Sergio Cristóbal Parra Correa tenía menos de 20 años cuando ingresó a la Escuela de Carabineros. Cruzar esa puerta fue cumplir un sueño de largo aliento. El único hijo varón de una esforzada familia evangélica proveniente de la Región del Maule, llegó a servir a la comunidad de Vicuña y arriesgar muchas veces su vida. Estaba agregado a la Sección de Investigaciones Policiales, una unidad encargada de combatir el delito vistiendo de civil.
Sus padres nunca habrían imaginado que el peligro en realidad vendría desde el interior de la Comisaría en la que Sergio trabajaba.
El 27 de diciembre de 2014 fue encontrado muerto en ese lugar con un disparo en la cabeza. Ninguno de los funcionarios allí presentes declaró haber escuchado la bala. Carabineros difundió una versión que calmó a la prensa pero no a la familia ni a sus amigos: que “El Keko”, estimado por muchos en el sector El Peumo de Romeral, se había suicidado.
Él era zurdo pero el balazo apareció en la zona derecha de su cráneo. Las huellas del proyectil quedaron marcadas a una gran altura de la habitación donde alojaba con los carabineros Manuel Cerda y Francisco Herrera. Este último lo encontró tendido inerte sobre la cama. Dio el primer aviso cuando regresó de unas compras que había hecho con su otro compañero.
Parra había jugado a la pelota el día anterior y necesitaba lavar unas prendas en el cuartel. Esa misma mañana había tomado el teléfono y llamado a su padre, buscando afinar los detalles de una visita que le haría con su madre y hermanas a propósito de las fiestas de fin de año. Estaba todo listo y sonreía, ya que muy pronto los vería. Pero ese día nunca llegó.
Sergio Parra padre se lamenta el no haber estado ahí para protegerlo de quienes pretendían hacerle daño. Después de muchos meses de silencio toma fuerzas para expresar lo que su corazón le indicó desde el momento en que llegaron a su casa y le informaron la presunta decisión fatal que había tomado su hijo, casi dos horas después de la muerte.
Ese día contuvo las lágrimas porque simplemente no podía creerlo. Hoy, la sensación de injusticia y desamparo lo tiene sumido en el dolor.
EL ARMA QUE LO SILENCIÓ
“En julio de 2013 se fue a Vicuña y en agosto de 2014 entró a la SIP. De niño quiso ser carabinero, le gustaba eso. A mí me ofrecieron ayuda para que quedara si tenía algún problema, pero me dijo que no, que quería ser carabinero por sus propios medios. Sobre el caso, nadie nos da una solución. Nunca nos han llamado. Nunca nos han dicho ‘el caso va en esta situación’”, relata el progenitor de Sergio Parra, acongojado.
Ocurrió en un abrir y cerrar de ojos. Von la misma rapidez, muchos funcionarios abandonaron la labor que ejercían con Parra en la Quinta Comisaría de Vicuña, ubicada en la principal ciudad del valle del Elqui.
Casi todos los uniformados que tomaron contacto con él antes de morir, superiores y colegas de su mismo grado, han sido trasladados: quienes lo encontraron en su dormitorio y el mayor Giordi Rossi, quien recibió a la familia del joven policía cuando fueron llevados a la Región de Coquimbo por carabineros de Teno.
–¿Usted habló con Rossi?, consultamos al papá de Sergio.
-Sí, le dije que me explicara lo que había pasado. Lo único que hacían era correrse, nadie me daba una explicación. Rossi me llevó a su oficina y se puso a llorar, pero yo le dije ahí mismo: ‘no te creo nada de tus lágrimas, porque no son sinceras’. Uno ve cuando una persona llora de verdad.
En el sumario que la institución abrió para esclarecer las causas del fallecimiento de Sergio, el oficial investigador se inclina por una conclusión que irrita a la familia del vigilante: que tomó su arma de servicio para quitarse la vida porque había perdido parte de una pieza dental en un procedimiento.
