«Aún es fecundo el vientre del que surge la bestia inmunda», Bertolt Brecht, Arturo Ui
Las consecuencias políticas del atentado ya son desastrosas para las clases populares y van a ser peores si no se propone ninguna alternativa política a la famosa «Unión Nacional».
En efecto, la manera de reaccionar de los medios de comunicación franceses y de la abrumadora mayoría de la clase política es criminal. Son estas reacciones las que son peligrosas para el futuro y las que llevan en sí mismas muchos «daños colaterales» y futuros 7 y 9 de enero cada vez más mortíferos. Comprender y analizar para actuar es la única postura que hoy permite evitar las instrumentalizaciones y desviaciones de una emoción, una cólera y una revuelta legítima.
La ocultación total de las causas
El hecho de no tener en cuenta las causalidades profundas e inmediatas, el aislar las consecuencias del contexto que las hace emerger y el no inscribir un acontecimiento tan violento en la genealogía de los factores que lo han hecho posible condena a la tetania en el mejor de los casos y en el peor a una lógica de guerra civil. Nadie en los medios de comunicación aborda hoy las causas reales o potenciales. ¿Por qué es posible que semejante atentado se produzca hoy en París? Como pone de relieve Sophie Wahnich, existe «un uso fascista de las emociones políticas de la masa» cuyo único antídoto es el «anudamiento posible entre las emociones y la razón» [2]. Lo que estamos viviendo actualmente es este confinamiento de los discursos mediáticos y políticos dominantes a una sola emoción ocultando totalmente el análisis real y concreto. Todo intento de análisis real de la situación tal como es o todo análisis que trate de proponer otra explicación que la proporcionada por los medios de comunicación y la clase política se convierte en una apología del atentado.
Mirada al vientre fecundo de la bestia inmunda
Miremos, pues, hacia las causas y, en primer lugar, a las que de ahora en adelante competen a la larga duración y a la dimensión internacional. Francia es una de las potencias que está más en guerra en el planeta. Desde Iraq a Siria pasando por Libia y Afganistán debido al petróleo, de Mali a la República Centroafricana pasando por Congo debido a los minerales estratégicos los soldados franceses contribuyen a sembrar la muerte y el desastre en los cuatro rincones del planeta. El final de los equilibrios mundiales surgidos de la Segunda Guerra Mundial con la desaparición de la URSS unido a la globalización capitalista centrada en el descenso de los costes para maximizar los beneficios y a la nueva competencia de los países emergentes convierten al control de las materias primas en la causa principal de las injerencias, las intervenciones y las guerras contemporáneas. El sociólogo Thierry Brugvin resume de la siguiente manera el lugar que ocupan las guerras en el mundo contemporáneo:
«La conclusión de la Guerra Fría precipitó el final de una regulación de los conflictos a nivel mundial. Entre 1990 y 2001 se disparó la cantidad de conflictos entre Estados: 57 conflictos importantes en 45 territorios diferentes. […] Oficialmente siempre se legitima por medio de móviles virtuosos el emprender la guerra contra una nación adversa: defensa de la libertad, democracia, justicia… En los hechos, las guerras permiten controlar económicamente a un país, pero también facilitar que los empresarios privados de una nación puedan acaparar las materias primas (petróleo, uranio, minerales, etc.) o los recursos humanos de un país.» [3]
Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 el discurso de legitimación de las guerras se construye esencialmente sobre el «peligro islamista» que contribuye a que se desarrolle una islamofobia a gran escala en el seno de las principales potencias occidentales, islamofobia que los propios informes oficiales se ven obligados a constatar. [4] Estas guerras producen al mismo tiempo un fuerte «odio a Occidente» en los pueblos que son víctimas de estas agresiones militares. [5] Las guerras que lleva a cabo Occidente son una de las principales matrices de la bestia inmunda.
Próximo Oriente y Medio Oriente son un reto geoestratégico fundamental en la voluntad de control de las riquezas de petróleo y gas. Las estrategias de las potencias occidentales en general y de las francesas en particular se despliegan en dos ejes: el fortalecimiento de Israel como base y pilar del control de la región, y el apoyo a las petromonarquías reaccionarias del Golfo.
