Nicolasa Quintremán, comunera mapuche pehuenche que se enfrentó a Endesa y su hidroeléctrica Ralco en Alto Bío Bío, un referente de historia ancestral del pueblo mapuche. “En el día a día ella hizo su lucha sola, con sus más cercanas y su comunidad, mas al final igualmente sola. Si no fuera por su entendimiento mapuche del universo, que es de donde se afirmó para resistir tanto, su lucha habría sido diferente”.
Su nombre real es Awinmañ, pero nosotros los winkas la conocimos como Nicolasa, la comunera de Alto Bío Bío que vivió luchando por su Ñuke mapu. “Es nuestra madre tierra, en ella está nuestra vida y nuestra forma de ser como mapuche. No nos vamos a ir, ¡que se vayan ellos, que se vayan, que se vayan!”, decía y gritaba Quintremán, al tiempo que golpeaba la mesa como a ella le gustaba hacerlo.
“Nicolasa era una mujer pequeña, que siempre se ponía colorete en sus mejillas y usaba un pañuelo de colores en el pelo. Esa tarde nos tomamos un par de mates. En sus ojos se veía la determinación de su lucha. Ella no era alguien que se daría por vencida”, así recuerda Claudio González, académico de la Universidad de Concepción y mapuche pehuenche, a Nicolasa Quintremán, haciéndole un homenaje titulado “La pajarito fío fío”. Como Claudio, son varios los que pasaron por su casa hallando un consejo sabio, un reto con cariño y un dolor en el alma que no dejaba tranquila a la Ñaña como le decían sus cercanos.
Guillermina Raiman, mapuche quien también compartió con Nicolasa, describe a la dirigente como una persona llena de energía y conocimiento. “Uno con ella se sentía tremendamente grande, inmediatamente querías hacer lo mismo al ver la fuerza con que daba la lucha. Era increíble.” Raiman, ahora recuerda las palabras que entonces le oyó decir, “independiente de que uno como mapuche no sepa ni siquiera el idioma, uno tiene que hablar, hablar no más y si me entiende el winka bien sino no importa, yo tengo que decir las cosas y alguien me va a tener que entender.”
Nicolasa se transformó en la líder de la resistencia a la hidroeléctrica Ralco de la empresa Endesa Chile, junto a su hermana Berta fueron una de las fervientes opositoras a las que se tuvo que enfrentarse el gobierno y la represa por incesantes años. “Yo los correteaba y les decía, seré como seré, seré pobre, seré como seré, pero donde me crié”, decía Nicolasa cuando describía sus conversaciones con quienes por mucho tiempo intentaron convencerla del traslado de tierras, “Váyanse, así le decía y los echaba bien lejos”. Si bien el año 2002, luego de marchas y manifestaciones, la dirigenta llegó a un acuerdo con Endesa, esto fue a años de una ardua pelea en la que quedó cada vez más sola. José Paillal Huechuqueo, mapuche que visitó su casa, cuenta que si bien Nicolasa permutó, esto fue cuando la central ya estaba hecha y su comunidad entera se había ido.
“Lo que más nos queda es lo mapuche que ella era y es lo que debemos rescatar como pueblo para poder seguir”, dice Paillal Huechuqueo. “Nos queda esa consecuencia mapuche y esa visión de cuando ella decía que más valía el sol que el dinero. También nos queda su fuerza y decisión de ir a denunciar y reclamar”, dice José quien recuerda cuando Quintremán se enfrentaba a carabineros, llegando incluso a quedar presa y recibir maltratada. “Lo que nosotros conocemos fue lo que muchas veces salió en los medios de comunicación, pero en el día a día ella hizo su lucha sola, con sus más cercanas y su comunidad, mas al final igualmente sola. Si no fuera por su entendimiento mapuche del universo, que es de donde ella se afirmó para resistir tanto, su lucha habría sido diferente”.
José Paillal Huechuqueo relata que muchas veces se cortaron caminos que nadie sabía quiénes habían sido, “pero eran ellas, mujeres mapuches, generalmente mayores, que iban con Nicolasa. Esta parte de la lucha se desconoce, pero algunos tuvimos el privilegio de conocerlo”.
Este 24 de diciembre, el cuerpo de Nicolasa Quintremán apareció sumergido en las artificiales aguas del lago Ralco. Según las investigaciones del SML y la confirmación del fiscal a cargo, la dirigente pehuenche habría caído en el embalse por accidente, posiblemente ayudada de su avanzada ceguera. De setenta y cuatro años, la Ñaña encarnó lo que tanto intentó gritar por dieciocho años, esta hidroeléctrica sólo significa la condena y la muerte de un pueblo, la muerte de los hombres de la tierra. Este embalse, así lo reconocen y denuncian varios, venía matando a la comunera desde hace tiempo a vista y paciencia de los chilenos que hoy tanto la recuerdan.
Por María Jesús Ibáñez Canelo
El Ciudadano