante bien evaluados por los observadores internacionales.
El lunes 13 de abril los congresistas consensuaron la nueva ley y la huelga de hambre fue bajada. Evo volvió a la calle con cinco kilos menos. Habló de que contaba con información de inteligencia sobre los preparativos de un nuevo golpe civil en su contra, mientras volvían a salir a luz pública planes de complot para asesinarlo. Y es que la sedición de la oposición boliviana continúa, mientras la legitimidad de un proceso que les es adverso los mantiene desorientados y sin un programa de trabajo propio. Ya ha quedado demostrado que la influencia de Estados Unidos en las políticas internas de nuestros países continúa, a pesar de la imagen de Chávez instruyendo a Obama sobre nuestros problemas con el obsequio de un ejemplar de “Las Venas Abiertas de América Latina”, del escritor uruguayo Eduardo Galeano.
por Patricio Jara
El Ciudadano