De este modo, el apoyo incondicional al Estado de Israel es una constante de la política francesa que no conoce alternancia, desde Sarkozy a Hollande. El Estado sionista puede asesinar a gran escala con total impunidad. Sean cuales sean la magnitud y los medios de las masacres, el gerente local de los intereses occidentales nunca está verdadera y duraderamente inquieto. Así, François Hollande declaró durante su viaje oficial a Israel en Israel en 2013: «Seré siempre un amigo de Israel». [6]
Y también en este caso el discurso mediático y político de legitimación de este apoyo se construye sobre la base de una representación del grupo Hamás palestino pero también de la resistencia palestina en su conjunto (a través de recurrentes imprecisiones verbales), de la población palestina en su conjunto y de sus apoyos políticos internacionales, como portadores de un peligro «islamista». La lógica del «doble rasero» se impone una vez más a partir de un enfoque islamófobo adoptado por las esferas más altas del Estado y que retoman la gran mayoría de los medios de comunicación y de actores políticos. Este es el segundo perfil del vientre de la bestia inmunda.
Estos factores internacionales se conjugan con factores internos de la sociedad francesa. Antes hemos puesto de relieve la islamofobia de Estado, propulsada por la Ley sobre el pañuelo en 2004 y mantenida después regularmente (discurso sobre las revueltas de los barrios populares en 2005, Ley sobre el niqab, «debate» sobre la identidad nacional, Circular Chatel y exclusión de las puertas de salida de las escuelas de aquellas madres que lleven velo, acoso a las estudiantes de instituto que lleven faldas largas, prohibición de las manifestaciones en apoyo al pueblo palestino, etc.).
Hay que poner de relieve ahora que ninguna respuesta de las fuerzas políticas que se declaran de las clases populares ha hecho frente a este clima de islamofobia. Y lo que es más grave, en varias ocasiones se ha producido un amplio consenso con el pretexto de defender la «laicidad» o de no relacionarse con «quienes defienden a Hamás». Desde la extrema derecha a una parte importante de la extrema izquierda se han presentado los mismos argumentos, se han construido las mismas separaciones, se han producido las mismas consecuencias
El resultado de ello no es otro que el arraigo aún más profundo de las islamalgamas*, la profundización de una división en el seno de las clases populares, el debilitamiento aún mayor de los ya debilitados diques antirracistas y una violencia concreta o simbólica ejercida contra las y los musulmanes. Como propone Raphaël Liogier, este resultado se puede describir como la difusión por parte de un sector importante de la sociedad del «mito de la islamización» que desemboca en la tendencia a constituir una «obsesión colectiva». [7]
La tendencia a la producción de una «obsesión colectiva» aumentó todavía más con el reciente tratamiento mediático de los casos Zemmour y Houellebecq. Tras haberle ofrecido múltiples tribunas, Eric Zemmour fue despedido de I-télé por haber propuesto la «deportación de los musulmanes franceses». Esto le permite dárselas de víctima en el contexto de esta obsesión colectiva que hemos mencionado. Por lo que se refiere al escritor [Michel Houellebecq] lo defienden muchos periodistas con el pretexto de que no se puede confundir ficción y realidad. No obstante, en ambos casos queda una profundización del sentimiento de «la obsesión colectiva» por una parte y el sentimiento de ser una vez más insultado permanentemente por otra. Este es el tercer perfil del vientre de la bestia inmunda.
Este factor interno de una islamofobia banalizada tiene unos efectos decuplicados en el actual contexto del debilitamiento económico, social y político general de las clases populares. La pauperización y la precarización generalizada se han vuelto insoportables en los barrios populares. De ahí se desprenden unas relaciones sociales marcadas por una violencia cada vez mayor contra uno mismo y contra las personas cercanas. A ello se une el descenso de clase social de una parte importante de las clases medias, así como el temor a ese descenso en aquellas personas para las que las cosas todavía van bien, pero que no son «de buena familia». Cuando estas últimas personas se sienten en peligro disponen entonces de un blanco consensual que ya está completamente calificado de legítimo tanto mediática como políticamente: el musulmán o la musulmana.
