Llegó a convertirse en el bloque latinoamericano y caribeño más importante del continente; declaró la región como zona de paz, soberana, independiente y libre de injerencia estadounidense. Pero el surgimiento de gobiernos conservadores de extrema derecha hizo diluir y quebrantar la unidad que habían logrado los líderes progresistas que le antecedieron. Hoy, la CELAC ha quedado prácticamente inutilizada, pero la pandemia del COVID-19 podría ―paradójicamente― convertirse en su salvación.
Recientemente, el expresidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís Rivera, quien también fue presidente Pro-Témpore de la CELAC entre los años 2014-2015 y es actualmente profesor visitante en la Universidad Internacional de la Florida, en Miami, Estados Unidos, escribió un artículo sobre la necesidad de reactivar este importante bloque de naciones independientes a Estados Unidos y Canadá, y sin la oscura mano de la Organización de Estados Americanos (OEA) que durante los últimos años se ha convertido en símbolo de injerencia, divisionismo e infamias para promover la guerra, atacar las democracias e imponer dictaduras fundamentadas en mentiras y odio.
“Reactivar la CELAC” es el artículo escrito por Solís Rivera y publicado en NODAL, donde el exmandatario explica el porqué de una coyuntura actual como la que vive el mundo producto de la pandemia originada por el brote de coronavirus 2019 y que, específicamente en Latinoamérica y el Caribe, ha venido teniendo un repunte en el número de contagios, sobre todo en los países que están bajo regímenes de extrema derecha, como son los casos de Colombia, Brasil, Ecuador, Chile y Perú; eso sin contar Canadá y Estados Unidos, este último convertido en el epicentro de contagios del planeta a causa de una política expresamente descuidada de su gobernante, Donald Trump.
En ese sentido, Solís Rivera sostiene que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) debe reactivarse; ¿Por qué lo dice?
“En tiempos de crisis sanitaria, ésta podría no parecer una prioridad para los Estados del subcontinente. No obstante, una lectura más pausada encontraría en ésta una coyuntura favorable para relanzar nuevamente el único foro regional en donde los Estados del área tienen el espacio geopolíticamente determinado para proponer y gestionar una agenda centrada en visiones y prioridades propias”.
Recientemente el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, advirtió que la región debe dejar a un lado las diferencias políticas e ideológicas y unirse para enfrentar en conjunto la pandemia, sobre todo con respecto a las medidas preventivas a tomar para bajar los altos niveles de contagio con un virus que es altamente contagioso y tiene características que prácticamente lo hacen imperceptible durante las dos primeras semanas de infección, al ser asintomático, lo que abre una brecha de posibles contagios que se dispara de forma exponencial.
De hecho, son muy pocos los países del continente americano los que mantienen las cifras de contagios con una curva aplanada, es decir, que han podido controlar la virulencia del brote. Entre ellos, Cuba, Nicaragua y Venezuela, países que con tiempo decidieron aplicar medidas de cuarentena colectiva y distanciamiento social; a diferencia del resto de los países que decidieron no aplicarla y ahora sufren cifras altas de contagios y muertes producto del COVID-19.
En ese sentido, Solís Rivera resalta en su artículo que la CELAC, creada en febrero de 2010, dio continuidad a los esfuerzos de foros políticos multilaterales previos con el propósito de avanzar por medio de un diálogo permanente para conseguir “el bienestar social, la calidad de vida, el crecimiento económico y promover nuestro desarrollo independiente y sostenible, sobre la base de la democracia, la equidad y la más amplia justicia social”.
Agrega que todo esto dentro de la CELAC siempre estuvo basado “en principios y valores comunes que incluyen el respeto al derecho internacional, la igualdad soberana de los Estados, el no uso ni la amenaza del uso de la fuerza, la democracia, los derechos humanos y el medio ambiente, entre otros”.
La CELAC es el espacio idóneo
“Cuarteada por desavenencias ideológicas a partir de 2016, y debilitada por su propia incapacidad de poner en práctica sus valores fundacionales, la CELAC es el espacio idóneo para realizar esa tarea al más alto nivel, y hacerlo con la fuerza y la voluntad política de una región cuya voz en el mundo no se escucha con suficiente claridad desde hace ya demasiado tiempo”, sostiene Solís.
