Y declara “Cuando me enteré de que tenía sangre selk’nam, fue un motivo de orgullo, pero también sentí una responsabilidad. Sentí que tenía que investigar más sobre ello.”
También afirma haber notado que en su casa, aunque vivían como chilenos de cultura occidental, se mantenían algunas prácticas no compartidas con el resto. Un ejemplo eran las prácticas religiosas. Cuando mi mamá pedía algo, oraba a sus antepasados, no a Dios, como los católicos.
En sus investigaciones, comenzó por contactar a su tío,quien según relata el propio Keyuk, sentía reticencia de transmitir su cultura e ir respondiendo preguntas.
Una vez rota esa barrera, su madre le presentó al resto de su familia, que él no conocía, sobre todo a un tío. Al principio, él se mostró reticente a transmitir su cultura y responder a las preguntas que el joven investigador y sobrino le hacía. Pero, poco a poco, se dio cuenta de que el interés era genuino y empezó a enseñarle cosas del idioma selk’nam.
Luego de esta “iniciación” en la lengua y luego que su tío falleciera, Keyuk se dió cuenta con tristeza que era una lengua que ya no tenía hablantes. Por lo que decidió iniciar su propio rescate: “Empecé buscando conexiones familiares en Punta Arenas y descubrí que había grabaciones del selk’nam que habían hecho unos curas en el 1800.”
Las escuchó y empezó a hacer comparaciones entre lo que conocía por escrito y lo que decían esas grabaciones.
Keyuk se considera un reconstructor del idioma.
En sus búsquedas, Keyuk viajó para conocer a la única hablante nativa que quedaba en Chile.
“Cuando viajé a Puerto Williams a conocer a la abuela Cristina, conocí la postura política y social que allí tenían sobre su propia historia, sobre su propia identidad.La gente tiene incorporado ese estigma. A mí me dicen que soy el último hablante, y entonces cuando me van a conocer esperan conocer a un anciano.
Pero yo no soy el último hablante, porque puedo transmitir la lengua a las generaciones más jóvenes, a mis hijos, y entonces no voy a ser el último. Ahora soy el único, pero no el último,” declara.
La abuela Cristina, de la comunidad yagán, fue considerada la última hablante. Ella quería que la trataran también como la única, porque tenía esperanza de poder transmitir su idioma. Sus intentos fueron en vano, por lo que lamentablemente sí se la considera la última.
“Pero ella se puso a intentarlo a los 70 años y yo tengo 24, por lo que aún tengo esperanza”, declara keyuk.
En este proceso de búsqueda, Keyuk también ha aprendido cosas, como la arquería o la caza, cosas que hacían mis ancestros, para poder enseñarlas el día de mañana.
Keyuk Yanten es un poeta selk’nam y aquí puedes leer algunos de sus poemas:
Kwanneks sam (vena torcida)
Descalzo en campo amarillo me ví
K’tool-kétole ‘arwnchenk, xamnikaw, kartsxoweènn shinch ya’
Abrazando sierras yertas me elevé
‘arwnahapaik kwoi:n to:kenn mer ya’, shiachenn mer ya’
Y desde allí se dibujaba ante mí
Ass pèmothte t’watente ni: ya’
La inexpresiva cara de Tierra del Fuego
Karukinkákar onssonkaw koss
De vetustos y suaves surcos
k’lawxá ass sel twoyniken
De llanuras y quemadas líneas
wa aruinoto ass tatesh kecher
Las huellas aún frescas sobre la hierba quebrada
som te wenam xoshel echen fureska iyu
Revelan el paso de los grandes guerreros
Yikoa’ miyorxiten ni: tahuer pawin kùn
Cortando la estepa con arco y flecha
Te tohol me pan-he takar, wa ‘a ass yan
Dividiendo la inmensidad con ágil vuelo
Te merospe ‘arwn me pan-he, wa chey shiachen
Calculando y calculando el ojo sabio
Emkam ass Emkam te kaiker otrr
Me baña, me inunda, me lleva
y’kotchen, y’chown ti:en, y’ xammen ta’
Me muestra la extensión, la vida con ella
j’miyorxiten te ekstension, te wan ta’kash
Sobre vena torcida, comprendo que el camino es muy largo
som kwanneks sam, péwker toon vax kaiker ya’