El debilitamiento afecta aún más al componente surgido de la inmigración de las clases populares, que se enfrenta a las discriminaciones racistas sistémicas (ángulo absolutamente muerto de los discursos de las organizaciones políticas que se declaran de las clases populares), las cuales producen unas trayectorias de marginación (en la formación, en la búsqueda de vivienda, en la relación con la policía y con los controles según el color de la piel**, etc.). [8]
La profundización de la división entre dos componente de las clases populares en una lógica de «dividir a quienes deberían estar unidos (los diferentes componentes de las clases populares) y de unir a quienes deberían estar divididos (las clases sociales con intereses divergentes)» es el cuarto perfil del vientre de la bestia inmunda.
¿Qué pare este vientre?
Esta matriz es claramente propicia para la emergencia de trayectorias nihilistas que se traducen en la matanza de Charlie Hebdo. Estas trayectorias, que son extremadamente minoritarias, son una producción de nuestro sistema social, así como de las desigualdades y discriminaciones generalizadas que lo caracterizan.
Pero lo que las reacciones al atentado han revelado es igual de importante y cuantitativamente está mucho más extendido que la opción nihilista (¿por ahora?). Sin poder ser exhaustivos, recordemos algunos elementos de estos últimos días. Por lo que se refiere a los discursos, tuvimos a Marine Le Pen exigiendo un debate nacional contra el «fundamentalismo islámico», al bloque identitario que declaraba la necesidad de «poner en tela de juicio la inmigración masiva y la islamización» para luchar contra el «yihadismo», al periodistas Yvan Rioufol de Le Figaro que conminaba a Rokhaya Diallo de desolidarizarse en RTL, a Jeannette Bougrab que acusaba a «quienes han calificado a Charlie Hebdo de islamófobo» de ser los culpables del atentado, sin contar todas las declaraciones que hablaban de «guerra declarada». A estas palabras se unen los pasos al acto de estos últimos días: una miembro de Femen se filma quemando y pisoteando El Corán, se producen unos disparos contra la mezquita de Albi, aparecen unas pintadas racistas en las mezquitas de Bayona y Poitiers, se lanzan granadas contra otra en Mans, se producen disparos contra una sala de oración en Port la Nouvelle, se quema otra sala de oración en Aix les Bains, se cuelgan una cabeza y vísceras de jabalí ante una sala de oración en Corte, Córcega, un kebab es objeto de una explosión en Villefranche sur Saône, un automovilista es el blanco de unos disparos en el Vaucluse, se molesta a un estudiante de secundaria de origen magrebí de 17 años durante un minuto de silencio en Bourgoin-Jallieu en Isère, etc. Estas palabras y actos muestran la magnitud de los daños que ya han causado las últimas décadas de banalización islamófoba. También forman parte de la bestia inmunda.
La bestia inmunda se encuentra también en la sangrante ausencia de indignación frente a las innumerables víctimas de las guerras imperialistas de estas últimas décadas. Al reaccionar a propósito del 11 de septiembre la filósofa Judith Butler se pregunta sobre la indignación desigual. Pone de relieve que la justificada indignación por las víctimas del 11 de septiembre se acompaña de una indiferencia por las víctimas de las guerras emprendidas por Estados Unidos: «¿Cómo es que no nos dan los nombres de los muertos de esta guerra, incluidos aquellos a los que ha matado Estados Unidos, aquellas personas de las que nunca tendremos una imagen, un nombre, una historia, nunca tendremos el menor fragmento de testimonio sobre sus vidas, algo que poder ver, tocar, saber?». [9]
Esta indignación desigual está en la base de un proceso de producción de una división muy real en el seno de las clases populares. Y es esta división la que es portadora de todos los peligros, sobre todo en un periodo de construcción de «la unión nacional», como el actual.
La unión nacional que sueñan con construir es «todas y todos juntos contra aquellos que no son de los nuestros, contra aquellas y aquellos que no enseñen su patita blanca***».
