Venezuela celebró elecciones legislativas este domingo 6 de diciembre. Estados Unidos, la Unión Europea y algunos gobiernos latinoamericanos serviles a Washington dicen que no las reconocen. Pero, la realidad es otra: el resto del mundo sí lo hace y -además- son absolutamente válidas y vinculantes en el país suramericano.
El grueso de la derecha venezolana apuesta por el golpe de Estado, la intervención extranjera y una salida inconstitucional. Desde antes de celebrarse los comicios, llamaron a la abstención y cantaron fraude -como siempre- sin presentar una sola prueba. Aun así, participaron decenas de partidos de oposición.
Al final, los resultados no sorprendieron: la coalición de gobierno recuperó el control de la Asamblea Nacional, de forma legal. Incluso, ahora poseen más de las dos terceras partes necesarias para aprobar grandes leyes. El 5 de enero próximo asumirá este Parlamento, mientras aquel que lideraba Juan Guaidó quedará en el olvido.
Por ello, analistas y expertos ajenos al conflicto venezolano coinciden en que estas elecciones significaron el entierro político de Guaidó. Además, sostienen que se trata del final de la campaña respaldada por Estados Unidos para derrocar al presidente Nicolás Maduro.
El parlamento es chavista nuevamente
Para Maduro, este proceso fue la oportunidad para arrebatar el control de la institución estatal que perdió en los comicios de 2015. La derecha perdió cinco años impulsando caminos antidemocráticos desde el Parlamento. En ese tiempo, no hicieron un solo aporte al pueblo venezolano, pues solo promovieron sanciones y bloqueos contra su país.
Este lunes, el Consejo Nacional Electoral (CNE) confirmó que la coalición del Gran Polo Patriótico (GPP) obtuvo 4.294.130 sufragios. Eso significa un 69,27% de los votos válidos y 165 de 277 diputados. En tanto, el índice de participación fue de 30,5%, dejando una abstención de casi 70 %.
“Hemos recuperado la Asamblea Nacional con el voto mayoritario del pueblo venezolano. Es una gran victoria sin duda para la democracia«, manifestó Maduro en la madrugada del lunes, tras el primer boletín oficial.
Entonces, perder el control del parlamento, el último bastión oficial de la oposición, es un duro golpe a la ya débil cruzada de Guaidó. La ‘aventura’ que comenzó al autoproclamarse ‘presidente interino’ de Venezuela, en enero de 2019, está cerca del final.
¿Cómo lo logró? Con el respaldo del enorme poder político de Estados Unidos y otros 50 gobiernos que hacen todo lo que les ordene la Casa Blanca. Todos reconocieron a Guaidó como ‘presidente’ porque estaba al frente del Parlamento.
Pero, a partir del 5 de enero de 2021 ya no ocupará ese cargo, así lo estipula la Constitución venezolana. Además, su base de apoyo, tanto en casa como en el extranjero, parece estar colapsando.
Desde hace meses vienen renunciando los ‘funcionarios’ que Guaidó ha nombrado en el exterior. Días atrás, su enviada en Reino Unido presentó su renuncia y declaró al Financial Times que el futuro de su liderazgo era «incierto».
Qué pasará después del 5 de enero
El 5 de enero toma posesión la nueva Asamblea Nacional. Al respecto, The Guardian entrevistó a Phil Gunson, analista de Internacional Crisis Group. Es una ONG fundada en 1995 por George Soros y dedicada ‘a la resolución y prevención de conflictos armados internacionales’.
Gunson reconoció que “la coalición alrededor de Guaidó se está desmoronando lentamente”. Sin embargo, duda que los gobiernos extranjeros abandonen inmediatamente a Guaidó después de las elecciones.
“Él seguirá adelante por un tiempo. Pero, a menos que sea capaz de reinventarse a sí mismo de alguna manera, creo que el plan de Guaidó claramente fracasó. Ahora, Maduro se ganó el derecho a dar una vuelta de la victoria”, aseveró.
En ese sentido, se justifica recordando que “casi dos años después (desde la autoproclamación) no hay avances. De hecho, Maduro tiene más control, ciertamente políticamente, que antes”.
El analista también reconoció que el ‘boicot de la oposición’, entre otros factores, significó que el resultado fuera inevitable. “La Asamblea Nacional se condenó a convertirse en un Parlamento oficial. El gobierno tiene garantizada una gran mayoría».
Sin embargo, más allá de controlar ahora el Parlamento, Gunson advierte que para Maduro el problema sigue siendo que «la economía venezolana está colapsada. El país está -en parte- aislado internacionalmente y hay mucho descontento dentro de su propio movimiento». Precisamente, por ello el presidente prometió “una nueva era de recuperación y progreso genuino para todos”.
