Ha pasado una semana desde que Alexis Tsipras ganó con contundencia las elecciones en Grecia. Una semana que ha centrado la atención de todo el mundo, días en los que hemos visto declaraciones y actos de los principales miembros de Syriza ocupando las portadas en Grecia y en el extranjero. Syriza, un partido de izquierdas, con una trayectoria larga pero más bien modesta hasta ahora en la vida política griega, ahora integra el Gobierno, acabando con el bipartidismo que desde el 1954 gobernaba el país (con la oscura excepción de la dictadura). Sólo este hecho sería suficiente para vislumbrar que en Grecia pasa algo. No obstante, esta primera semana de Syriza en el poder ha provocado acontecimientos que no han pasado desapercibidos.
Tsipras pudo formar Gobierno en un plazo de 24 horas con el respaldo de los Anel, un partido de centro-derecha, en una coalición que según algunos medios ha asustado a muchos, aunque los mismos medios no se han molestado en explicar a fondo la razón del supuesto susto. Por muy inesperada que parezca, la opción de pactar con Anel es la que puede resultar más sólida (en comparación con las demás posibilidades, Potami o Pasók) y la en que más puntos de referencia comunes hay. Al fín y al cabo, si existió un pacto verdaderamente “impío” en Grecia no es otro que el que se fraguó entre ND y Pasók, el tradicional dipolo de competencia en el país.
Las primeras 24 horas de Tsipras como primer ministro estuvieron llenas de simbolismos, que motivaron críticas pero también muchos aplausos. Tsipras se presentó ante el presidente de la República sin corbata y prefirió realizar un juramento civil y no religioso. En un país donde hace unos años la Iglesia Ortodoxa Griega convocó una manifestación contra la decisión del gobierno de entonces de abolir el apartado “Religión” del carné de identidad, el acto de Tsipras (que el día siguiente imitaron sus ministros) provocó polémica; pero también voces de apoyo, incluso desde dentro de la misma Iglesia.
Polémica ha generado también que en el esquema del nuevo Gobierno, con 38 altos cargos (entre ministros y subministros), sólo haya 6 mujeres. Y ninguna de ellas es ministra. La única mujer que en los primeros puestos es la nueva presidenta del Parlamento heleno, Zoe Konstantopulu, abogada e hija del antiguo presidente de Syriza (cuando todavía se llamaba “Synaspismós”), Nikos Konstantópulos.
La estrella del nuevo gabinete no es otro que el economista y escritor Yanis Varufakis. Y no sólo porque su cartera es la más “caliente” dentro del gabinete. Poco convencional, tanto por su manera de vestir, con sus chaquetas de cuero, como por sus opiniones heréticas sobre la trayectoria de la economía griega durante los últimos años, Varufakis quiere personificar el fín de las políticas de austeridad en Grecia y al mismo tiempo es el que presionará más para que se convoque una conferencia internacional sobre la deuda.
Pero al margen de personas, es el propio programa gubernamental de Syriza el que ha provocado reacciones contradictorias desde los primeros días. Medidas incluidas en el programa electoral (el famoso “plan de Tesalónica”) de Syriza, se confirmaron ahora por los ministros de Tsipras al asumir sus nuevos cargos. El subministro de Reforma Administrativa sostuvo que los empleados públicos despedidos de manera incostitucional durante los últimos 18 meses volverán a sus puestos de trabajo. ¿Y de dónde sacarán los fondos para pagar los costos de su contratación?, se ha preguntado la oposición, Nueva Democracia. La respuesta, sin embargo, está en el mismo presupuesto de 2015 que ND aprobó en noviembre, que preveía la contratación de 15.000 empleados públicos a lo largo del año. La suspensión de las privatizaciones en curso (como la de la empresa pública de electricidad, de los puertos de Pireo y Tesalónica, y de la empresa pública de petróleo) es otro punto clave del programa gubernamental de Syriza que se ha anunciado como política oficial del Gobierno esta semana.
Pero en general, las reacciones a estas primeras cien horas de Syriza en el poder son reacciones entumecidas. Syriza cuenta con el apoyo de buena parte de la sociedad y lo que ha hecho hasta ahora es poner en marcha su programa electoral. Las primeras pruebas a nivel europeo, sin embargo, están a la vuelta de la esquina. Con ellas, se esperan las primeras reacciones verdaderamente fuertes.
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