Mientras el mundo se mantiene en tensión ante la expansión de la pandemia de la COVID-19 y en la desesperada búsqueda de vacunas contra la enfermedad que ya ha tocado a más de 20 millones de personas y causado casi 750.000 muertes, la mitad de ellas -en ambas cifras- registradas en América, hay otro lote de virus y enfermedades letales que atacan a la región y al mundo sin que la opinión pública se alarme.
Entre esas enfermedades de impacto mortal destacan el dengue, distintos tipos de gripes, VIH-SIDA, enfermedades venéreas, cáncer, diabetes, entre otros padecimientos crónicos. Pero, también existen una serie de enfermedades prevenibles que tienen vacunas desde hace años pero que han pasado a segundo plano debido a la crisis generada por el nuevo coronavirus.
La pandemia ha logrado, además de la crisis sanitaria generalizada, rezagar otras siete enfermedades prevenibles, que ponen en riesgo a más de 80 millones de niños menores a un año de edad.
En primera instancia, tuberculosis, polio y hepatitis son algunas de las vacunas rezagadas. De igual manera, también resaltan en esa lista rubeola, fiebre amarilla, poliomielitis y sarampión.
Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la Alianza de Vacunas (Gavi) y el Instituto de Vacunas Sabin advirtió que las medidas de cuarentena y la crisis hospitalaria obstaculizaron la inmunización en al menos 68 países.
Según el documento, la pandemia aumentó el riesgo en aproximadamente 80 millones de niños menores de 1 año, que ahora pueden contraer una enfermedad prevenible que, en muchos casos, puede resultar grave.
De hecho, con los recursos sanitarios de muchos países volcados a luchar contra la COVID-19, lamentablemente el número de muertes totalmente prevenibles con una vacuna ha repuntado, al igual que sucede con los múltiples riesgos de tener en casa un bebé sin vacunar.
El riesgo de no vacunar contra enfermedades prevenibles
El doctor Francisco Álvarez, coordinador del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría (AEP), citado por la BBC, explicó que un niño menor de un año «puede caer gravemente enfermo si adquiere una enfermedad prevenible por vacunas, como el sarampión o la enfermedad meningocócica; o desarrollar una discapacidad, porque además de la muerte pueden producir sordera, amputaciones o déficit neurológico».
Además, el niño se convierte en un agente patógeno con gran capacidad virulenta de pasar la infección a las personas vulnerables de su hogar si no están protegidas.
En el caso de Latinoamérica “esto ya era un problema, porque justamente en años previos se observó el impacto de una menor coberturas de vacunación para ciertas enfermedades, especialmente sarampión”, explicó a BBC Mundo Alfonso J. Rodríguez-Morales, vicepresidente de la Asociación Colombiana de Infectología.
Agregó que en zonas con menor cobertura sanitaria se han originado rebrotes de estas enfermedades debido a la no vacunación de nuevos nacidos.
Saturación de los sistemas sanitarios y miedo a los hospitales
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) achaca la menor vacunación en la región a diversos “cuellos de botella” surgidos tras la llegada del nuevo coronavirus.
Los países han tenido que “reorganizar los sistemas de salud para hacer frente a una afluencia de casos positivos de COVID-19, incluida la redistribución de recursos humanos, y se han encontrado con dificultades para importar vacunas”, añade la organización.
Otros obstáculos han sido el retraso en los servicios de vacunación de rutina debido al confinamiento y la preocupación o temor de la población por tener que acudir a los servicios de atención médica durante una pandemia.
«La población no acude a consultas, ni a los controles de niño sano y vacunación, con lo cual aumenta la posibilidad de transmisión y brotes de enfermedades prevenibles», dice Rodríguez-Morales.
Un caso exacto fue lo que le pasó a Ana María Cárdenas en Colombia, reseña BBC. El hijo de Ana, Federico, le tocaba ponerse varias vacunas cuando el coronavirus llegó a Bogotá. «No queríamos llevarlo a ningún centro de atención médica. Nos daba miedo y decidimos retrasarlo lo más posible», cuenta.
“Llegamos a contemplar la posibilidad de contratar una empresa que viene a casa y le pone las vacunas, pero lo descartamos porque el costo era muy alto”, dijo Cárdenas, quien es vivo ejemplo de la desigualdad social y la pobreza en Latinoamérica, un elemento tomado en cuenta por la OMS, que añade el retraso de las vacunas precisamente a estas precariedades, así como también a las turbulencias políticas y los años de débil crecimiento económico en América Latina.
