En un mundo globalizado, con el pastiche característico de la cultura posmoderna, sorprende que haya reductos ligados a la música que construyan y discutan sobre identidad. Lúcidamente, no apelan al purismo, parten del mestizaje, y se atreven a elaborar redefiniciones que van desde lo musical para llegar a toda la cultura.
Aunque recién en 2006 los diaguitas fueron reconocidos por el Estado de Chile como pueblo originario –en un “acto de justicia histórica”, de acuerdo a Bachelet– y que, según estudios recientes, el término es una denominación Inca que los españoles utilizaron para nombrar a changos, quechuas, aymaras y otros pueblos de esta zona, la sensación de arraigo e identidad ha permeado generaciones y se ha instalado con fuerza como eje de la producción cultural local, en el territorio que va desde el río Copiapó al Choapa.
Jorge Araya es guitarrista de la banda de blues-rock Magnolia. Nació en La Serena, y tras vivir una década en Santiago y de viajar por países de Sudamérica con su grupo, retornó a su tierra, para comunicar a las nuevas generaciones de músicos lo que había aprendido.
Por ahí nace Rock Diaguita, “una idea de unir, de conectar la mente con la tierra y desde ahí lograr el auto-reconocimiento personal y de identidad local tan necesaria hoy en día en un mundo globalizado”, explica.
Se reunió con Rodrigo Órdenes, líder de Tumbo de la Hecatombe, banda con más de diez años de trayectoria, quien compartía ideas y sentimientos con Araya.
Rock Diaguita se complementó con el trabajo del etno-músico Jimmy Campillay, que ha estudiado por más de una década los instrumentos vernáculos y con quien Órdenes realizó el documental “Diaguitas: Cultores de la música”.
“Nos hemos reconectado con los sonidos de la tierra, de los cactus, espinos, de las estrellas, de los ríos de nuestros valles transversales: Elqui, Limarí y Choapa”, explica Araya, aclarando que las fronteras del concepto son distintas a las de Chile, e incluyen, por ejemplo, la provincia argentina de San Juan.
MÁS ALLÁ DEL ESTILO, EL RITUAL
Según explica el vocalista de Tumbo, Rock Diaguita “no es una organización cultural ni un proyecto específico, sino una forma de vida, de ver y relacionarse con la gente y el mundo”.
Por eso, al revisar el listado de los que pululan alrededor del concepto hay investigadores, cantores populares, y rockeros de distintos estilos e intensidades: Guanchal (Sonido Diaguita), Magnolia, Tumbo, Doctor Demencia, Los Changos, Oscar Ahuyón, Banduca Tranquillana, y Café Mandala, constituyéndose más como una plataforma comunitaria que como una simple escena musical.
De acuerdo a los músicos, se trabaja en torno al concepto ancestral “Ayni”, palabra del quechua que significa cooperación y solidaridad. “Más que una palabra es una forma de vida que se origina en los tiempos pre-hispánicos y que se manifiesta en relaciones sociales basadas en la ayuda mutua y reciprocidad; dar la mano en momentos difíciles, lo que se devolverá”, afirman.
Sobre la variedad musical explican: “Nuestra identidad la definimos a partir de los colores ocupados por los mismos ancestros diaguitas: El negro da la intensidad del rock en sus estilos más pesados: El metal, el hardcore y el punk, la oscuridad y la intensidad de la rebeldía. En el terracota, encontramos los sonidos vernaculares, el sonido más cercano a lo original y a lo étnico, en honor a la pachamama, que nutre con su profundidad; y el color blanco, nos conecta con la música acústica, con los planos meditativos y el silencio celestial”.
La práctica del “Ayni” se concreta en lo que denominan como un “ritual-show”, que se compone de una introducción a cargo de Guanchal, dirigido por Campillay, en la que participan todos los músicos del evento. Luego de cada presentación particular, hacia el final se vuelve al ritual colectivo de Guanchal, para salir del escenario soplando pifilcas e instrumentos vernáculos, en la vena de otras agrupaciones como la (Pi)Chimuchina, aunque con sus particularidades sonoras y coreográficas de acuerdo a su zona de referencia.
TAREAS
Para cumplir con los objetivos que se han propuesto, en concordancia con las leyes de sociabilidad indígena que obedecen al respeto por los ancestros y abuelos de las tribus, han privilegiado la trayectoria musical o artística como eje preponderante en la dirección y participación en las tareas.
Más allá de la organización de eventos culturales, se encuentran desarrollando talleres de música y espiritualidad en sectores de La Serena como Las Compañías, además del trabajo que Campillay ha realizado a lo largo de los años en su ámbito de estudio y que ha socializado en diversas zonas de la región.
El colectivo ganó un Fondo Cultural del Gobierno Regional y además el derecho de promocionarse en ferias culturales nacionales efectuadas en su región.
Para Órdenes, la idea ha sido “reconectar a los jóvenes músicos y no músicos con las raíces, lograr el rescate del alma local o identidad y proyectar la expresión musical creacional”. Además, recalca la importancia de valorar y reconocer al colectivo multi-indígena Diaguita, en la trascendencia que tiene su cultura para la tradición del norte del país.
Señala que en el norte hay mucha creación, aunque faltan espacios para difundir. Por eso, la urgente necesidad de proyectar un colectivo, un concepto, una estrategia, sobre la cual reunir a creadores e investigadores que, más allá de su actividad particular, comparten el arraigo con su tierra y su cultura, tomándolo como centro sobre el cual gravitar en una época que somete, más que nunca, a tensión la posibilidad de una identidad local.
Para escuchar:
www.myspace.com/tumbodelahecatombe
www.myspace.com/bandadoctordemencia
Por Cristóbal Cornejo
Cultivos Chilenos, suplemento arte & cultura
El Ciudadano Nº112, segunda quincena octubre 2011