«Quienquiera haya conducido la victoria hasta el día de hoy participa en el cortejo triunfal, en el cual los actuales dominadores caminan sobre los que yacen en la tierra. La presa, como es costumbre, es arrastrada en el triunfo. Se la denomina Patrimonio Cultural”.
-Walter Benjamin-
La bahía ha sido siempre un lugar de encuentros. En el pasado remoto formó parte del sector sur del Imperio incaico, habitada por los Changos.
Con la llegada del español, la ciudad, sin fecha de origen ni planificación, precaria de acuerdo a los cánones europeos, se fue arrimando a los cerros. Corrientes migratorias fueron estableciéndose, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, comienzan a manifestar las típicas características del auge económico, como centro marítimo-comercial del país y el extranjero.
Se produce el arribo de un gran número de enriquecidos ingleses, alemanes, franceses e italianos, siendo ellos los principales responsables de los cambios generados en las dinámicas económicas, y que eran invitados a “contrarrestar las fuerzas negativas [de una] raza chilena [que] en tanto por naturaleza, y aunque ello es muy triste, no tiene remedio, a menos que llevemos 50 mil europeos por año.”(1)
Por un lado, tenemos a estos “grandes republicanos” que colman las páginas de los libros de Historia y que abundan en los nombres de nuestras calles y avenidas, siendo depositarios de una historia oficial enmarcada en lo monolítico y en la totalidad, tendiendo a privilegiar lo estático y la homogeneidad.
Pero “bajo” estos grandes nombres, existía una gran masa que llegaba al puerto y que no tenía un oficio calificado, salvo el de ser peón, cargador, vago, ladrón o aventurero que se instalaba en cerros y quebradas.
Junto a los habitantes nativos, los chilenos y extranjeros llegados de todas partes del globo, establecieron una sociedad en movimiento, con características particulares, este tipo de “cultura popular”(2) se forjó en los primeros decenios del siglo XIX, robusteciéndose en distintas etapas del siglo XX, y que no está siendo debidamente valorada dentro del “Rescate Patrimonial”(3), cediendo ante el avance urbano, corriendo el riesgo de desaparecer. Ha sido invisibilizada, apenas considerada en cifras estimativas, desconociendo el real aporte histórico y trascendental que jugaron los sectores populares de Valparaíso, creando en sí y para sí, una cultura propia, de significantes que perduraban y atenuaban las duras condiciones que estos grupos estaban condenados a vivir.
ANFITEATRO DE LA CULTURA POPULAR
La bohemia porteña se empieza a delinear a partir de variadas características inconfundibles, geográficas, económicas, su raigambre en la clase trabajadora, la larga tradición hispanoamericanista que aflora como un fuerte elemento identitario. Historias y cosmovisiones engarzadas con el goce de vivir, improvisación existencial, placeres satisfechos, sensualidades descubiertas en un eterno amanecer.
Contacto a gente que vivieron sus mejores años enlazados al Puerto, la pasión y la vehemencia con que me confían sus historias esconden un sentido que permite conocerla y valorarla, el cojo Luis, el Terremoto, Jorge Fábulo, la tía Silvia y otros tantos, pasean por la plaza Echaurren, por la calle Serrano, la iglesia La Matriz, muchos están cansados, sus ojos guardan las cicatrices de la bohemia.
Terremoto comparte con nosotros muchas anécdotas, nos dice: ”Yo no me arrepiento de lo que fui. Viví bien, fui feli’, me hicieron feli`, hice feli`, y no tengo na’ de qué sentirme mal. De lo único es que tuve plata que no supe cuidarla. Porque cuando uno es bohemio, olvídate. Toda la plata que se gana, se gana pa’ vivir, disfrutarla”.
Muchos de ellos fueron artistas, guardias de cabaret, lavanderos, traficas. Los tiempos han cambiado para estos seres invisibles, “ahora, existe mucha pobreza -nos interrumpe Edmundo Gallardo-, mucha». «Antes por aquí se paseaban las personas sin miedo, por montones, cualquier barco de afuera. No hay nadie ahora, sólo gente sacando fotos y comprando puras hueás”, sentencia con un cigarrillo a medio prender. Odian los PUB y la movida de hoy, “e’ una verdadera plaga, por que no tienen ningún contenido social. Nada pa’ los cabros. Hoy día no se saben divertir, existe una ausencia total de códigos. […] una bulla endemoniada que no entendí’ ni qué tipo de música es”.
Es durante los años ‘50 que adquiere mayor definición propia lo popular, avivando un sin fin de expresiones culturales, floreciendo en una inmensa riqueza testimonial que engrosa un poderoso universo discursivo, enfocado en la recomposición del tejido social de los sectores populares porteños.
Pero llegaron los ‘70 y con ellos el golpe militar, y la fiesta se acabó. Silvia Guerrero toma la palabra, “yo tenia 18 años pa’l 11, llegaron los pacos y los milicos con los tremendos palos, les pegaban a las puertas, pa´ entrar a sacar a toda la gente de los negocios”.
Visión parecida nos entrega el cojo Luis, como le dicen: “A mí me agarraron el día 13, estábamos con un grupo de gente en un malón cuando llegó la policía. Nos pescaron a todos y nos llevaron al regimiento que queda en Playa Ancha. Me sacaron la cresta dos días, me cortaron un ligamento de la pierna a puros fierrazos, fue horrible, nos humillaron, nos decían que habíamos gozado bastante y que éramos todos rojos. Chi, yo caí al cuete porque no cachaba na’ que tenía un compañero de juerga que era mirista”.
Pero su gente sigue ahí, algunos más viejos, otros ya no están. La cultura popular la reivindicamos desde ahora como una alternativa, un espacio de lucha y resistencia, dentro de una posición que se desmarca de los desechable y hegemónico, aparece como un saber popular alternativo que impide o retrasa el proceso transformador que quiere hacernos pasar de una sociedad medianamente tradicional a una moderna, mercantilizada.
Por Sergio San Martín
El Ciudadano
Edición impresa N°82
Notas:
1- Citado de: Epistolario; Vicente Huidobro y María Luisa Fernández de Huidobro. Santiago de chile. Dibam. Lom. 1997.
2- Entendiendo el término, dentro del ámbito de los estudios culturales, cuya tesis fundamental señala que la cultura es la totalidad de la vida: siendo transversal a las diferentes áreas de las ciencias humanísticas abarcando a la historia, literatura, sicología, sociología, antropología, etc. Abriendo nuevos paradigmas de investigación social.
3 – El Patrimonio como turismo, en cuanto una realidad social neocolonial. O la cultura como recurso, en tanto, fetiche patrimonial, mercancía.