Hasta hace pocos días atrás, se decía que el gobierno de Benjamín Netanyahu podía haber sido el gobierno más derechista de la historia de Israel. En cambio ha nacido el gobierno más singular de toda la historia israelí.
No es una coalición completa porque la ganadora de las elecciones Tzipi Livni y su partido Kadima han declinado la oferta de formar parte del nuevo gobierno, y no es tampoco un gobierno de extrema derecha porque los laburistas (socialistas) de Ehud Barak han aceptado de formar parte de este singular ejecutivo como ministro de Defensa, olvidando que en ese gobierno participan los ultra-derechistas de Avigdor Lieberman.
Seguramente a los fundadores del partido laburista israelí que desde el nacimiento del Estado de Israel han tenido siempre un ideal socialista, no les habrá caído muy bien que el ex-ministro de defensa Ehud Barak, después del revés en las últimas elecciones haya aceptado dialogar con Netanyahu que ha creado el ejecutivo más abultado de la historia con 30 ministros para poder acontentar a todos sus aliados.
El ingreso de Barak en la nueva administración de gobierno israelí, no es suficiente a modicar el perfil de extrema derecha del Premier Benjamín Netanyah. El Likud, Yisrael Beitenu, los religiosos fundamentalistas del partido Shas y la Casa Judía, un pequeño partido que defiende los intereses de los colonos y abroga por trasladar a los palestinos en Jordania, forman un bloque bien claro de un extremismo radical-derechista y la presencia de los laburistas de Kadima hace que este nuevo gobierno sea bastante ambiguo.
Después de completar todas las alquimías políticas, el nuevo gobierno israelí tiene que hacer frente ahora a difíciles veríficas. Netanyahu ha siempre considerado imposible la convivencia de dos estados y acepta al máximo una autonomía en Cisjordania. Lieberman desearía expulsar de los territorios, incluso a los judíos-árabes. Los dos no tienen ninguna intención de despejar el terreno de los instalaciones de los colonos que los mismos tribunales del Estado de Israel consideran ilegales, más bien piensan aumentar y construir nuevas instalaciones para los colonos israelíes.
El nuevo Ministro de RR.EE., Avigdor Lieberman, ha asegurado que su país no está vinculado a los compromisos del proceso de Annapolis del 2007 para la creación de un estado palestino. “Hay un sólo documento que nos obliga (la Hoja de Ruta del 2003) y no la conferencia de Annapolis que no tiene validez” ha manifestado hace poco en una conferencia de prensa.
La prioridades del nuevo gobierno israelí crearán sin duda un desacuerdo tanto con los Estados Unidos como con la Unión Europea y no hablemos de la mano tendida de Barack Obama a Irán y del pedido de tener abiertos los pasos de la franja de Gaza para poder empezar su reconstrucción.
Hay siempre una esperanza: si la memoria no nos engaña, fue el extremista Menajén Begin a hosperdar el presidente egipciano Muhammad Anwar el-Sadat en Jerusalém en 1977 y a firmar el tratado de paz con Egipto en 1979 con la mediación del Presidente americano Jimmy Carter en Camp David.
Rodolfo Faggioni