El Agente Naranja no sólo devastó el medio ambiente de estas regiones. La inhalación de estos herbicidas es tóxica para el ser humano y muchos combatientes de la guerra, tanto vietnamitas como estadounidenses, sufrieron enfermedades causadas por el Agente Naranja. Y lo que es peor:como consecuencia del veneno de este químico aún hoy siguen naciendo niños con malformaciones y discapacidad. Algunas de ellas totalmente desconocidas en otros países del mundo. Y en un país aún pobre como es Vietnam, donde hay pocas prestaciones sociales para las familias, tener uno o varios hijos con discapacidad puede suponer un gran coste económico, que no todo el mundo puede afrontar.
Por este motivo, Chinh Thi Nguyen se pasa el día en casa. Nunca ha asistido al colegio. “No puede ir a una escuela porque no sabe hacer nada”, comenta su madre. Y es que, además de las discapacidades provocadas por el Agente Naranja, Vietnam cuenta con pocos centros especiales para personas con discapacidad y hay una escasez de especialistas que les expliquen a las familias cómo un niño con discapacidad podría mejorar su calidad de vida.
Cuentan los padres que cuando la niña era pequeña prácticamente no se movía. A sus siete años la llevaron al doctor que, tras hacerle unos análisis de sangre, diagnosticó que Chinh era víctima del Agente Naranja, al igual que lo era su padre. Además, la joven a menudo sufre problemas de estómago, bronquitis y fuertes dolores de garganta, así como foliculitis, que le produce sarpullidos en pies y manos. La foliculitis es la marca que el Agente Naranja también dejó en el cuerpo de Quy Xuan Nguyen, padre de Chinh. Quy Xuan tuvo que luchar entre los años 1965 y 1967 en una provincia del centro de Vietnam. Comenta que, para esconderse del enemigo, los combatientes vivían en cuevas naturales. Precisamente esas zonas donde creían sentirse más seguros fueron las que los estadounidenses rociaron con Agente Naranja para destruir la vegetación.
A unos metros de la casa de la familia Nguyen vive Nau Ding Ngo, que luchó junto a su vecino en el centro del país entre los años 1966 y 1973. Estos siete años en el frente no dejaron ninguna mella física en Nau Ding, pero sí en dos de sus cinco hijos. Una de sus hijas es sorda y sufre demencia y pérdidas de memoria puntuales. Otra, con 31 años, se pasa el día tumbada en la cama con una sonrisa permanente en su rostro, aunque ella parece totalmente ajena al mundo que la rodea. El padre no sabe explicar qué enfermedad afecta a su hija porque ninguno de los médicos a los que ha asistido ha sabido decirle nada al respecto. Es muy menuda y no es capaz de hablar ni oír. Dice su padre, viudo, que se pone enferma muy a menudo y que muchas veces se niega a comer, duerme mal y lleva años tomando pastillas para el insomnio y otras medicinas para el cerebro que le han recomendado los profesionales sanitarios.
Tres millones de afectados
Éstos son sólo los casos de dos familias entre los tres millones de afectados que se calcula que puede haber solamente en Vietnam. También los combatientes estadounidenses que estuvieron en contacto con los potentes herbicidas usados como arma de guerra presentan síntomas similares. Explica Ratner que el Agente Naranja no es realmente una infección, sino un proceso genético o epigenético, y que hay casos en que los defectos de nacimiento sólo aparecen en los nietos, pero no en los hijos de las personas expuestas.
En Vietnam se están desarrollando estudios para contabilizar la población afectada, pero aún no hay resultados al respecto, según explica la coordinadora de la Vietnam Agent Orange Relief & Responsibility Campaign. En agosto de 2012 comenzó la limpieza del Agente Naranja por parte de Estados Unidos en la región central de Danang, donde se almacenaban los contenedores rellenos del herbicida tóxico, con la cinta naranja con la que se bautizó al Napalm de manera coloquial. Sin embargo, no hay manera conocida de frenar los efectos hereditarios que hacen que el Agente Naranja aún siga causando víctimas.