Pocos países europeos han escapado al auge de la extrema derecha en la última década. Por ejemplo, Alemania, pese a su traumático pasado nazi, experimenta el crecimiento político de estos grupos radicales.
El partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD) lleva varios años tratando de incrementar su participación electoral en la nación europea, pero se enfrentaba a un cordón sanitario impuesto por los otros partidos que se negaban a establecer pactos o acuerdos con sus dirigentes.
Sin embargo, este cordón sanitario se rompió durante los recientes comicios del Parlamento de Turingia, cuando el candidato del Partido Liberal (FPD) resultó electo primer ministro regional, gracias a los votos de AfD y la Unión Demócrata Cristiana (CDU), liderada por Angela Merkel, lo que pulverizó el consenso nacional de aislamiento a la ultraderecha y escandalizó al país, hasta el punto de precipitar la caída de la favorita a suceder a la Canciller.
Paul Ziemiak, secretario general democristiano, rechazó el pacto y exigió la celebración de nuevas elecciones, calificando de «error» la decisión del CDU de Turingia.
“Es un día negro para Turingia. Los liberales han jugado con fuego y han prendido fuego al estado y a la totalidad de Alemania. Obviamente, lo peor de todo es que miembros de la CDU de Turingia hayan aceptado elegir a un primer ministro junto a los votos de los nazis”, condenó.
“Es imperdonable y el resultado debe ser revertido. Fue un mal día para la democracia. Hay que decir que es un acto imperdonable y que por consiguiente el resultado electoral debe ser anulado. La posibilidad de nuevas elecciones es una opción”, dijo Merkel, durante una visita oficial a Sudáfrica.
La foto del líder de la AfD en Turingia, Björn Höcke, célebre por cuestionar la necesidad del monumento al Holocausto en Berlín, estrechando la mano a Thomas Kemmerich, ocupó las primeras páginas de la prensa nacional alemana.
Los manifestantes en las calles y redes sociales mostraron de inmediato esa foto junto a otra: la del apretón de manos de Adolf Hitler en 1933, tras ser nombrado canciller, y Paul von Hindenburg, presidente durante la República de Weimar.
Por su parte, Bodo Ramelow, candidato de la agrupación de izquierda Die Linke, que obtuvo la mayoría parlamentaria en Turingia, advirtió que cualquier cooperación con AfD puede convertirse en la antesala de un nuevo fascismo.
Por su pasado nazi, cualquier tipo de colaboración, directa o indirecta, con la extrema derecha despierta los más tenebrosos fantasmas del nacionalsocialismo, en especial en Turingia, el estado en el que los nazis entraron por primera vez en un Gobierno, en 1929.
Escándalo y renuncias
La ruptura del cordón sanitario en Turingia sacudió los cimientos de la política alemana. Para Annegret Kramp-Karrenbauer, presidenta de la CDU y favorita en la carrera por la sucesión de Merkel, supuso un golpe mortal en sus aspiraciones políticas.
El partido conservador votó en Turingia junto a la ultraderecha y en contra de las consignas procedentes de la sede central, algo que para muchas voces demostró debilidad y falta de liderazgo por parte de Kramp-Karrenbauer
Criticada al máximo por este pacto, decidió renunciar a su candidatura como futura Canciller, dejando abierta la carrera por la sucesión sin que haya, de momento, un claro candidato alternativo.
También renunciará a la AKK, como se la conoce en Alemania, a la presidencia del partido, una vez que los conservadores elijan nuevo candidato, a lo largo de este año, pero seguirá siendo Ministra de Defensa hasta final de la legislatura en 2021.
La renuncia de la cabeza del partido abre un periodo de inestabilidad política en la primera economía europea, coincidiendo con la recta final de la era Merkel. El plan de sucesión diseñado por la Canciller, cuyo cuarto y último mandato finalizará en 2021, se desvaneció y abrió la carrera por la cancillería dentro de la llamada “centroderecha” alemana.
Un día horas después de que Thomas Kemmeric resultara electo primer ministro regional en Turingia, gracias a los votos de la ultraderecha, se vio obligado a anunciar que renunciará al cargo.
La mayoría de la clase política, incluidos miembros de su propio partido liberal, llamaron al restablecimiento del cordón sanitario con la ultraderecha.
Por tal motivo, a Kemmerich no le quedó más remedio que anunciar que su dimisión era «ineludible» y pedir la disolución del Parlamento de Turingia, para abrir el camino a la repetición de elecciones.
“No hubo, no hay ni habrá cooperación con AfD”, dijo y atribuyó a “trucos sucios” de la ultraderecha el resultado de la votación.
«La disolución del Landtag [parlamento regional] es inevitable y la renuncia del presidente es inevitable», dijo Kemmerich y anunció que el grupo regional del Partido Democrático Libre (FDP) pide la disolución del consejo y nuevas elecciones.
«Los partidos democráticos necesitan mayorías democráticas, que en este parlamento evidentemente no pueden tener», agregó.
La delegación de los liberales en Turingia indicó que se trataba de eliminar el estigma del apoyo de AfD, pero el daño ya está hecho y la crisis sigue en pie.
El proceso para la celebración de nuevos comicios será complejo, ya que requiere del apoyo de dos tercios del Parlamento regional, algo que de momento no está asegurado.
Por su parte, la ultraderecha que celebraba el resultado en Turingia, tildó a la renuncia de Kemmerich como una decisión antidemocrática.