Una formidable instrumentalización política
Pero el escándalo que vivimos hoy no se detiene ahí. Con un cinismo consumado se despliegan todo el día instrumentalizaciones de la situación y del pánico que esta suscita.
* Refuerzo de la seguridad y ataques contra las libertades democráticas
Algunos, como Dupont Aignan, reclaman «más flexibilidad a las fuerzas del orden» aunque el pasado otoño ya se votó una nueva «ley antiterrorista». Y haciéndose eco, Thierry Mariani alude a la Patriot Act estadounidense (cuya consecuencia fue un grave ataque contra las libertades individuales con el pretexto de la lucha contra el terrorismo): «Estados Unidos supo reaccionar tras el 11 de septiembre. Se ha denunciado la Patriot Act, pero desde entonces no ha habido atentados, aparte del de Boston». [10]
Instrumentalizar el miedo y la emoción para reforzar unas leyes y medidas liberticidas es la primera manipulación que se pone hoy a prueba para medir las posibilidades en materia de regresión democrática. Determinadas reivindicaciones legítimas y urgentes se vuelven ya inaudibles debido al enorme aumento de las medidas de seguridad que tratan de aprovecharse de la situación: por ejemplo, será mucho más difícil llevar a cabo la lucha contra los controles según el color de la piel y continuarán las humillaciones cotidianas que estos producen en medio de la indiferencia general.
* La unidad nacional
La construcción activa y determinada de la unidad nacional es la segunda instrumentalización importante en curso. Permite poner en sordina el conjunto de las reivindicaciones que traban el proceso de desregulación generalizada. Por muy burdo que sea, es eficaz en un clima de miedo generalizado, que el conjunto de los medios de comunicación producen cotidianamente. En algunas ciudades la unidad nacional se ha extendido ya al Frente Nacional que ha participado en las concentraciones de apoyo a Charlie Hebdo. [La ex ministra francesa de Justicia Rachida] Dati y [el ex primer ministro francés François] Fillon se indignan ya de «la exclusión» de Marine Le Pen de la unidad nacional. Esta «unidad nacional» también es lo que más daño político ha provocado puesto que destruye las raras referencias positivas que pudieran existir antes en términos de posibles alianzas e identidades políticas.
* La conminación a justificarse
Otra instrumentalización es la permanente conminación que se hace a los musulmanes reales o supuestos a justificarse por unos actos que ellos no han cometido y/o a desmarcarse de los autores del atentado.
Este hecho de ser permanentemente acusado es humillante. A nadie se le ocurrió exigir a los cristianos reales o supuestos una condena cuando el noruego Anders Behring Breivik asesinó a 77 personas en julio de 2011 reivindicándose como islamófobo y nacionalista blanco.
Tras esta conminación se encuentra la lógica que plantea que el islam es por esencia incompatible con la República. De esta lógica se desprende la idea de poner a los musulmanes, reales o supuestos, bajo vigilancia no solo policial, sino también de los medios de comunicación, de los profesores, de los vecinos, etc.
* ¿Ser Charlie? ¿Quién puede ser Charlie? ¿Quién quiere ser Charlie?
Por último, la consigna «todos somos Charlie» es la ultima instrumentalización desplegada estos días. Si el atentado contra Charlie Hebdo es condenable, sin embargo está fuera de cuestión olvidar el papel que ha desempeñado este semanario en la construcción del actual clima de islamofobia.
También está fuera de cuestión olvidar las odas a Bush que acogían sus páginas cuando este impulsaba esta famosa «guerra contra el terrorismo» en Afganistán y después en Iraq. Estas tomas de postura escritas o dibujadas no son detalles o simples diversiones sin consecuencias: son el origen de múltiples agresiones a mujeres veladas y de muchos actos contra lugares de culto musulmanes. Sobre todo, este semanario ha contribuido enormemente a dividir a las clases populares en un momento en que más que nunca necesitaban unidad y solidaridad. No somos más Charlie ayer que hoy.
