El más reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés) es absolutamente nada alentador. Al cierre de 2019 se contabilizaron 687,8 millones de desnutridos en el mundo (8,9 % de la población). La proyección para 2030 es de 841,4 millones (9,8 %) o uno de cada 10 habitantes. Una verdadera crisis alimentaria.
En el caso de América Latina y el Caribe, registran 47,7 millones de desnutridos (7,4%). Sin embargo, la estimación para 2030 es de 69,9 millones (9,5%). Pero, ¿qué es lo más preocupante de esos cálculos? Que la FAO aún no prevé el impacto que dejará el coronavirus. «No podemos proyectar los números porque no sabemos cuánto durará esta crisis sanitaria«, explicó Julio Berdegué, representante regional de la FAO, en entrevista concedida a la cadena CNN.
Al respecto, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) estima que la pandemia llevará a la extrema pobreza a 28 millones de personas. Este incremento regional de 40 %, indudablemente, tendrá mucha incidencia en la seguridad alimentaria.
Y, en medio de esta crisis sanitaria global, ¿qué esperanzas hay para Venezuela? Se trata de un pueblo asediado por sanciones y un hermético bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el Gobierno de Estados Unidos.
¿Oh, y ahora quién podrá ayudarnos?
En entrevista exclusiva, Luis Britto García, abogado venezolano, ensayista y profesor universitario de Historia del Pensamiento Político, recordó tres antecedentes históricos de países que han vivido situaciones similares.
«La Unión Soviética y China estuvieron acorraladas durante casi todo el siglo pasado por bloqueos, sanciones y cercos diplomáticos. Aun así, desarrollaron poderosas economías: la soviética fue la segunda del mundo, mientras China es hoy la primera», afirmó.
El tercer caso que destacó es Cuba. Este país, tras casi 60 años de bloqueo, «tiene un elevado nivel de autosuficiencia» productiva y alimentaria. Entonces, valorando esos precedentes, ¿cómo podría sobrevivir Venezuela aun acorralada por sanciones?
«Dedicándonos al desarrollo y a la producción interna. Descartando, de una vez por todas, la ilusión de que las transnacionales o la burguesía vendrán finalmente a salvarnos», enfatizó Britto García.
En ese sentido, resaltó la necesidad de aprender de otras experiencias, incluyendo Corea del Norte y Vietnam. «En esos países se eliminó el latifundio y se socializó la producción agroalimentaria. Así lograron satisfacer su demanda, a pesar de terribles situaciones de bloqueo y agresiones militares», afirmó.
El impasible sector privado
Britto García advirtió que la crisis sanitaria intensifica la vulnerabilidad y desigualdad de los sistemas alimentarios. Eso podría desencadenar que entre 83 y 132 millones de personas caigan en hambruna para finales de año.
Su estimación deriva del informe «El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo». El texto fue preparado por la FAO, la Organización Mundial de la Salud, el Fondo de Desarrollo Agrícola, el Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef) y el Programa Alimentario para el Mundo.
«Una docena de transnacionales y 36 filiales interconectadas dominan la producción y el mercadeo de alimentos (…) Manejan 95% del sistema en Estados Unidos, Europa, los 54 países de la Mancomunidad de Naciones y América Latina, especialmente Argentina y Brasil. De sus cosechas dependen cinco mil millones de personas» o 65% de la población mundial, detalló.
Asimismo, expuso que ese «colosal oligopolio» ha deprimido la producción de alimentos en el resto del mundo. «Ha incoado la eliminación de políticas proteccionistas y subsidios, la suspensión de financiamientos y grandes proyectos agrícolas, el dumping (venta a pérdida) y el dominio sobre semillas y fertilizantes».
¿Puede el sector privado poner fin a la crisis?
Simplemente —prosiguió— «al sector privado no le interesa, ni le conviene, prevenir o atender una crisis alimentaria. Solo le interesan sus propios beneficios, aunque se logren a costa del sufrimiento humano».
«Estados Unidos es ejemplo de lo que sucede cuando el sector privado domina al Estado: para no disminuir los beneficios empresariales, se negó que existiera una pandemia. Después, se minimizó su importancia tratándola de gripe estacional. Luego, se evitó declarar una cuarentena nacional», recordó.
El resultado: casi 28 millones de contagios, cerca de 500 mil fallecidos y el mayor índice de desempleo en su historia. Además, el (ex)presidente Donald Trump perdió la reelección y abandonó la Casa Blanca por la puerta trasera.
Estado, trabajadores y sociedad
En 2004, la misma FAO admitió que las políticas neoliberales, el libre mercado y los ajustes dictados por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio imposibilitan que los países aseguren el derecho humano a la alimentación.
En ese sentido, Britto García acotó: «La alimentación no es un negocio. Es un asunto fundamental de vida o muerte para la humanidad. Los gobiernos —incluyendo Venezuela— deben asumir el control social de la producción agrícola y pecuaria. También, como en el caso de la salud, priorizar los intereses de la población por encima del capital».
De igual manera, reafirmó que la pandemia ha sido neutralizada, o al menos contenida, en países donde el Estado ejerce cierto control sobre la economía. Los ejemplos más palpables son China y Cuba.
Mientras, el virus se desató en países con sistemas neoliberales, como Estados Unidos, Brasil, Perú, Chile, Ecuador y Colombia. Sus gobiernos fomentan la concentración de propiedad de las explotaciones agrícolas. También el uso indiscriminadamente de transgénicos y los monopolios y oligopolios en la distribución de alimentos.
«El Estado, en coordinación con los trabajadores y la sociedad, debe ejercer un control eficaz contra esas distorsiones del mercado», enfatizó Britto García. Además, debe comprender que la producción agroindustrial tiene como base un sector muy mal remunerado y vulnerable. Por tanto, explica, es a ellos que debe ofrecer financiamientos, subsidios y facilidades sanitarias. ¿Por qué? Porque son quienes pueden vencer esa latente crisis alimentaria.
En ese sentido, exhortó a la atención de los pequeños y medianos productores, ya que recibirán un fuerte impacto. «La quiebra masiva de esos pequeños negocios beneficiará siempre a los grandes capitales privados, que podrán repartirse sus activos y clientes», aseveró.
¿Crisis alimentaria en un país monoproductor?
Adicionalmente, Britto García llamó al Gobierno a revisar los índices de producción y las cadenas de distribución y costos para evitar una crisis alimentaria. Citó un trabajo de la economista Pasqualina Curcio, el cual reveló que, en líneas generales, desde las últimas décadas del siglo pasado Venezuela produce el 88 % de los alimentos que consume.
«Históricamente, según el Instituto Nacional de Nutrición, el 88 % de los alimentos que consumimos se producen en Venezuela. La producción nacional de huevos es 99%, de raíces y tubérculos 99%, de hortalizas 97%, frutas 98%, leche y quesos 98%, carnes 92%, pescados y mariscos 70%, cereales 63%. Lo que importamos es el trigo, la soja y parte del maíz, también buena parte de las leguminosas: 91%. Le invitamos a que chequee su lista de mercado. ¿Dónde cree que se produjeron los plátanos, cilantro, yuca, auyama, cambures, naranjas, tomates, pimentón, huevos, carnes, leche, pollo, queso, jamón, cebolla, arroz, pasta, harina de maíz y el pan que come?».
Pasqualina Curcio
Por eso, concluyó Britto García, «cuando recrudece la guerra económica, había supuesta ‘escasez’ de alimentos procesados o fácilmente acaparables o conservables mediante refrigeración, tales como harinas, carnes y huevos. Pero, en las calles se vendía ilimitadamente tomates, papas, cebollas y frutas».
Quizás la respuesta a ese dilema la tiene Julio Berdegué, representante regional de la FAO. «Aunque América Latina y el Caribe tiene una gran producción de alimentos, verduras, lácteos, carnes y pescados; es la región donde resulta más caro comer saludable: 3,98 dolares por día (…) Más simple aún: tomarse una bebida azucarada es más barato que tomar leche».