Han pasado 10 meses desde que se detectaron los primeros casos del nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2. Desde entonces, se desató la pandemia de la COVID-19 en el mundo entero.
Aunque generalmente las medidas de confinamiento resultan agotadoras, en lo que respecta al tiempo científico, el plazo es aún sumamente corto. Sin embargo, los expertos han logrado importantes avances contra la enfermedad.
La pandemia se declaró hace apenas seis meses. Hoy cuenta con varias propuestas de vacunas que están en fases definitorias para que las certifique la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Al respecto, BBC Mundo realizó un reportaje en el que enumera parte de los avances científicos fundamentales para derrotar la pandemia. Hoy, el coronavirus aún genera un fuerte impacto a la salud y suma casi 32 millones de contagios y cerca de un millón de fallecidos.
«Aunque parezca una eternidad, es muy poco tiempo para grandes desarrollos en investigación, al menos desde el punto de vista técnico». Así dijeron a BBC Mundo Begoña Sanz y Gorka Larrinaga, profesores del Departamento de Fisiología Humana en la Universidad del País Vasco.
Por su parte, el doctor en genética y biología celular Miguel Pita sostiene que los adelantos logrados «en el campo de la investigación suponen un grandísimo estímulo en diferentes terrenos«, con «muchísimos cambios punteros y revolucionarios».
Estos adelantos se han logrado, en gran manera, por las presiones generadas por las profundas crisis sociales, económicas y sanitarias provocadas por la pandemia. Esto hace que la lucha contra el coronavirus SARS-CoV-2 cuente con inversiones millonarias y con el incansable trabajo de miles de científicos.
Por ello, esta campaña global por encontrar la «cura» cuenta con al menos siete aspectos importantes alcanzados por la ciencia, según distintos especialistas.
Colaboración de equipos
«El coronavirus ha supuesto la colaboración de muchos equipos. Y esa es una muy buena noticia», resalta el doctor Pita, quien también es profesor e investigador de genética de la Universidad Autónoma de Madrid.
«Los investigadores tienden a colaborar mucho», agregó. «Pero la pandemia supone una llamada adicional y se han colocado los resultados a disposición muy rápidamente de todos los grupos».
A esto, añaden los profesores Sanz y Larrinaga, se suma «la presión ejercida por la gravísima situación sanitaria y socioeconómica mundial. El resultado es la colaboración de facultades, grupos y centros de investigación«, así como también «la creación de redes de colaboración».
Secuenciación de la COVID-19
Una de estas áreas de colaboración científica internacional es también una de las que registra «grandes progresos», explica Pita.
«En el terreno de la bioinformática hay grandes novedades. El estudio de las secuencias del material genético de cada virus que infecta a una persona permite ver su evolución con el paso de las generaciones», sostiene el doctor.
China reportó a la OMS la existencia del nuevo coronavirus a finales de diciembre de 2019. Desde entonces, investigadores registran unos 12.000 mutaciones en el genoma del virus, de acuerdo con la revista Nature.
Sobre esto, Pita sostiene que «la comunidad científica ha puesto sus mejores medios al servicio de esta investigación. Eso aumenta mucho la capacidad de cálculo y tenemos revisiones constantes de los cambios genéticos del coronavirus».
Diagnóstico ultrarrápido
Uno de los grandes desafíos del COVID-19 ha sido detectar a las personas infectadas para poder aislarlas y así contener mejor el contagio.
«El desarrollo de técnicas para el diagnóstico son muy potentes utilizando herramientas de edición genética, un elemento muy trascendente de la genética hoy», subrayó Pita.
El investigador da dos ejemplos que han demostrado ser eficaces y pronto estarán disponibles para efectuar diagnósticos «ultrarrápidos».
Por un lado, menciona técnicas de diagnóstico que son «algo menos sensibles» que la llamada prueba PCR o hisopado. Sin embargo, tienen la ventaja de ofrecer resultados inmediatos.
Por otra parte, agrega, están las «técnicas de diagnóstico diferencial para distinguir entre el SARS-CoV-2 y otros virus. Éstas tienen notable importancia para el correcto diagnóstico de los pacientes y, por tanto, para la elección del tratamiento».
Vacuna histórica
El hecho de que este coronavirus sea nuevo hace que aún existan muchos vacíos de conocimiento a sus alrededores. Pero, hay algo que los especialistas tienen claro: la única forma de lograr la inmunidad colectiva es con una vacuna.
«Desde luego, el primer gran avance será la obtención de una vacuna eficaz y segura que pueda administrarse a la población de forma masiva», afirman Sanz y Larrinaga.
Agrega que «si, tal como se dijo desde la OMS, esto ocurriera en 2022, aunque pueda parecernos lejano, sería un enorme éxito puesto en el contexto del tiempo que se ha tardado en obtener otras vacunas y poder llevarlas a gran parte de la población mundial».
En efecto, el plazo habitual de desarrollo de vacunas es de 15 a 20 años, pero hoy podría reducirse a un año, quizás año y medio.
Así lo afirma un estudio publicado en agosto pasado por la Revista de la Asociación Médica Estadounidense (JAMA, por su sigla en inglés) y liderado por Paul Offit, especialista en inmunología estadounidense famoso por haber cocreado una vacuna contra el rotavirus. A su juicio, la vacuna contra el SARS-CoV-2 está yendo a una «velocidad endiablada».
Pero lo novedoso no está solo en los tiempos, sino también en las distintas metodologías empleadas para su diseño, «algunas de ellas con características que nunca se habían considerado», dice Pita.
«Son vacunas que, si se prueban eficaces, el proceso de producción industrial resultaría más rápido que en las vacunas con diseños clásicos, algo muy útil en una situación como la actual», agrega.
Vacunas prometedoras contra la COVID-19
Además de las vacunas Sputnik V de Rusia, Soberana I de Cuba, y la Ad5-nCOV de China, que ya cuentan con certificaciones en sus países y pudieran salir al mercado antes de diciembre, BBC agrega otros cinco proyectos de vacunas que han mostrado tener «avances prometedores» al utilizar dos estrategias innovadoras.
De acuerdo con un estudio liderado por Offit, se están empleando dos metodologías de desarrollo de las otras cinco vacunas que buscan desarrollarse.
Por un lado, están las vacunas de ARN mensajero (ARNm), las cuales «nunca se han utilizado comercialmente para prevenir infecciones«, afirma el estudio. Tal es el caso de aquellas que están diseñando las compañías Pfizer y BioNTech juntos, y la de Moderna.
La otra metodología se basa en el uso de una familia de virus del resfriado común modificados genéticamente. Ejemplo de ellos son las vacunas en las que trabajan la Universidad de Oxford con AstraZeneca y la de Johnson & Johnson.
«De manera similar a las vacunas de ARNm, no hay vacunas disponibles comercialmente para prevenir enfermedades humanas usando esta estrategia. Más bien, su uso clínico se ha limitado a una vacuna autorizada contra la rabia animal», asegura el estudio publicado en JAMA.
Según Offit y los otros autores, distintos factores como «la trágica naturaleza de una pandemia en curso, han creado un caldo de cultivo fértil para la innovación«.
«Aunque se desconoce el éxito final de un candidato o candidatos a vacuna, es probable que los cambios en el campo de la vacunación que han traído estas circunstancias exigentes hayan llegado para quedarse«, añade el estudio de Offit.
Otros tipos de tratamientos
Además de ir a contrarreloj para crear una vacuna, hay investigadores trabajando en el desarrollo de tratamientos para los pacientes con COVID-19.
Por ejemplo, Sanz y Larrinaga publicaron un artículo en el sitio de divulgación The Conversation donde mencionan «otro tipo de tratamiento que podría ser útil en pacientes con COVID-19 para evitar llegar a la etapa más crítica de la enfermedad».
«Se trata de administrar a los pacientes la proteína a la que se une el virus para poder penetrar en la célula. La proteína va disuelta en el plasma y, si el virus se une a esta en vez de a la que se encuentra en las células, entonces no invade más tejidos y prevenimos la gravedad de la enfermedad», indicaron a la BBC.
En otras palabras, la estrategia consiste en «engañar» al coronavirus. Según Sanz y Larrinaga, «este método, que se encuentra en fase 2 de experimentación, podría abrir un nuevo campo en el tratamiento de otras enfermedades víricas, no solo la COVID-19».
«Otro gran avance, que no está directamente relacionado con la investigación que hacemos en nuestros laboratorios pero que es fundamental para el futuro, es que hayamos conseguido introducir en la cultura de nuestra ciudadanía ciertos hábitos de higiene y prevención que sirvan para contener esta y otras epidemias provocadas por virus», añaden los profesores.
Tal es el caso del uso de mascarillas en zonas concurridas en tiempos de epidemia, «algo que es frecuente ver en grandes urbes de países asiáticos».
Otra, es «evitar acudir a lugares de concentración de gente y espacios cerrados cuando uno está con una enorme congestión o con síntomas gripales», resaltan.
De hecho, estudios en distintos países ya están demostrando que las medidas tomadas para prevenir el contagio han hecho que la temporada de enfermedades respiratorias y virales sea menos extendida y mortal.
Por ejemplo, una investigación publicada en agosto pasado en la Revista Médica Británica (BMJ) analizó los datos de resfriados, gripes y bronquitis de 500 clínicas en Inglaterra y descubrió que en promedio se registraron nueve veces menos casos que en el mismo periodo de los cinco años anteriores.
Importancia de la ciencia para frenar la COVID-19
Para Mercedes Jiménez Sarmiento, bioquímica del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas de España, «un cambio profundo a raíz de la pandemia es que la sociedad ha comprendido que la solución pasa por la ciencia«.
En declaraciones a BBC, sostiene que la ciudadanía «ha querido saber de salud y de ciencia, y lo ha hecho directamente de los expertos. Estos, a su vez, se esfuerzan en querer comunicar mejor la ciencia debido a la demanda de información de calidad por parte de periodistas y de la sociedad».
Jiménez Sarmiento destaca que «comunicar ciencia no es fácil». «Son contenidos complejos con lenguaje específico. Además, avanza despacio y sobre evidencias a menudo no obvias que se van modificando cuando aparecen demostraciones nuevas. Eso es difícil de aceptar».
Por eso, «ha sido un gran avance mutuo de la ciencia y de la sociedad, porque ahora están más cerca que nunca y deben apoyarse».
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