Los contagios por coronavirus en Suecia se ubican en 16.000 casos y los muertos superan los 1.900. Estos números no son tan dramáticos como en los países más atacados por la epidemia, pero igual resultan muy elevados respecto a sus vecinos nórdicos.
La propagación de la enfermedad en el mundo está desencadenando diferentes respuestas por parte de los gobiernos, que intentan contener un brote que aún es muy desconocido y para el que no existe vacuna conocida.
El caso de Suecia llama la atención, ya que a diferencia de los otros países europeos ha impuesto muy pocas reglas y, sobre todo, ha llamado al sentido común de la población.
La nación escandinava no optó por aplicar una cuarentena o confinamiento obligatorio. En cambio, decidió recomendar que personas que presenten síntomas leves de resfriado, así como los ancianos, se queden en casa.
Los alumnos de universidades y secundarias estudian a distancia, pero las escuelas para alumnos menores siguen funcionando.
La mayoría de las empresas han apostado por el teletrabajo, mientras que los bares y restaurantes siguen abiertos. Se les pide a los visitantes que no se congreguen dentro de un local y mantengan la distancia.
En el caso de los autobuses, se determinó que los pasajeros ingresen por la puerta central para evitar que el conductor se contagie, y establecimientos como peluquerías y gimnasios funcionan en sus horarios de siempre, pero con menos visitantes y con cierta distancia entre ellos.
Sin casi restricciones
El Gobierno sueco ha apelado al civismo y ofrecido consejos de salud pública, pero no ha impuesto restricciones a la movilidad. Ni siquiera ha recomendado el uso de tapabocas o mascarillas.
El epidemiólogo Anders Tegnell, del Instituto Nacional de Salud Pública, está detrás de esta estrategia. Al principio pensó que el virus no se propagaría desde China y, más tarde, aseguró que sería suficiente rastrear casos individuales procedentes del extranjero.
Tegnell defendió durante semanas que no había signos de transmisión comunitaria en Suecia , por lo que fue fuertemente criticado por los expertos en salud.
Al menos 22 de los profesores más destacados del país en enfermedades infecciosas y epidemiología publicaron un comunicado en el diario Dagens Nyheter, pidiendo a Tegnell que dimitiera y al primer ministro, Stefan Löfven, que tome un curso de acción diferente, refirió El Economista.
Ante el aluvión de críticas, las autoridades suecas tuvieron que ir aplicando medidas más restrictivas en la medida en que se expandía la epidemia y golpeaba a la población de mayor edad.
Por tal motivo, se prohibieron las reuniones públicas con más de 50 personas, sujeto a sanciones por incumplimiento y se restringieron las visitas a hogares de ancianos.
En los primeros días de la pandemia se decidió realizar las pruebas a todas las personas que informaran síntomas después de haber viajado a zonas de alto riesgo en el extranjero, y también a las que hubieran estado en contacto con pacientes confirmados con coronavirus, reportó Sputnik.
Sin embargo, dejaron de realizar las pruebas en estos casos y decidieron enfocar su atención hacia los grupos más vulnerables: personas de edad avanzada, con problemas respiratorios o ciertas afecciones
La Agencia de Salud Pública explicó que esa decisión respondió a una necesidad de priorizar mejor los recursos, a fin de enfocarse en la atención los pacientes más gravemente enfermos o en riesgo.
Cultura para el coronavirus
El manejo de la crisis sanitaria del coronavirus por parte de Suecia ha sido motivo de debate dentro y fuera de Europa.
Según los analistas, la cultura de un país influye en cómo sus habitantes pueden reaccionar a la pandemia y destacan que el distanciamiento social es natural para los suecos.
La periodista alemana Marlene Riedel planteó que posiblemente la población sueca se ha pasado años entrenando para este escenario.
“Si tú esperas en la parada de un autobús o en una cola en Suecia, difícilmente notarás la presencia de otro ser humano detrás de ti. Normalmente quedas con pequeños grupos de personas en vez de en grandes reuniones familiares. Trabajar desde casa forma parte desde hace tiempo del estilo de vida sueco”, relató en un artículo publicado por El Confidencial.
“Los suecos nunca han disfrutado del contacto físico de la misma forma que los europeos del sur. En muchas reuniones, tanto por trabajo como personales, extraños y colegas me saludan con una sonrisa o con un tímido movimiento de la mano desde el otro lado de la mesa, en vez de darme la mano. Besos de bienvenida, por supuesto, quedan descartados. Si no es anticoronavirus, por lo menos sí que es resistente al coronavirus de una forma muy natural”, subrayó la periodista, quien vivió en Suecia varios años.
Inmigrantes en peligro
Otros analistas advierten que, si bien el modelo de distanciamiento no puede parecer extraño para los suecos, no es bien recibido por las personas de origen extranjero que residen en ese país y que figuran entre los grupos más afectados por el COVID-19.
En este reino de 10,3 millones de habitantes, los inmigrantes, nacidos en el extranjero o de padres nacidos en el extranjero, representan el 24,9 % de la población.
El país escandinavo concedió asilo y reagrupación familiar a más de 400.000 personas entre 2010 y 2019, según los servicios de inmigración, y para muchos de los recién llegados la integración ha sido difícil: miles de inmigrantes no hablan sueco, están desempleados en un mercado laboral altamente cualificado y habitan en barrios marginales en las afueras de las grandes ciudades, con altas tasas de desempleo y criminalidad.
Por ejemplo, en Estocolmo, epicentro de la epidemia en Suecia, las personas de origen extranjero representan más del 40 % de los 13.000 casos de coronavirus.
