Estudios recientes sobre el comportamiento del COVID-19 indican que entre el 50 % y el 80 % de los contagios en el mundo son originados por portadores asintomáticos que tienen una alta carga vírica que los convierte en súper propagadores silenciosos del coronavirus, sin saberlo
Un estudio publicado recientemente por la revista Science concluye que fueron las infecciones no detectadas las que extendieron el patógeno con rapidez en el mundo, produciendo así la llamada curva exponencial de contagios.
Así, los asintomáticos ―describe el estudio― han sido responsables del 79 % de los casos registrados; pues su naturaleza los hizo mantenerse en actividades y en contacto con otras personas que terminaron infectadas, y que hasta dos semanas después se daban cuenta del padecimiento una vez caían con la enfermedad.
El investigador de la Universidad de Columbia de Estados Unidos (EE. UU.) y coautor del estudio, Jeffrey Shaman, comentó que la mayoría de las personas que se infectan con uno de estos microorganismos, como es el caso del coronavirus 2019, jamás van al médico, nunca son contabilizadas y continúan con su vida normal, sin saber que son contagiosas.
De hecho, el mismo estudio revela que mientras las autoridades sanitarias atacaban el COVID-19 y realizaban las pruebas de diagnóstico para determinar si un paciente estaba infectado o no, otro 86 % de infectados estaba sin detectar.
En el caso de los virus que afectan el aparato respiratorio, indica Shaman, producen varios síntomas entre las personas, muchos de ellos parecidos a una simple gripe, lo que también ha sido un factor fundamental para que muchas personas contagiadas por COVID-19 crean que no lo padecen, cuando en realidad son portadores contagiosos.
Justamente, en la etapa asintomática y en la que se presentan los síntomas leves, es cuando el coronavirus es más virulento, pues se encuentra en la garganta, lugar desde donde fácilmente se puede transmitir por el habla, estornudos y la saliva.
Los autores del estudio sostienen que lo ocurrido con el COVID-19 y su alta tasa de contagios es la combinación de varios factores, como los pacientes asintomáticos, las personas con síntomas leves que no acuden al médico o que creen que tienen otra enfermedad, la poca capacidad de las autoridades sanitarias para hacer diagnósticos a tiempo, la falta de tratamientos y vacunas que lo ataquen con 100 % de efectividad y, además, la alta virulencia que posee el coronavirus actual.
Asintomáticos y la trasmisión sigilosa
Shaman y el resto de investigadores analizaron la evolución del brote en China entre el 10 y el 23 de enero, fechas que abarcan desde que el virus comenzó a extenderse con rapidez y el país asiático implementó restricciones al movimiento. Su objetivo era analizar la epidemia en sus primeras etapas, cuando el patógeno se movía con más libertad.
Para ello, analizaron los datos recabados de móviles de usuarios para estimar los movimientos entre 375 ciudades chinas y “construir un modelo matemático que representara las dinámicas de transmisión” entre estos lugares y tuviera en cuenta tanto las infecciones registradas como aquellas «invisibles».
El descubrimiento más importante es que solo el 14 % de las infecciones fueron documentadas. El 86 % de los infectados no fueron detectados durante estas dos semanas”, asegura Shaman. Estas personas con síntomas leves eran casi la mitad de contagiosas que los pacientes registrados (55 %). Sin embargo, su gran número provocó que “dirigieran y aumentaran la difusión”.
Shaman considera que estos infectados sin detectar, con síntomas más leves, “fueron el principal conductor [de la epidemia] y quienes facilitaron la difusión”, hasta el punto de ser responsables del “79 % de los casos documentados”. Es lo que el investigador denomina una “transmisión sigilosa” que “vuela bajo el radar”.
Estos resultados concuerdan con las estimaciones tempranas de epidemiólogos como Neil Ferguson y Marc Lipsitch, que ya el 21 de febrero calcularon de forma independiente que “al menos” dos tercios de los casos en viajeros desde China a otros países no habían sido detectados.
Tampoco es el primer trabajo que destaca en la importancia de los contagiadores presintomáticos. Otras publicaciones ya señalaron a comienzos de marzo que los infectados podían transmitir la enfermedad desde muy temprano.
De acuerdo con Shaman, “seis de cada siete” infecciones no son documentadas, hecho que hace que la curva sea exponencial en la gran mayoría de los países donde no se toman medidas estrictas de cuarentena y distanciamiento social a tiempo.
Para Shaman, es precisamente ese aspecto lo que hace que el coronavirus ya haya sobrepasado el millón de personas infectadas en el planeta y ataque más duro en los países donde no se toman medidas de aislamiento y distanciamiento social; así como la aplicación de pruebas masivas para detectar los contagios y aislar a los enfermos.
A medida que los brotes causados por el nuevo coronavirus aumentan en todo el mundo, los investigadores se esfuerzan por entender un rompecabezas epidemiológico clave: qué proporción de las personas infectadas carecen de síntomas o presentan solo síntomas leves y podrían estar contagiando a otras. Algunas estimaciones de estos casos ocultos sugieren que podrían llegar al 60 % de todas las infecciones.
El enigma de las infecciones asintomáticas
Son muchos los expertos que sospechan que existe un conjunto no detectado de casos asintomáticos, ya que el aumento en el número de contagios no puede explicarse únicamente a partir de los casos confirmados de COVID-19 ni por viajes a las zonas con brotes ya declarados.
La mayoría de las personas con infecciones leves no estarían lo suficientemente enfermas como para buscar ayuda médica y probablemente pasarían por alto los métodos de detección, como los controles de temperatura corporal. Como consecuencia, el alcance del fenómeno y su papel en la transmisión del virus ha sido hasta ahora muy difícil de evaluar.
“Conocer la proporción de casos leves o asintomáticos va a ser muy importante a la hora de entender qué es lo que está impulsando esta epidemia”, apunta Michael Osterholm, director del Centro de Investigación y Medidas contra las Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minnesota de EE. UU.
Esta línea de investigación es distinta de la que intenta estimar el número de “casos sin reportar”, los cuales incluyen aquellos que se han pasado por alto porque las autoridades no han efectuado un número suficiente de tests, así como los casos preclínicos, en los que la persona está incubando la enfermedad, pero aún no muestra síntomas.
Para calibrar el alcance de estas infecciones ocultas, un equipo de investigadores de China y EE. UU. ha elaborado un modelo basado en los datos clínicos de 26.000 casos confirmados.
“Nuestra estimación más conservadora es que al menos el 59 % de los individuos infectados estuvieron haciendo vida normal, sin haberse hecho las pruebas y potencialmente contagiando a otros”, afirma Wu Tangchun, experto en salud pública de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Huazhong en Wuhan y líder del estudio.
“Eso podría explicar por qué el virus se propagó tan rápidamente por Hubei [la provincia a la que pertenece Wuhan] y ahora está circulando por todo el mundo”, agregó.
Los resultados del equipo se encuentran dentro del abanico de estimaciones a las que han llegado otros trabajos basados en conjuntos de datos mucho menores, explica Adam Kucharski, experto en modelización matemática de epidemias de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
Otro estudio examinó a 565 ciudadanos japoneses que fueron evacuados de Wuhan a principios de febrero y a quienes se sometió a repetidas pruebas y controles para detectar el virus y los síntomas.
En un artículo publicado el 13 de marzo en el International Journal of Infectious Diseases, un equipo de Japón informó que 13 de los evacuados habían contraído la infección. De ellos, 4 (el 31 %) nunca desarrollaron síntomas.
Probablemente, los mayores indicios documentados de casos asintomáticos sean los que ha proporcionado el crucero Diamond Princess, que sufrió un brote de COVID-19 a principios de febrero mientras surcaba aguas japonesas. El barco fue puesto en cuarentena y los 3.711 pasajeros y miembros de la tripulación fueron repetidamente examinados y monitorizados.
Al respecto, un estudio publicado el 12 de marzo en Eurosurveillance por Chowell y otros colaboradores muestra que el 18 % de los cerca de 700 individuos infectados en el Diamond Princess nunca mostraron síntomas.
Alta carga viral
En otro estudio difundido el 8 de marzo, un equipo con base en Alemania mostró que algunos pacientes de COVID-19 presentaban una alta carga vírica en la garganta al principio de la enfermedad, cuando los síntomas eran leves.
En China, otro grupo detectó una elevada carga vírica en 17 personas que acababan de enfermar. Además, otro individuo infectado pero que nunca desarrolló síntomas presentó asimismo una alta cantidad de patógenos, informaron los investigadores en The New England Journal of Medicine.
Todos estos estudios llegan a la misma conclusión: los asintomáticos y las personas con síntomas leves son muy contagiosos y constituyen un foco de propagación que promueve el crecimiento exponencial de los contagios en la población.
La única manera de frenar este comportamiento es con estrictas medidas de cuarentena colectiva, distanciamiento social y una serie de protocolos de higiene, aseo y desinfección fundamentales para hacer disminuir al mínimo la curva de contagios, entre ellos, el uso de tapabocas con carácter de obligatoriedad.
Para el epidemiólogo Graham Medley, citado en una entrevista concedida a la BBC, otra medida que deben internalizar las personas y que debería ser estricta a nivel global desde hace mucho tiempo atrás, es quedarse en casa cuando se sienta mal.
“Lo mejor es imaginar que ya tienes el virus y cambiar tu comportamiento para que no se lo transmitas a alguien”, explica Medley, quien considera imposible predecir cómo cambiará el mundo cuando termine esta pandemia, pero es de prever que tendrán lugar cambios económicos y sociales; y entre ellos, uno de los más positivos sería, por fin, aprender a quedarnos en casa cuando se está enfermo o con malestar.
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