Para volver a ser una voz ante el mundo, la CELAC ―explica Solís― necesita dotar a América Latina y el Caribe de un ámbito donde el diálogo político sea capaz de superar las visiones particulares, anteponiendo el bienestar hemisférico colectivo a los conflictos existentes, cuya resolución no debería impedir el trabajo conjunto en favor de la gente y sus necesidades básicas.
Este espacio “es urgente”, subraya Solís, pues “desde su creación hasta su crisis, la CELAC gozó de la atención privilegiada de la comunidad internacional.
“Desde China hasta la Unión Europea se seguía con interés el avance de la CELAC como punto de encuentro multinacional con opinión relevante para la agenda mundial. Y no sólo por su importancia económica, sino, y especialmente, debido a su peso geopolítico, que con casi 20.500 millones de km2 y más de 620 millones de habitantes constituye un potente foco de interés mundial. Un mundo donde la globalización y los bloques de poder nuevos y viejos deberían encontrar la región unida y fuerte, no fragmentada y en conflicto”.
Agrega el expresidente costarricense que “es indudable que existen dificultades que complican una convocatoria a la reactivación de la CELAC en estos momentos”, pues “no son pocas ni pequeñas las amenazas que apremian a la democracia y a los sistemas electorales en varios países de la región”.
“Tampoco puede ignorarse la precariedad de los derechos humanos, cuyo deplorable estado se mira en los altos índices de violencia que todavía nos insultan, ya sea como consecuencia de la acción del crimen organizado ―en particular la narcoactividad―, la incapacidad de aceptar la denuncia frente a excesos de poderosos grupos de interés, la violencia contra las mujeres y otros grupos altamente vulnerables, o el resurgimiento del autoritarismo que no es monopolio de ninguna ideología”.
Solís agrega que durante los últimos años en la región “se han entronizado nuevas tendencias que pretenden excluir al opositor, desmerecer y reprimir con violencia la crítica social, o abandonar el camino hacia la paz entronizando una vez más el lenguaje de la fuerza allí donde debería imperar el de la razón”.
“Sin embargo, es precisamente por ello y a pesar suyo, que resulta urgente buscar la rearticulación regional en torno a un foro político del más alto nivel, que tenga capacidad de construir acuerdos perdurables y sólidos, no inhibirlos”, resalta.
Replantear visiones de desarrollo tras el COVID-19
Para Solís Rivera, es importante que la CELAC sirva como espacio para que las naciones que la integran puedan replantear sus visiones de desarrollo y adelantarse a lo que ocurrirá en el mundo una vez cese la pandemia, misma que no solamente ha paralizado al planeta, sino que a su vez ha hecho reflexionar que el modelo en el que vivimos tiene extremas carencias sociales y deficiencias que, ante una coyuntura como esta, quedan totalmente expuestas.
“Sería esperable que el mundo del post COVID-19 replantee las visiones de desarrollo prevalecientes hasta la fecha. En estas pocas semanas se ha visto la conveniencia de contar con sistemas de salud pública centralizados, universales y solidarios”, explica Solís.
Además, añade que estos últimos meses “han constatado los perniciosos efectos de la pandemia allí donde se carece de, o se han debilitado, las infraestructuras públicas de salud, y la sociedad se encuentra a merced de un mercado que es incapaz de resolver los problemas de acceso y uso de servicios básicos de bienestar”.
Por otro lado, la obligatoriedad del distanciamiento social y el inevitable uso de tecnologías de la comunicación e información para superarlo, han adelantado lo que ya se veía venir con la Cuarta Revolución Industrial (4RI) y el creciente uso de la inteligencia artificial en el ámbito productivo.
“El desempleo resultante hará indispensable un replanteamiento sobre nuevas formas de trabajo que con dificultad escaparán de rupturas en las jornadas laborales, la dificultad de la inspección o la organización de las y los trabajadores, cuyos derechos podrían verse grandemente violentados. Y por supuesto, el resurgimiento del aislacionismo y del ultranacionalismo, cuyas nefastas consecuencias la historia reciente del mundo da buena cuenta”, advierte.
En ese marco, agrega Solís, la posibilidad de contar de nuevo con una CELAC remozada y vital “abre camino, ofrece luz y permitiría avanzar con algún optimismo. No para resolver todos los problemas, que ello nunca fue uno de sus objetivos, sino para pensar colectivamente en cómo abordarlos con más sentido solidario, con mayor eficiencia y con menos costos sociales”.
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