La tensión entre los gobiernos de EE.UU. y El Salvador no es nueva. Con cada decisión del presidente salvadoreño, Nayib Bukele, se desatan las reacciones de Washington, y la escalada discursiva va en aumento. Esta semana, no obstante, se rompió un nuevo techo.
Hay que reconocer que lo que ha hecho el presidente salvadoreño no es sencillo, especialmente cuando impulsó el bitcóin como segunda moneda de curso legal junto con el dólar, explica el sociólogo y analista político Ociel Alí López en un artículo para RT.
Bukele lo ha hecho poco tiempo después de comenzar su gobierno y muy cerca geográficamente de EE.UU., dándole al bitcóin, en septiembre de 2021, un estatuto legal que no había tenido en ningún otro país del mundo. Una verdadera proeza a la que no se atrevieron gobiernos anteriores, debido al grado de fricción que supone esa medida.
Además, lo hace desde El Salvador, un país que conoce las formas de intervención militar estadounidense y la cruenta guerra civil que puede suponer llevarle la contraria a Washington. Por eso, muchos en EE.UU. pueden ver esta acción económica como una afrenta.
Esta semana, tres conocidos senadores: Jim Risch, Bob Menendez y Bill Cassidy propusieron al Congreso de EE.UU. una iniciativa de Responsabilidad por las Criptomonedas en El Salvador (ACES, por su siglas en inglés), para investigar la adopción del bitcóin que ha aplicado El Salvador como moneda de curso legal.
En un comunicado, Risch planteó el discurso paranoico de siempre: «La adopción de bitcóin por parte de El Salvador como moneda de curso legal plantea empoderar a actores malvados como China y organizaciones criminales».
Mientras que el senador Cassidy dijo: «El Salvador, que reconoce el bitcóin como moneda oficial, abre la puerta a los cárteles de lavado de dinero y socava los intereses de los Estados Unidos (…) Si EE.UU. desea combatir el lavado de dinero y preservar el papel del dólar como moneda de reserva del mundo, debemos abordar este problema de frente».
Bukele sube el tono de las críticas
La iniciativa hizo reaccionar a Bukele que, como es su costumbre, no dejó pasar la bola y aumentó la pelea verbal: «Bien, ‘boomers’. Tienen 0 jurisdicción sobre una nación soberana e independiente. No somos su colonia, su patio trasero o su patio delantero. Manténganse al margen de nuestros asuntos internos. No traten de controlar algo que no se puede controlar», escribió en sus redes sociales.
La respuesta de Bukele no tendría nada de agresiva, tomando en cuenta que no se dirige a nadie en particular sino que es una reacción rápida, un trino, contra los ‘boomers’, representados en tres congresistas acostumbrados a fallar en cada uno de sus intentos de enfrentar a gobiernos de América Latina.
Sin embargo, su misiva trae combustible porque recuerda el discurso del propio presidente de EE.UU., Joe Biden, en el que planteó que América Latina no era un «patio trasero». «Todo lo que se encuentra al sur de la frontera mexicana es un patio delantero», fueron las palabras del mandatario estadounidense a fines del mes pasado.
Parece que Bukele esperaba alguna señal para responder. En este caso, la ley ACES fue el pretexto para lanzar un dardo a Washington, no solo sobre la iniciativa parlamentaria, sino aludiendo el discurso del propio presidente de EE.UU. sin mucho miedo o cautela diplomática.
Con esta respuesta a los senadores, Bukele sube la apuesta y lanza a la cabeza, al propio discurso de Joe Biden, convirtiéndose en el presidente latinoamericano que de manera más rotunda rechaza ese discurso que ofreció Biden sobre la condición de «patio» trasero o delantero de América Latina.
Bukele se desalinea muy rápidamente del «consenso» o las directrices de Washington y eso no mina su masivo apoyo electoral.
Contexto
Esta respuesta hay que contextualizarla, ya que se produce en un momento complejo de la región y en una semana muy movida (mientras Occidente mira a Ucrania).
En el vecino Honduras, Washington tuvo que buscar a la actual presidenta Xiomara Castro para poder ver la caída de su histórico aliado Juan Orlando Hernández, en prisión preventiva desde esta semana tras un pedido de extradición por parte de la justicia estadounidense con cargos de narcotráfico.
En la misma semana, uno de los aliados más importantes de Washington en toda América Latina, como es el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, visitó Moscú justo en los días en los que voceros estadounidenses denunciaban una «inminente» invasión de Rusia a Ucrania. ¿Qué quiere decir esta visita?, ¿es señal de la pérdida de importancia de EE.UU. en la región?
La respuesta de Bukele, la prisión de Juan Orlando Hernández en Honduras y la visita de Bolsonaro a Rusia parecen tres acontecimientos dispersos, pero que tienen significados parecidos: el debilitamiento de la hegemonía estadounidense en la región.
Mientras Occidente se inquieta por Ucrania, estos «patios» están totalmente convulsionados en torno a las cadenas de alianza que ha tejido Washington y que parecen desmembrarse de manera acelerada.
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