Otra visión internacional del proceso electoral
Desde Venezuela, Alan Macleod reseñó otra visión internacional del conflicto para MintPress News. Mientras la coalición del GPP celebra su victoria, Guaidó ve el resultado como una victoria para la oposición. No se entiende por qué lo ve así, al punto que es inexplicable, pero es así.
“El rechazo al régimen y su fraude nos unió, ahora debemos responder en la calle. El 12 de diciembre nos movilizaremos como una inmensa mayoría que quiere elegir su futuro”, anunció en sus redes sociales. Guaidó se atribuye a sí mismo la enorme abstención, pero la realidad es que su liderazgo murió, expone Macleod.
La baja participación electoral fue producto de una mezcla de tres factores. Primero, el llamado a la abstención de la derecha. Segundo, el miedo a la pandemia del COVID-19, más allá de que el proceso contempló las medidas sanitarias necesarias. Y tercero, el descontento provocado por los duros efectos de las medidas coercitivas unilaterales de Estados Unidos.
Pero, la baja participación no importa, porque algo indudable es la credibilidad de la elección. El proceso contó con unos 1.500 observadores internacionales, incluidos varios ex jefes de Estado. Entre ellos destacaron Fernando Lugo (Paraguay), Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador), José Luís Rodríguez Zapatero (España) y Manuel Zelaya (Honduras).
“En Venezuela nadie puede dudar del sistema electoral”, declaró Correa. “El proceso fue transparente y pacífico”, agregó Zelaya. Mientras, la declaración final de la misión se observadores se resume en una idea:
“Vimos unas elecciones limpias y transparentes, además de una gran jornada en tiempos de pandemia. Esta elección representa también una derrota a las sanciones económicas contra Venezuela”, impuestas por el régimen estadounidense.
Estados Unidos continúa la injerencia
El Gobierno de EE. UU. ya había decidido que el proceso era fraudulento, desde antes de realizarse. “Los resultados anunciados por el régimen de Maduro no reflejarán la voluntad del pueblo venezolano. Lo que está sucediendo es un fraude y una farsa, no una elección”, declaró el secretario de Estado, Mike Pompeo.
Sorprendentemente, la declaración viene de un gobierno que organizó elecciones el 3 de noviembre y 35 días después aún no tiene resultados oficiales. Es el mismo gobierno que denunció fraude en una elección que organizaron ellos mismos. Sí, es el mismo gobierno que se niega a reconocer al candidato ganador.
Al mismo son bailan las grandes corporaciones mediáticas. «Maduro consolida el poder en Venezuela, dominando unas elecciones boicoteadas por la oposición», tituló The Washington Post. «Maduro se hace más fuerte en Venezuela mientras la oposición boicotea las elecciones», escribió Wall Street Journal. Y así les sucedieron el resto de los medios hegemónicos.
En tanto, Human Rights Watch calificó la elección como “una obra de teatro destinada a dar una apariencia de legitimidad al gobierno de Maduro». Claro, la afirmación viene de una organización que apoyó el golpe de Estado en Bolivia en 2019, por citar solo un caso reciente.
Asimismo, los medios difunden datos sin comprobar ofrecidos por enemigos del Gobierno y del pueblo venezolano. Geoff Ramsay, de la Oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) afirmó que la participación fue de apenas 15%. Lo hizo con base en suposiciones, en nada corroborable.
Mientras, la jefa de la oficina de Bloomberg en Venezuela, Patricia Laya, fue más lejos. Insiste en que la participación fue solo del 10%. ¿Dónde están sus pruebas? Simplemente no las hay. Se ampara en la mal llamada “libertad de expresión” para mentir y no sufrir consecuencias legales.
¿Y qué con la baja participación electoral?
La preocupación por las bajas tasas de participación pareció no extenderse al aliado de Estados Unidos y miembro de la OTAN, Rumania. Esta nación de Europa del Este también celebró elecciones parlamentarias el domingo y la participación apenas superó el 30%.
Pero, a diferencia de Venezuela, no hubo protestas desde la Casa Blanca, ni tampoco desde la Unión Europea. Mucho menos hubo condenas desde los grandes medios corporativos.
Al final, todos esos actores políticos -comenzando por Washington- tienen una doble moral, un doble rasero. En Venezuela, su respuesta tiene que ver exclusivamente con quién ganó las elecciones. En 2015, con el mismo CNE, la derecha ganó mayoría en el Parlamento y todos en el extranjero reconocieron y celebraron el proceso.
Esta victoria de la izquierda en Venezuela se suma al reciente triunfo de Luis Arcel en Bolivia, del Movimiento al Socialismo. Además, en Guyana también se impuso un sector de izquierda a principios de año. Por otra parte, en 2021 el regreso la Revolución Ciudadana en Ecuador es prácticamente un hecho.
Mientras, en Brasil habrá elecciones presidenciales en 2022 y la derrota de Jair Bolsonaro es casi segura. Al final, todo apunta a que el comienzo de esta nueva década será muy positivo para las fuerzas progresistas en la región.