Las cifras publicadas por las autoridades sanitarias de la región muestran que los barrios más pobres de la ciudad -conocidos como «zonas vulnerables»- experimentan un aumento de casos de coronavirus mayor que en otras áreas.
La agencia pública de salud reveló que los residentes suecos nacidos en Somalia es la comunidad más afectada por la COVID-19, seguidos de los nacidos en Irak, Siria, Finlandia y Turquía.
La situación llegó a un punto en el que la institución tuvo que aceptar que su estrategia no aplica para todos los habitantes.
«Tenemos que llegar más a estos grupos con diferentes tipos de mensajes para protegerlos mejor», declaró a la agencia AFP el epidemiólogo de la agencia de salud, Anders Tegnell.
Protección de la economía
La estrategia aplicada por el Gobierno sueco también apunta a proteger la actividad económica frente a los estragos de la pandemia.
Por tal motivo, ha insistido en que no se paralice el aparato productivo y que las empresas del sector servicio, como restaurantes y bares, permanezcan abiertos, pese al riesgo de contagios.
Como es de esperar, los empresarios han manifestado su apoyo a esta decisión.
«La comunidad empresarial sueca considera que la aproximación del Gobierno sueco ante la pandemia es mucho más sensata que en la mayoría de países», aseguró a BBC Andreas Haztzigeorgious, directivo de la Cámara de Comercio de Estocolmo.
«Tenemos que combinar la minimización de los efectos sobre la salud del virus y el impacto económico de la emergencia», indicó.
Hace una semana, las autoridades presentaron tres posibles escenarios de la situación económica del país y, de acuerdo con el peor de ellos, su Producto Interno Bruto (PIB) caerá un 10 %, mientras que el desempleo alcanzará el 13,5 %.
En declaraciones a Bloomberg, el economista James Pomeroy, de la firma HSBC Global Research, opinó que aunque la estrategia de Suecia puede resultar «imprudente», «si la curva de infección se aplana pronto, la economía podría estar en mejores condiciones de recuperarse» que otros países europeos.
Sin embargo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió en un informe reciente que en 2020 el PIB de Suecia sufrirá una caída más grave que la de varios otros países europeos, como Suiza y Reino Unido, que impusieron medidas más estrictas para enfrentar la pandemia.
Críticas desde Europa
El modelo aplicado por Suecia para enfrentar al coronavirus es contrario al adoptado por el resto de Europa e, incluso, por sus vecinos escandinavos, Dinamarca, Finlandia, Islandia y Noruega, que optaron por seguir la línea de los países más afectados (España e Italia) y decretaron medidas de cuarentena y confinamiento.
Este enfoque ha suscitado múltiples críticas dentro de Europa, y varios países han cuestionado al Gobierno sueco por ser demasiado flexible ante la gravedad de la pandemia.
Sin embargo, Estocolmo se aferra a su estrategia, afirmando repetidamente que está actuando de acuerdo con los consejos y los datos científicos.
La ministra de Exteriores, Ann Linde, desmintió que la vida en su país continúe como de costumbre a pesar de la epidemia de coronavirus, y que los métodos suecos para combatir el virus sean radicalmente diferentes de los que persiguen otros países.
“No es cierto que Suecia se apegue a una estrategia radicalmente diferente. También seguimos las recomendaciones de expertos, también vigilamos que se observe el distanciamiento social y que protegen a las personas en riesgo”, dijo Linde, citada por Sputnik.
«Es un mito que la vida en Suecia continúe como de costumbre. Muchas personas se quedan en casa, muchas empresas han quebrado, muchos suecos han perdido su trabajo y se ven gravemente afectados por la epidemia», aseguró.
Alta mortalidad
Anders Tegnell, el ideólogo de la respuesta de Suecia al COVID-19, declaró a medios locales que las últimas cifras sobre tasas de infección y muertes están comenzando a estabilizarse.
“Estamos en una especie de meseta”, señaló Tegnell a la agencia de noticias sueca TT.
«Empezamos a ver a tantas personas inmunes en la población de Estocolmo, que está comenzando a tener un efecto en la propagación de la infección», afirmó.
Según Tegnell, la ciudad de Estocolmo, epicentro del brote en el país, podría lograr la «inmunidad colectiva» en mayo.
Sin embargo, al igual que el primer ministro, Stefan Löfven, tuvo que admitir la problemática existente con los adultos mayores, ya que las residencias de ancianos presentan casos de infección en al menos 90 municipios.
«Es nuestra gran área problemática», indicó.
Este no es el único problema que enfrenta Suecia, ya que es el país escandinavo con mayor número casos (16.000) y fallecimientos (1.900).
Aunque esta cifra es baja frente los más de 20.000 muertos de España o Italia, es alta al compararse con Dinamarca, que tiene 7.711 casos positivos y 364 muertos; con Noruega, que registra 7.122 casos confirmados y 172 fallecimientos; con Finlandia, que cuenta 3.868 positivos y 98 fallecidos, y con Islandia, que experimenta 1.771 contagiados y 10 muertes.
Asimismo, la tasa de mortalidad de Suecia se sitúa en 5,1 % con 15 muertes por 100.000 habitantes, y es considerada una de las más altas del mundo.
Esta proporción es nueve veces mayor que en Finlandia, casi cinco veces mayor que en Noruega y más del doble que en Dinamarca.
Mientras que las autoridades insisten en que su modelo ha sido exitoso, un estudio de la Universidad de Estocolmo, citado por el diario As, alertó que con las medidas vigentes, para finales de abril la mitad de la población sueca habrá contraído el COVID-19.
Te interesa leer: