El próximo domingo, 38,8 millones de colombianos están convocados a votar en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Colombia que disputarán el izquierdista Gustavo Petro y el conservador Rodolfo Hernández, quien se convirtió en el candidato sorpresa de una tensa contienda que ha estado marcada por los escándalos.
Quien salga victorioso asumirá el 7 de agosto, gobernará durante el periodo 2022-2026 y se convertirá en el sucesor de Iván Duque, el presidente que dejará el cargo envuelto en una crisis de popularidad e incluso institucional, ya que a principios de este mes un tribunal ordenó cinco días de arresto domiciliario en su contra por incumplir una sentencia para la protección de un parque natural.
Así llegará a su fin el proceso electoral que el 29 de mayo concretó una primera vuelta cargada de sorpresas, ya que todos los sondeos anticipaban que quienes llegarían al balotaje serían Petro y Federico Gutiérrez, el candidato de la coalición de derecha Equipo por Colombia, explica la periodista Cecilia González para RT.
Ese día, el abanderado de la alianza izquierdista Pacto Histórico quedó en primer lugar con el 40 % de los votos, pero necesitaba por lo menos el 50 % más uno para declararse ganador de manera definitiva. Contra todos los pronósticos, el segundo sitio lo alcanzó Hernández al obtener el 28 %. Gutiérrez, quien era el candidato oficialista, fue desplazado hasta la tercera posición con el 24 %.
Los resultados demostraron los vientos de cambio que recorren el país y que ya se habían evidenciado en los comicios legislativos del pasado 13 de marzo, en los que Pacto Histórico se posicionó como una de las principales fuerzas del Congreso al obtener 20 de 102 curules en el Senado y 31 de 188 en la Cámara de Representantes.
En uno de los países más conservadores de la región, la izquierda nunca había tenido tanta fuerza electoral. Desde entonces, Petro jamás dejó de encabezar las encuestas, pero después de la primera vuelta los sondeos se modificaron. En la mayor parte de los casos, anticipan un virtual empate técnico, pero dados los errores que las consultoras tuvieron en la primera vuelta, el panorama está cargado de incertidumbre.
Lo único seguro es que la clase política tradicional colombiana quedó desplazada por el hartazgo ciudadano que ya se manifestó en los estallidos sociales de 2019 y 2021. Y la principal duda es si el controvertido exalcalde de Bucaramanga frenará el ascenso al poder que Petro ya daba por asegurado.
Izquierda en construcción en Colombia
Petro, un economista de 62 años, fue guerrillero del Movimiento 19 de Abril, mejor conocido como M-19, lo que le valió detención y torturas en los años 80. Después de su liberación participó en el proceso de paz convocado por el expresidente Virgilio Barco (1986-1990) y continuó de lleno con su carrera política.
Durante la década siguiente ganó en dos ocasiones un escaño en la Cámara de Representantes. Su figura comenzó a crecer de manera paulatina hasta que en 2006 fue electo como senador. Desde su curul, se convirtió en uno de los principales políticos opositores al expresidente Álvaro Uribe (2002-2010), especialmente al denunciar sus vínculos con grupos paramilitares.
En 2010 se postuló por primera vez a la presidencia y, aunque quedó en cuarto lugar, la campaña le ayudó a afianzar su popularidad. Gracias a ello, dos años más tarde ganó la alcaldía de Bogotá. Su gestión se caracterizó por inéditas políticas progresistas y por una serie de controversias que incluso llevaron a su destitución del cargo durante 35 días, aunque la sanción después fue anulada.
Petro se presentó a su segunda candidatura presidencial en 2018, pero perdió en la segunda vuelta ante Iván Duque. El próximo domingo, al igual que ocurrió con Andrés Manuel López Obrador en México, espera que la tercera sea la vencida y que por fin pueda llegar al Palacio de Nariño.
En ese camino ha sido crucial la aceptación de Francia Márquez como su compañera en la candidatura a la vicepresidencia, ya que la líder ambientalista se convirtió en la gran sorpresa de las elecciones internas del pasado 13 de marzo al obtener la tercera votación más abultada después de Petro y del derechista Federico Gutiérrez.
La abogada de 39 años es la primera afrocolombiana que compite por un cargo político de esta magnitud, y con una visión feminista acorde con la revolución que las mujeres protagonizan a nivel mundial. Su presencia ha puesto a debate el racismo endémico en Colombia.
En la recta final de la campaña, Petro enfrentó un escándalo luego de que la revista Semana difundiera videos y audios grabados de manera ilegal en los que supuestos funcionarios de su comité de campaña organizan una «campaña sucia» en contra de sus rivales con base en difamaciones en redes sociales, lo que incluía relacionarlos con el narcotráfico o mostrarlos como machistas.
Antes, ya habían causado escozor las amenazas de muerte en contra del candidato y de la candidata a la vicepresidencia, quienes tuvieron que reforzar su seguridad.
La sorpresa
A sus 77 años, Rodolfo Hernández se ha ganado motes como ‘el viejito de Tik Tok’, por su exitoso uso de la red social, o «el Trump colombiano», por sus frecuentes exabruptos y propuestas polémicas.
Este ingeniero civil, que como único antecedente de gestión tiene su breve paso como concejal en los años 90 y la alcaldía de Bucaramanga de 2016 a 2019, se postuló al amparo de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, una fuerza independiente que compitió bajo el lema ‘No mentir, no robar, no traicionar’ y que lleva como candidata a la vicepresidencia a Marelen Castillo, una bióloga y química de 53 años sin ninguna experiencia política.
Nadie esperaba que pasaran al balotaje, pero ahora están ante la posibilidad real de ganar las elecciones. En cuanto terminó la primera vuelta, los principales representantes de la derecha, incluido el excandidato presidencial Federico Gutiérrez, adhirieron a su candidatura. El propio Hernández ha advertido que cuenta con el apoyo del expresidente Álvaro Uribe.
En contra le juegan sus posiciones conservadoras. «El ideal es que las mujeres se dedicaran a la crianza», dijo, por ejemplo, cuando recién había pasado a la segunda vuelta. Reafirmó así su idea de que las mujeres deben apoyar a los hombres «desde la casa» porque cuando se meten al Gobierno «a la gente no le gusta».
Antes ya había negado que el femicidio fuera un delito, y puso en duda que la categoría del futbol femenino como un deporte competitivo, ya que solo lo considera «recreativo».
Las acusaciones de misoginia son permanentes, como en 2019, cuando dijo que a uno de sus rivales políticos lo habían «manoseado más que a una prostituta», o al afirmar que las migrantes venezolanas son «una fábrica de hacer chinitos [niños] pobres«.
Para contrarrestar el impacto negativo de sus dichos, presentó 10 propuestas en favor de las mujeres que incluyen la garantía de equidad de género en los cargos públicos, créditos especiales a jefas de hogar, programas de educación sexual y reproductiva y el combate a la violencia de género. La reacción a su repentino apoyo a demandas feministas estuvo cargada de escepticismo.
La xenofobia y la discriminación suelen estar presentes en un discurso en el que plantea, también, la eliminación de derechos sociales, como su plan para aumentar a 10 horas diarias la jornada laboral; o para entregar «drogas gratis» a los adictos.
En una de sus frases más escandalosas, llegó a decir que admiraba a «un gran pensador alemán que se llama Adolfo Hitler». Fue tal la repercusión, que trató de justificarse al afirmar que había sufrido un lapsus y que en realidad se refería a Albert Einstein.
Ya en las últimas semanas de la campaña en Colombia, el candidato tuvo un entredicho con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), al que acusó de haber secuestrado hace 18 años a su hijastra Juliana Hernández Ontiveros, quien continúa desaparecida.
La guerrilla desmintió en un comunicado su implicación en el rapto, aunque reconoció que quizá alguna banda, en complicidad con los organismos de inteligencia, como ha ocurrido en otras ocasiones, se hubiera comunicado con el exalcalde y usara falsamente el nombre del ELN para extorsionarlo.
El clima político se exacerbó todavía más la semana pasada, ya que Hernández denunció que había un plan para asesinarlo a puñaladas y anunció que cancelaría toda su agenda de campaña.
Petro le respondió que lo entendía, ya que él mismo ha sido objeto permanente de amenazas, pero aun así lo convocó a participar en algún debate previo a la segunda vuelta, a lo que el candidato conservador se negó. Ahora, las urnas tendrán la última palabra.
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