Latinoamérica entre los peores del mundo
Estos factores políticos, sociales y económicos contribuyeron, por ejemplo, a que Brasil, Bolivia, Haití y Venezuela se sitúen entre los 20 países que peores notas sacan cuando se examina cuántos niños recibieron la tercera dosis de la triple vacuna contra difteria, tétanos y tos ferina entre 2010 y 2019.
En el caso de Venezuela, es necesario resaltar, que la crisis política y los planes de sedición contra el Gobierno de ese país, a lo que se añade un férreo bloqueo económico que le impide importar medicinas, alimentos, tratamientos médicos y vacunas, han empeorado la situación y dejan en vulnerabilidad a su población, a pesar de los esfuerzos que realiza la administración de Nicolás Maduro con la ONU, la OMS, OPS, Unicef y la Cruz Roja Internacional.
En la lista también aparecen México y Honduras, de acuerdo con el informe de Naciones Unidas que analizó las cifras de 195 países.
El retroceso en Brasil en ese periodo es el peor, con 26 %. Le siguen Bolivia y Haití con una caída de 16 % cada uno en esos nueve años, Venezuela con 14 % menos, México con 13 % y Honduras con una pérdida de protección de 10 %.
El texto añade que la región nunca pasó de una cobertura media global de 81 % en las vacunas mencionadas, porcentaje en el que se encontraba en 2019, antes de la crisis del coronavirus. La cifra la sitúa por debajo de la media global, que es del 85 %.
Para la OMS, los datos se agravan al tener en cuenta que en 2019 Brasil contaba con 542 mil niños que no han recibido ninguna dosis de la triple vacuna; y México con 348 mil.
Otras vacunas
La pérdida de protección se repite también en otras vacunas en Latinoamérica y el Caribe. Con los datos aportados a BBC por la OPS, si en 2017 la vacuna de la tuberculosis se había administrado al 97 % de los niños de la región, la cifra cayó en 2019 a 84 %.
El mismo patrón se repite con la vacuna que completa el ciclo de las de la hepatitis B. Tocó su pico máximo de cobertura con 92 % en 2012, y de ahí no ha hecho más que caer hasta 86 % de 2019.
La vacuna de la polio alcanzó en 2011 al 94 % de los niños latinoamericanos o caribeños, para retroceder a 86 % en 2019.
“Es vital que los programas de inmunización continúen, de manera segura y siempre que sea posible, para prevenir brotes de enfermedades prevenibles por vacunación y evitar abrumar los sistemas de salud”, dijo la OPS.
En un estado de emergencia sanitaria como el que plantea la COVID-19, ¿hay alguna vacuna esencial?, ¿alguna en la que los servicios médicos puedan centrar sus esfuerzos hasta que todo pase?, pregunta la BBC a Rodríguez Morales, quien responde: «La verdad sería difícil y dependerá de la edad del niño así como de su ubicación. Por ejemplo, si es un recién nacido y está en Colombia, se necesita que tenga la vacuna contra la tuberculosis y la de la hepatitis B».
«Pero si tuvieses dos meses de edad, en el mismo país, la vacuna más valiosa teóricamente podría ser la pentavalente, porque lo protege simultáneamente contra hepatitis B, meningitis, difteria, tosferina y tétanos», explicó.
Sin embargo, recuerda: “En los esquemas de inmunización, todas las vacunas son importantes y deben ser aplicadas oportunamente”.
Enfermedades con repunte y los antivacunas
La ONU reconoce que el nivel de ingresos del país juega un papel muy importante en si los niños están vacunados o no. También tiene un rol fundamental la desinformación.
“Se estima que 95 % de los niños que viven en países de altos ingresos fueron vacunados contra contra la difteria, el tétanos y la tos ferina en 2019, en comparación con aproximadamente el 74 %” de aquellos de bajos ingresos, señala el informe.
“Esta brecha en la cobertura se ha mantenido estable desde 2010”, agrega. Sin embargo, el organismo detectó que la decisión de los padres de no poner vacunas que son obligatorias a sus hijos porque no creen en ellas no entiende de clases sociales.
“Las dudas sobre la vacunación tienen que combatirse entre la población de ingresos altos, así como en ingresos bajos y medios, a través de una comunicación efectiva y enfoques de participación comunitaria”, se lee en el informe.
Por último, agrega que aunque la mayor parte del mundo sigue confiando en el uso de las vacunas, la creciente desconfianza de la opinión pública hacia ellas por parte de los denominados «antivacunas» está generando un retroceso en la lucha contra enfermedades infecciosas que, aunque son mortales, podrían prevenirse.
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