Las campañas xenófobas contra los migrantes venezolanos en el extranjero han logrado su cometido. ¿Cual? Pues, generar repulsión e incluso crímenes de odio contra personas que buscan en otro país una forma de vida que les permita -quizás- vivir mejor que en Venezuela, donde son víctimas directas del bloqueo brutal impuesto por Estados Unidos, la Unión Europea y otros gobiernos serviles a Washington.
Varias han sido las pruebas que sortean los venezolanos en el extranjero. Se conocen muchos con casos de xenofobia en distintos países en los que han decidido emigrar. Entre ellos destacan Perú, Chile, Ecuador, Argentina, Panamá y Colombia, sólo por mencionar algunos.
El incidente más reciente que causó estupor lo protagonizó la alcaldesa de Bogotá, Claudia López. A esta funcionaria no le importó ejercer un cargo público de jerarquía para hacerse eco de la angustiante y reprochable campaña de descrédito contra los venezolanos
Sobre este hecho, el diario El Espectador de rechazó las declaraciones xenófobas de López. La alcaldesa, el pasado jueves 29 de octubre, dijo que aunque no quería «estigmatizar a los venezolanos (…) hay unos que en serio nos están haciendo la vida de cuadritos«.
¿El Espectador defiende a los venezolanos?
Estas declaraciones provocaron mucha indignación en una parte de Colombia. Sin embargo, otro sector de la sociedad se sintió apoyado por lo que dijo la alcaldesa. Pero, El Espectador emitió un editorial publicado es su web el 31 de octubre e impreso el 1 de noviembre titulado: «Lo primero que hay que deportar es la xenofobia».
El texto rechaza la afirmación de López por «mezclar nuevamente en el imaginario la migración con la ocurrencia de actos violentos».
El Espectador -diario más antiguo en Colombia- sostiene que la posición de López «causa mucho daño». No obstante, desde el despacho de la alcaldesa señalan: «No dijo nada falso. No había malas intenciones».
«La realidad es otra. En nuestro país hay desprecio por los refugiados y migrantes venezolanos. Hay políticos que aprovechan ese odio para fomentar la xenofobia y obtener réditos electorales», subraya el medio.
¿Quiénes son las verdaderas víctimas?
En mayo, el Instituto de Medicina Legal presentó el informe «Lesiones fatales de ciudadanos venezolanos en Colombia 2017-abril 2020«. Así se destaca que la cantidad de venezolanos fallecidos en territorio colombiano superaba -hasta ese entonces- las 2.061 víctimas.
Adicionalmente, el informe acota que el número de fallecidos se incrementa cada año y se refleja en cifras alarmantes. En 2017, por ejemplo, se detectaron 189 casos. Luego, en 2018, la cifra escaló a 579 víctimas. Mientras que 2019 vivió un salto exponencial hasta llegar a 1.015 fallecidos.
En los primeros cuatro meses de 2020, la cifra de víctimas mortales de venezolanos en Colombia llegó a 278 personas. Además, medios colombianos afirman que este año, y a pesar de la pandemia, han sido asesinados 319 venezolanos. También resaltan otros 21 casos que han perdido la vida, presuntamente, por suicidarse.
Bogotá y Norte de Santander son las regiones que contabilizan mayor cantidad de muertes violentas de venezolanos en este año.
Desde que Iván Duque asumió la Presidencia, en agosto de 2018, la cifra de venezolanos asesinados por distintas causas se disparó exponencialmente. Hoy, sobrepasa como mínimo las 1.300 víctimas, según datos del Instituto de Medicina Legal colombiano.
Solo en 2019, año que marcó el pico más alto de fallecimientos de venezolanos, murieron 1.015 por distintos motivos. Sin embargo, la gran mayoría se cree que fue cvíctimas de homicidios o casos relacionados con muertes violentas.
Más de 1.000 venezolanos asesinados
Entre 2018 y 2019 las muertes de venezolanos por causas violentas aumentó 69,7%. Del total referenciado por Medicina Legal, más de 1.000 venezolanos han sido asesinados en Colombia en los últimos años.
En su informe, el organismo detalló que entre 2017 y el primer cuatrimestre de 2020 fallecieron 1.666 hombres y 395 mujeres. De ese total, al menos 1.630 perdieron la vida en hechos violentos.
