Pável Hernández calienta sus músculos poco antes del partido. Cuando la Federación Cubana de Béisbol firmó un contrato con las grandes ligas de EE.UU. su nombre aparecía entre los jóvenes talentos que podrían jugar en el país norteño. Pero la felicidad duró hasta que la entonces administración de Donald Trump echó abajo el acuerdo.
«En su momento fue un sueño para nosotros. Una esperanza de que las cosas iban a normalizarse. Después ver eso causa frustración», recuerda el jugador.
Una vez más el bloqueo y sus leyes. Cientos de beisbolistas cubanos abandonan el país en busca de un sueño, pero pocos lo alcanzan. Y para muchos de ellos, si el acuerdo se hubiese mantenido la situación del beisbol cubano sería diferente.
«Fuera es una cosa mucho más organizada. Nuestros peloteros allá son de las máximas estrellas. Tenemos unos cuantos peloteros y si ellos pudieran estar allá y aquí de una forma legal le aumentaría mucho el nivel a nuestro club», lamenta Pável.
Una larga lista de problemas
Historias como la de Carlos Gómez, artista y emprendedor, también reflejan las dificultades que impone el bloqueo. Hace algunos años, el joven fundó ‘Wajiros films’, una productora audiovisual privada. En este tiempo –cuenta– ha tenido que lidiar con las trabas internas en el país y con el bloqueo estadounidense.
«Digamos que una vez que has logrado cierto nivel, cierto desarrollo en tu negocio, entonces no puedes dar el salto. Ese salto que todo el mundo quiere. Crecer y hacer producciones audiovisuales más grandes o un restaurante más grande o brindar determinados servicios con una compañía como Airbnb», detalla.
Sin embargo, los gastos excesivos para adquirir equipamientos, las dificultades para acceder a las más importantes plataformas de ‘streaming’ o simplemente los contratiempos para inscribirse en un festival son parte de la larga lista de problemas.
Carlos también destaca el impacto que supone el bloqueo a nivel psicológico. «Que tú veas que vives en un país que no es tratado como un país normal», lamenta.
«Heridas entre seres queridos»
Pero el bloqueo no solo causa daños a los cubanos dentro de la isla, también a aquellos que viven dentro del estrecho de la Florida.
Vicente Amor, por ejemplo, lleva casi 20 años viviendo en la ciudad de Tampa, situada en el condado de Hillsborough, en la costa oeste de Florida, y ha visto con preocupación la herida que el bloqueo ha abierto en las familias y entre los seres queridos.
«Hay programas en los EE.UU. en los que a un hijo se le presiona, se le obliga a confesar que está en desacuerdo con su padre, que él no va a ayudar a su padre, que él no le va a mandar dinero a su madre. Son cosas que son antinaturales, fuera totalmente de los principios y de lo que el ser humano quiere», asevera.
Este cubano afirma que ha llegado a ser amenazado de muerte por su posición a favor de las buenas relaciones entre Cuba y EE.UU. Y aunque lamenta el extremismo y la intolerancia que aflora en buena parte de la comunidad cubana, Vicente confía en que estos malos tiempos queden atrás.
El 3 de febrero de 1962, hace exactamente 60 años, el entonces presidente de EE.UU. John F. Kennedy amplió el embargo contra Cuba ya aplicado desde la gestión de Dwight Eisenhower, y estableció un bloqueo comercial total contra la isla caribeña. El embargo no solo se sostiene hasta hoy, sino que además fue reforzado con numerosas medidas coercitivas y unilaterales de parte de la Casa Blanca, a lo largo de seis décadas y sostenido por 12 presidentes.
Cada año Cuba presenta ante Naciones Unidas un informe sobre las afectaciones del bloqueo estadounidense con datos y ejemplos concretos. Sin embargo, hay algo que no puede contabilizarse en un documento: los daños emocionales, las frustraciones y los sueños rotos que ha provocado esta política dentro y fuera de la isla.
Fuente RT
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