Pero la mayor inconsistencia de eso es que él estaba libre de trabajo. El Ciudadano accedió al expediente administrativo y encontró una curiosa declaración del suboficial Marcelo Viveros Betanzo, integrante de la SIP de Vicuña desde 2006, sobre este punto.
A cargo del armarillo del recinto, Viveros señala que en ningún momento ordenó a Sergio retirar su pistola, porque él “no se encontraba de servicio disponible en la Sección” ese día. Luego, en relación a la hipótesis del suicidio, afirma desconocer “en qué momento retiró el armamento fiscal con el cual habría cometido dicha acción”.
La primera pregunta que surge a la familia Parra Correa es cómo llegó al sitio del suceso el arma que se encontró.
En otro testimonio contenido en la investigación revisada por El Ciudadano, el carabinero Manuel Cerda, compañero de pieza del curicano, se refiere a supuesto abusos laborales al interior de la comisaría.
“Puedo señalar que (el ambiente laboral) entre el PNI es bueno, no así con el comisario mayor Rossi, quien a veces es demasiado estricto, y si alguien presentaba una licencia médica, se caía al ácido, según expresó en una reunión con el personal de la unidad, por lo que es estresante trabajar bajo su mando”.
De acuerdo con el padre de Sergio, era habitual que su hijo tuviera que concurrir a lugares que no le correspondían. “A él lo sobrecargaban de trabajo”, indica. “Viveros Betanzo tenía que tomar huellas cuando había procedimientos en la noche y él hacía levantar a mi hijo. Yo sé eso porque mi hijo me lo decía a mí”.
CONVERSANDO EN EL PASILLO
Quizás lo más extraño es que otros funcionarios del recinto no hayan escuchado el disparo que dio muerte al joven.
El carabinero Cerda declara: “Alrededor de las 12:15 horas, en los momentos en que bajaba las cosas compradas en la feria desde el automóvil, fui alertado por los gritos del carabinero Herrera, quien me pedía ayuda desde el interior de nuestra pieza, y al entrar me pude percatar que sobre su cama estaba tendido el carabinero Parra Correa, con manchas de sangre en su nariz y parte del cuerpo. Al proceder a reanimarlo nos pudimos percatar que mantenía una lesión en su cabeza, pidiendo ayuda de inmediato, llegando de forma casi inmediata mi sargento primero Nidia Rojas Palma y el carabinero Paulo Orellana Díaz, quienes estaban en el pasillo del patio conversando.”
–¿Las dos personas que estaban en el pasillo no escuchan ningún balazo?, preguntamos nuevamente al padre del policía maulino.
-La sargento Nidia en ese tiempo y otro, no escucharon ningún balazo, y ellos a nosotros nunca nos dijeron nada. Incluso ese día cuando fuimos a buscar a mi hijo. Hablamos con el fiscal militar. Él dijo, ‘lo más raro es que nadie escuchó disparos y ahora hay versiones de que escucharon’. Yo le dije, ‘tengo un polígono a dos kilómetros de mi casa y escucho cada tiro que disparan, y ellos estaban a ocho metros de la pieza de mi hijo y nadie escuchó nada. Se lo hice ver al fiscal, y me dijo ‘este es un rompecabezas que tengo que armar’.
–¿La característica del disparo es como si fuera diestro?
-Sí, incluso él había dicho que le habían mandado a hacer la cartuchera (del arma) al lado izquierdo. Cuando lo llevaban a disparar, lo hacían disparar con la derecha, y nunca le salía bien.
–¿Carabineros devolvió todas las pertenencias de Sergio?
-No, desapareció un lápiz con cámara que él había comprado. Lo usaba para grabar todos sus procedimientos. Y los muchachos, los compañeros, saben qué pasó y no quieren hablar conmigo. Para mí que están amenazados de muerte.»
Qué había en esa cámara o en la memoria de su notebook personal, y si eso tiene que ver con el fatídico desenlace del joven, es otra de las preguntas que sumen a la familia de Sergio Parra Correa en una completa incertidumbre.
En este momento evalúan pedir una audiencia con el director general de Carabineros, Bruno Villalobos Krumm, para solicitar su intervención en el caso.