“Esto demuestra lo lamentable que es nuestra democracia”, expresó en su cuenta en Twitter el copresidente de AfD, Jörg Meuthen.
Asimismo, la AfD anunció que demandó a la canciller alemana, Angela Merkel, por abuso del cargo y por coacción Thomas Kemmerich, quien tras el terremoto político desatado se vio forzado a dimitir.
«Dado que la señora Merkel ya no ocupa una función relevante dentro de la CDU y tampoco se encontraba de viaje en África en calidad de miembro de la CDU, sino como jefa del Gobierno alemán, estamos aquí ante un claro caso de abuso del cargo con vulneración de la igualdad de oportunidades de los partidos«, señaló Jörg Meuthen.
Auge de la ultraderecha
La escalada política de la ultraderecha en Alemania no se debe sólo a los pactos entre los partidos, ya que se ha convertido en un fenómeno social.
Un estudio publicado por la revista Research&Politics revela que la extrema derecha obtiene más apoyo electoral en las zonas próximas a los campos de concentración el nazismo.
Según la investigación, la ”saturación con la memoria al Holocausto” a la que ha estado sometida la población durante décadas es la causa de este fenómeno.
Los autores del estudio, Toni Rodon, del Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra; y Julian M. Hoerner y Alexander Jaax, de la Escuela de Ciencias Políticas y Economía de Londres; señalan que el fenómeno de la saturación viene del campo de la lingüística y explica que cuanto mayor es el uso de una palabra, antes perderá sus connotaciones y entrará en un proceso de banalización.
“Si se expone de manera prolongada a un grupo poblacional a la memoria de un suceso como el Holocausto, menores serán las reacciones y la receptividad de los ciudadanos’’, afirmó Rodon.
Los investigadores determinaron que esta “saturación” se da principalmente en la Alemania Occidental, donde el marco de contrición era mucho más dominante en el discurso político, en comparación con la Alemania Oriental.
“Este hallazgo demuestra que la magnitud del efecto de proximidad a un antiguo campo de concentración depende de la fuerza de los líderes políticos que desafían la cultura de la memoria predominante’’, señalaron.
Voto de rusos y judíos
Otro hecho social que llama la atención dentro del auge de la ultraderecha tiene que ver con cuál es uno de sus grupos de votantes más fieles.
Aunque desde fuera el partido AfD es visto como una fuerza nativista e intolerante con los extranjeros, en la política alemana es en este grupo donde halla uno de los principales apoyos, aunque no incluye todos los orígenes.
Un reciente estudio reveló que un tercio de sus votantes son de origen ruso y que pese a la naturaleza xenófoba y antisemita del partido, cuenta entre sus seguidores a un pequeño, pero creciente número de judíos rusos.
A ciencia cierta no se sabe cuántos rusos viven actualmente en Alemania. Una estimación conservadora de la Universidad de Osnabrück sugiere que alrededor de tres millones de los 83 millones de residentes nacieron en la antigua Unión Soviética.
El partido AfD, consciente de este hecho, presentó en las elecciones de 2017 a varios candidatos que nacieron en la antigua Unión Soviética.
Mientras que en 2018 los miembros judíos del partido de extrema derecha se reunieron en la ciudad de Wiesbaden, en el suroeste de Alemania, para crear una sección judía dentro del AfD, movimiento que provocó una fuerte condena de otros judíos, aunque el grupo condenó los horrores del holocausto para captar el voto de los que profesan el judaísmo.
Ejército de ultraderecha
Otro hecho que causa alarma es que el Gobierno de Alemania lucha por contener el creciente número de miembros del Ejército afines a la ultraderecha.
Según un artículo publicado por la agencia DW, el Servicio de Contrainteligencia Militar, conocido como MAD, investiga a 550 soldados del Bundeswehr (Fuerzas Armadas Unificadas de Alemania) sospechosos de ser afines a la extrema derecha.
El jefe del MAD, Christof Gramm, reconoció que el año pasado se confirmaron las sospechas de extremismo en 14 casos, ocho de los cuales involucraban a la extrema derecha.
Añadió que se registraron 360 casos de sospechas de extremismo de derecha y que otras 40 personas no respetaron los valores de la Constitución alemana en 2019.
Igualmente, señaló que la unidad de élite del Ejército, llamada KSK, o Fuerzas de Comando Especial, registra un número desproporcionado de casos de sospecha de extremismo, los cuales se han duplicado desde principios de 2019.
“Nuestro objetivo no es sólo eliminar a los extremistas de las fuerzas armadas alemanas, sino también a las personas que carecen de lealtad a la Constitución”, explicó Gramm.
¿Gobierno de la AfD?
El 48 % de los ciudadanos cree que la formación ultraderechista AfD terminará formando parte de gobiernos a nivel estatal o federal en un plazo no mayor a diez años.
Según una encuesta divulgada por Europa Press, solo el 29 % de los consultados cree que en 2030 la AfD no estará formando parte de ningún gobierno.
Además, el 26 % señala que no ve un problema en que la AfD forme parte del gobierno al nivel de los estados federados, y para otro 19 % tampoco sería un problema que la formación ultraderechista forme parte de un gobierno de coalición a nivel federal.
Sin embargo, el 59 % de los ciudadanos que participaron en la encuesta, que se publicó después de la crisis política generada en Turingia, rechaza que AfD forme parte del Gobierno federal alemán.