El ultraderechista Jair Bolsonaro pretende acelerar su agenda de privatizaciones en Brasil durante 2020, con la venta de 300 activos por un valor de 36.000 millones de dólares, para entregar así al gigante suramericano al capital privado nacional e internacional.
Siguiendo una agenda de corte liberal, trazada por su ministro de Economía, Paulo Guedes, Bolsonaro se propuso reducir a mínimos el tamaño del Estado y espera terminar su mandato, el 1 de enero de 2023, con tan solo un centenar de activos públicos, de los 695 en los que tenía participación directa o indirecta a comienzos de 2019.
Según datos de la Secretaría de Privatizaciones y Desinversiones, Brasil se deshizo en 2019 de 71 activos, y para 2020 el ultraderechista se propuso cuadruplicar esta cifra, con la que busca recaudar 36.000 millones de dólares, equivalentes al 1,7 % del Producto Interno Bruto (PIB), bajo el pretexto de reducir el déficit fiscal.
“Es un plan muy ambicioso. El primer año (de Gobierno) es de aprendizaje, estuvimos centrados en la reforma de las pensiones, lo que nos consumió mucha energía, pero ahora nuestro foco está puesto en las privatizaciones y hay un trabajo muy grande que todavía tiene que ser hecho”, explicó el secretario de Privatizaciones, Salim Mattar.
Con esta medida, aparte de achicar al extremo el tamaño del Estado, busca generar capital como forma de paliar los poco halagadores resultados de su política neoliberal, ya que en 2019 Brasil solo creció 1 %, desempeño económico mucho menor a las expectativas generadas durante su campaña presidencial.
Lejos de rectificar, el Mandatario sigue con su plan de liberalización económica bajo la guía del su gurú ultraliberal, Paulo Guedes, quien formuló un paquete de reformas de pensiones y recortes sociales, redujo el número de ministerios de 29 a 22 y despidió a 40.500 empleados del sistema público que estaban en cargos, a su juicio, «obsoletos».
Guedes, un multimillonario gestor de fondos de inversión que se formó en la Universidad de Chicago, pretende cambiar la Constitución para legalizar los despidos y recortes de salarios de funcionarios públicos, así como también reducir la carga tributaria.
Mientras tanto, el mercado internacional espera ansioso para invertir, ante el panorama de paquetes de privatizaciones que emprendió el llamado “Trump del trópico”.
“Con Bolsonaro en la presidencia, Brasil se ha acercado a Washington como nunca antes en la historia, tanto en el ámbito geopolítico como el económico. Guedes pretende vender casi todos los activos estatales, así como abrir la cerrada economía al mercado global con un afán liberalizador sin precedentes”, señaló el periodista Andy Robinson en un artículo publicado por La Vanguardia.
Agenda privatizadora
El paquete de privatizaciones de 17 empresas públicas lo encabeza el gigantesco holding eléctrico Eletrobrás, que tiene el control directo sobre 200 empresas, y que es ofrecida a transnacionales extranjeras en 4.000 millones de dólares. Con ello, el Estado reducirá su participación en la compañía a menos del 50 %.
El titular de Eletrobras, Wilson Ferreira, aseguró que la privatización, que aún depende de la aprobación del Congreso, se producirá en el segundo semestre de 2020 y será bajo el esquema de capitalización, es decir, con la emisión de nuevas acciones, diluyendo así la participación del Gobierno en la empresa.
Según Ferreira, Eletrobras tiene un valor de mercado de unos 60.000 millones de reales (15.000 millones de dólares) y cuenta con unos 12.000 empleados.
Desmantelamiento de Petrobras
Bajo la administración de Bolsonaro, Petrobras abandonó su plan de integración vertical y redujo drásticamente su tamaño, por lo que se especializará sólo en producción, sin refinerías ni gasolineras, y abandonará su misión de explotar las reservas de crudo localizadas 4.000 metros bajo el Océano Atlántico.
Muchas voces advertían que la venta masiva de activos de Petrobras es el primer paso hacia su total privatización y no se equivocaron.
El estatal Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) vendió 9,86 % de acciones ordinarias que poseía en la petrolera estatal, por 5.200 millones de dólares.
Petrobras fijó el precio de la oferta en 30 reales por acción ordinaria, lo que supone un descuento de 1,57 % con respecto al precio del mercado, por lo que BNDES recaudó 22.000 millones de reales (5.200 millones de dólares).
BNDES indicó que enviará parte de las ganancias al Tesoro de Brasil como dividendos, y que espera que se produzcan nuevas ofertas de acciones.
La venta de acciones de Petrobras es la mayor desinversión hasta el momento de la cartera de acciones de 110.000 millones de reales (25.900 millones de dólares) con las que cuenta el banco estatal.
Conflicto laboral
No obstante, la venta de acciones no es la única medida aplicada por el Mandatario ultraderechista para reducir y desmantelar a Petrobras.
El anuncio del cierre de una fábrica de fertilizantes controlada por la petrolera, que amenaza con dejar a mil trabajadores en la calle, detonó una huelga general de los trabajadores del sector.