Los tiempos que se avecinan van a ser difíciles y costosos. Para detener la escalada tenemos que acabar con la violencia de los dominantes: tenemos que luchar para parar las guerras imperialistas en curso y derogar las leyes racistas. Para detener la escalada tenemos que desarrollar todos los marcos y acontecimientos de solidaridad destinados a impedir la invasión de palabras o de actos racistas y, sobre todo, islamófobos. Para detener la escalada tenemos que construir todos los espacios posibles de solidaridad económica y social en nuestros barrios populares, con total autonomía respecto a quienes predican la unión nacional como perspectiva.
Necesitamos más que nunca organizarnos, cerrar filas, rechazar la lógica que «divide a quienes deberían estar unidos y une a quienes deberían estar divididos». Más que nunca tenemos que designar al enemigo para construirnos juntos: el enemigo es todo aquel que nos divide.
Said Bouamama*
Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
* Animador del Collectivo Manouchian, sociólogo, militante asociativo y político. Su especialidad es la inmigración, las discriminaciones y el racismo como procesos de dominación. Said Bouamama fue uno de los participantes de la Marcha por la Igualdad de diciembre de 1983 en la que convergieron hacia París miles de personas que luchaban por acabar con el racismo y las discriminaciones masivas del estado francés hacia una parte de sus ciudadanos, en especial aquellos de origen magrebí, en un contexto generalizado de crímenes racistas y banalización de la extrema derecha. Acaba de publicar Figures de la Révolution Africaine (de Kenyata à Sankara), Editions La Découverte, 2014. También es el autor de Les classes et quartiers populaires. Paupérisation, ethnicisation et discrimination, Éditions du Cygne, 2009; La France: Autopsie d’un mythe national, Larousse, 2008 y L’affaire du foulard islamique: production d’un racisme respectable, Le Geai bleu, 2004, entre muchas otras obras.
NOTAS:
[1] Por una parte es demasiado pronto para decirlo y por otra el resultado es el mismo.
[2] Sophie Wahnich, La révolution française, un événement de la raison sensible 1787-1799, Hachette, París, 2012, p. 19.
[3] Thierry Brugvin, Le pouvoir illégal des élites, Max Milo, París, 2014.
[4] Djacoba Liva Tehindrazanarivelo, Le racisme à l’égard des migrants en Europe, éditions du Conseil de l’Europe, Estrasburgo, 2009, p. 171.
[5] Jean Ziegler, La haine de l’Occident, Albin Michel, París, 2008.
[6] Le Monde, “Hollande «ami d’Israël» reste ferme face à l’Iran”, 17-11-2013.
* N. de la t.: “Islamalgame” es un neologismo creado para expresar todas las amalgamas, siempre con connotaciones negativas, que se hacen a propósito del islam (islam y terrorismo, islam y delincuencia, etc.).
[7] Raphaël Liogier, Le mythe de l’islamisation, essai sur une obsession collective, Le Seuil, París, 2012.
** N. de la t.: “contrôles au faciès” en el original. Se refiere a los controles policiales que se hacen en Francia sobre todo a las personas que no son de piel blanca y que los sufren con mucha más frecuencia que aquellas que tienen la piel blanca
[8] Véase sobre este aspecto mi último artículo en mi blog, “Les dégâts invisibilisés des discriminations inégalité sociales et des discriminations racistes et sexistes”, https://bouamamas.wordpress.com/
*** N. de la t.: Hay un juego de palabras intraducible con la expresión “montrer patte blanche”, cuyo origen está en una fábula de La Fontaine de la cabrita que pedía al lobo que enseñara su patita blanca para poder entrar y que actualmente significa “enseñar un signo de reconocimiento convenido, decir la contraseña necesaria para entrar en algún lugar”. Su traducción literal sería “enseñar la pata blanca”.
[9] Judith Butler, citada en Mathias Delori, “Ces morts que nous n’allons pas pleurer”, http://blogs.mediapart.fr/blog/math…, consultado el 9 de enero de 2015 las 18:00 h.
[10] Le Parisien, 8-01-2015