En cuanto a las causas de los decesos, Medicina Legal precisó que hasta entonces 999 casos fueron asesinatos. Entre ello, 661 homicidios con armas de fuego, 257 con armas blancas y 81 en crímenes en riñas.
Otros 334 fueron «muertes naturales», 330 en eventos de transporte, 301 «muertes violentas por otras causas» y 97 suicidios.
Con 390 decesos, Norte de Santander, que tiene el principal paso fronterizo con Venezuela, era hasta abril de 2020 la región con las cifras más altas. Después se ubicaban Bogotá, donde vive un mayor número de migrantes, con 360 muertes.
En la lista también aparecen los departamentos costeros Atlántico y La Guajira con 183 y 168 fallecidos, respectivamente. Luego, Arauca -limítrofe con Venezuela- con 123 fallecidos y Antioquia, al noroeste del país, con 116.
Editorial del diario El Espectador
Lo primero que hay que deportar es la xenofobia
Hay precisiones que causan mucho daño. “No quiero estigmatizar a los venezolanos, pero…”, dijo la alcaldesa de Bogotá, Claudia López. Su propia frase la traiciona, pues empieza con el reconocimiento de que va a aportar pólvora en un tema que ha producido mucho dolor en los últimos años en Colombia. Debió detenerse antes del “pero”, antes de la precisión, antes de mezclar nuevamente en el imaginario la migración con la ocurrencia de actos violentos. Desde el Distrito siguen insistiendo en que no dijo nada falso, que no había malas intenciones. La realidad es otra. En nuestro país hay desprecio por los refugiados y migrantes venezolanos, hay políticos que han aprovechado ese odio para fomentar la xenofobia y obtener réditos electorales, y en el proceso han causado que muchos migrantes sufran la discriminación y la desconfianza de los colombianos. Independiente de sus intenciones, en ese juego cayó López.
“No quiero estigmatizar a los venezolanos, pero hay unos inmigrantes metidos en criminalidad que nos están haciendo la vida cuadritos. Tenemos que volver a traer a Migración Colombia. Aquí el que quiera venir a ganarse la vida decentemente bienvenido, pero el que venga a delinquir lo debemos deportar sin contemplación”, aseveró López. Ante las críticas, al día siguiente la alcaldesa redobló su posición: “La ley colombiana prevé la deportación de quienes cometen delitos en Colombia. Esa ley no es xenófoba, es lógica. Pedir que se aplique tampoco es xenofobia”. Es decir, prefirió salirse por la tangente a reconocer su error.
Los trucos en los discursos discriminatorios permiten a quienes los expresan fingir que no estaban diciendo nada incorrecto. Es cierto: hay migrantes venezolanos que cometen crímenes. También es cierto: quienes sean delincuentes deberían ser procesados por el sistema judicial. Y la frustración es entendible: hemos visto un aumento del 1,2 % en el número de homicidios comparado con el último año. Pero lo que López hizo fue dar una declaración inútil, irresponsable y que estigmatiza a los cientos de miles de migrantes venezolanos que viven en la capital.
Pero, además, vamos a los hechos. No, la migración no incrementa los crímenes violentos. Un estudio de Brian Knight y Ana María Tribín-Uribe encontró que “son los migrantes, no los nativos, los que enfrentan los riesgos por la migración”, dado que las víctimas de los crímenes violentos son los migrantes y no los colombianos. Una investigación del Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas, de la Universidad de los Andes, firmado por Juan Sebastián Franco Mora, muestra también que “las estimaciones sugieren que el choque migratorio produce, en promedio, un aumento pequeño en el corto plazo de las tasas de los delitos que podrían tener motivaciones económicas (hurtos), pero ningún efecto sobre delitos violentos, como los homicidios o las lesiones personales”.
Es decir: no, los venezolanos no son los culpables del aumento de los homicidios.
La alcaldesa dirá que ella no dijo que fuera así. Y sí, es verdad. Pero sus comentarios no se hicieron en un vacío. Era innecesario mencionar la nacionalidad y hablar de deportaciones, cuando lo que puede hacerse es pedir justicia sin caer en discriminación. El “pero” en su frase fue inútil, porque hizo lo que dijo que quería evitar: estigmatizar a toda una población vulnerable y perseguida, que en su abrumadora mayoría ha buscado aportarle a Colombia por haberlos recibido.
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