Los trabajadores luchan para suspender los despidos en la Fábrica de Fertilizantes de Nitrógeno de Paraná (Fafen-PR) y para lograr que se respete y cumpla el Acuerdo de Trabajo Colectivo (ACT).
La Federación Única de Petroleros (FUP) indicó que la protesta se mantendrá pese a la prohibición del Tribunal Superior del Trabajo (TST), que ha alegado que esto afectaría el suministro de combustibles.
BNDES se quedará sin acciones de estatales brasileñas
En el caso de BNDES, la estrategia de Bolsonaro es que ofrezca al mercado en los próximos tres años cerca del 90 % de las acciones que posee de diferentes empresas brasileñas.
Muchos consideran que el objetivo a medio plazo es cerrar el icónico banco creado por el presidente Getulio Vargas en 1952, que hasta llegó a ser más grande que el Banco Mundial.
Antes de la llegada de Bolsonaro al poder, BNDES registraba fuertes plusvalías para el Estado mediante sus participaciones en el capital en las empresas que ayudaba a convertir en multinacionales competitivas.
Esto tampoco no era del agrado de la banca privada de inversión, porque a su juicio les quitaba mercado. “La gestión del BNDES ha sido abusiva”, llegó a decir Alberto Ramos, de Goldman Sachs.
“La existencia del BNDES impide que bancos privados como Itaú o Bradesco ganen dinero con créditos a tipos más altos”, sostuvo el economista brasileño Eric Gil Dantas, citado por el diario La Vanguardia.
Por lo que ha estado en la mira del capital privado. “Siempre ha sido un enemigo que debe ser eliminado”, subrayó el especialista.
La excusa de la corrupción
Bolsonaro ha hecho de la supuesta “lucha anticorrupción” la bandera de su gestión y, por supuesto, ha utilizado ese argumento para emprender su ola de privatizaciones.
En el caso de Petrobras, el Mandatario afirmó, sin pruebas, que la petrolera se encargó de financiar al Partido de los Trabajadores (PT).
Que la excusa de la corrupción supusiera el desmantelamiento de una de las empresas más rentables del mundo ha sido motivo de indignación dentro de la propia compañía.
“Propagaron el mito de la quiebra de Petrobras para justificar su privatización”, denunció Felipe Coutinho, presidente de la Asociación de Ingenieros de Petrobras.
En el caso del BNDES, ni siquiera hay indicios de corrupción. Cuatro investigaciones en el Congreso, otras judiciales y una auditoria estadounidense –Cleary Gottlieb Steen & Hamilton LLP– no han encontrado irregularidades.
Pese a los resultado, Bolsonaro insiste -también sin pruebas- que existe una “caja negra” en el BNDES para esconder las pruebas de su corrupción, uno de los elementos del programa electoral que utilizó para criminalizar a sus rivales.
“El nuevo presidente del BNDES, Gustavo Montezano, nombrado por Bolsonaro hace siete meses, se encontró ante un dilema terrible. No podía rechazar las conclusiones de la auditoria que él mismo había encargado. Pero negar la existencia de la corrupción sería contradecir al presidente Bolsonaro. De modo que dio una explicación, cuando menos, original: “Las leyes, (…) hacen legales estas redes de corrupción”. Es decir que cumplir con la ley no quiere decir que no hayas sido corrupto”, reseñó La Vanguardia.
Los dos presidentes anteriores, ambos nombrados por Bolsonaro, fueron despedidos tras rechazar enérgicamente las acusaciones contra el BNDES y Montezano ha hecho lo posible para no contrariar al Mandatario y evitar ser el próximo en caer.
Los planes de Guedes y Bolsonaro
En el nuevo Brasil, el Estado ya no se considera una fuerza que impulsa el crecimiento sino un monstruo corrupto, “quebrado, ineficiente, incapaz de producir un grado mínimo de oportunidad para bajar la desigualdad”, según denunció el expresidente del banco central brasileño, Armínio Frag.
El ministro Guedes promete con sus políticas neoliberales una recuperación cada vez más fuerte de la economía brasileña, con un crecimiento del PIB de 2 % para este año y de 4 % para 2022.
Sin embargo, esta promesa causa desconfianza en algunos analistas como Fernando Lara, economista del Gobierno de Río Grande del Sur en Porto Alegre, quien pone en duda las capacidades del gurú de Bolsonaro para lograr apuntalar el crecimiento económico.
“Guiado por sus convicciones ideológicas, Guedes cree que reduciendo el tamaño del sector público estimulará el sector privado, pero no está muy claro cómo”, señaló.
“Si Guedes hace todo lo que anuncia, “será un momento de transformación como ocurrió en Chile en los ’80; pero será muy difícil; porque Chile no fue una democracia”, planteó por su parte, Alberto Ramos, economista jefe de la firma Goldman Sachs en Nueva York.
“Está por verse si Guedes, quien enseñó ciencias económicas en el Chile de Augusto Pinochet, tiene un compromiso más fuerte con la democracia que otros ministros de Bolsonaro”, advirtió, en un análisis reseñado por EFE.