«La pandemia causada por el COVID-19 es uno de los más importantes retos a los que nos hemos enfrentado durante nuestra vida. Va más allá de cualquier crisis humanitaria, con severas consecuencias en materia de salud y socioeconómicas». Esas palabras las emitió hace 10 meses -el 8 de abril de 2020- el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres. Las pronunció tres meses después de registrarse la primera víctima fatal ey ya con muchos países en cuarentena social.
Nadie, ni mental ni psicológicamente, está preparado para afrontar de forma inesperada una emergencia sanitaria como la que vivimos actualmente. Afortunadamente, en Venezuela se tomaron las medidas de prevención a tiempo y se decretó el 13 de marzo la cuarentena social sin pensarlo dos veces. Eso evitó que, hoy, el país tenga números alarmantes, como sucede en Colombia, Ecuador, Perú, Chile y especialmente Brasil.
Entre las reacciones del venezolano pueden destacarse dos: aquellos que radicalmente se tomaron a pecho todas las recomendaciones de seguridad y prevención; y otro grupo que prefiere hacer caso omiso a las medidas. Estos últimos ponen en riesgo, no solo su salud sino también la de sus familias y del país entero.
Sin embargo, cada quien vive hoy la cuarentena a su estilo. Todos padecen sus propios problemas y le encuentran a la situación lo positivo y lo negativo. Luego de casi 11 meses de aislamiento, en estas líneas contaremos la experiencia de un grupo de venezolanos de distintas edades y profesiones, relatadas personalmente por cada uno de ellos.
Verónica Jiménez, 16 años, estudiante, Barquisimeto, estado Lara. «Ha sido frustrante»
Mi rutina cambió por completo, en todos los sentidos. Pasé de ir todos los días al liceo, a mis actividades en la iglesia, compartir con mis amigos, salir con mi familia los fines de sema; a estar encerrada en casa de lunes a domingo. Ha sido frustrante, porque aunque hemos compartido muchas actividades en casa, hay días en los que no encuentro qué hacer, trato de darle vuelta a mi rutina pero es difícil.
Este año me graduo de bachiller y aún no sé si tendremos acto de grado oficial. Al final, quizás le entreguen el título por oficina a mis padres. Apenas y nos reunimos varias compañeras de clase hace unos días para compartir un rato juntas, y a todas no les dieron permiso, ni siquiera porque fue en casa de una compañera y con las medidas de seguridad. Yo entiendo que todo es por nuestro bien, pero por entenderlo no deja de ser frustrante.
Tomás Pérez, 18 años, estudiante, Maracay, estado Aragua. «No es el nuevo estilo de vida que esperaba»
¿La cuarentena? Es frustrante, porque justo la semana que la decretaron iba a comenzar a estudiar medicina en la Universidad Francisco de Miranda en Coro (Falcón, al noroeste del país). Comenzaría un nuevo estilo de vida, a vivir solo en otra ciudad, sin mis padres… y de repente todo se cayó. Tenía meses con una rutina monótona, queriendo empezar mi carrera y estaba feliz porque llegaba el momento, pero se truncaron mis planes.
No culpo a la cuarentena, porque entiendo que es necesaria, pero no es el nuevo estilo de vida que esperaba. Mientras tanto, he tratado de llevar las cosas con más orden, comer más sano y hacer ejercicio en casa, porque ahora ni siquiera nos reunimos en familia cada fin de semana como solíamos hacer; y entre amistades convivo con un grupo reducido y solo por WhatsApp y redes sociales.
Scarlet Rodríguez, 33 años, periodista, Caracas. «He puesto a prueba mi capacidad como madre, amiga y mujer»
Soy mamá y vivo con mis dos niñas de 7 y 10 años y mi bebé de seis meses. Hay que rescatar, entre lo bueno, el tiempo de dedicación exclusiva con mi bebé y que he puesto a prueba mi capacidad como madre, amiga y mujer. He sido capaz de atender distintos frentes: comida, lactancia, crianza, tareas, clases, recreación, trabajo… cosas que pensaba que no podía hacer al mismo tiempo. Con mis hijas he estrechado lazos y tengo más comunicación y compenetración.
Pero,el tema económico ha sido muy negativo, porque trabajo como asesora freelance y por la cuarentena muchas empresas creen que no vale la pena contratar en esta época. Eso ha limitado mis ingresos, no tengo para todas las consultas médicas, para comprar comida y medicinas como antes. Aparte, mis padres son mayores, viven en otro estado y no pueden ver seguido a sus nietas, que eran su mayor distracción, sobretodo para mi madre que padece alzheimer. En fin, lo peor es la incertidumbre de vivir en constante estrés sin saber que sucederá más adelante.
Rafael Pérez, 47 años, taxista, Barquisimeto, estado Lara. «Nos hemos hecho un coraza en esta cuarentena»
Yo me siento trastocado por la situación económica. He tenido que abrir el compás y buscar otras formas de sobrevivencia, adaptarme a la situación, más por actitud que por tener todo resuelto. He tenido que recurrir a la venta por Internet y redes sociales. Así he logrado subsistir con mi esposa y mis dos hijos, aunque no como quisiera. Y también gracias a la ayuda de mis dos hermanos menores, uno de ellos desde fuera del país. Pero no hay mucho para maniobrar, tenemos seis años llevando palo con la economía, la inflación y los apagones diarios.
Nos hemos hecho una coraza y hemos tratado de sacar lo mejor dentro de lo peor. Y aunque el Gobierno lo ha hecho medianamente bien, fue el desabastecimiento de gasolina el que le cayó de perla, porque lograron encerrar a una población con poco sentido común como la venezolana. Gracias a Dios fue así, porque el servicio de salud público no aguantaría un brote masivo.
María Guerrero, 37 años, abogada, funcionaria pública, Caracas. «Ahora trabajo por videoconferencia»
A mí me ha tocado adaptarme, trabajar desde casa. Me traje laptop, Internet e impresora y eso me ha permitido cumplir con mis obligaciones. He tenido que ir muy poco a mi sitio de trabajo porque decidí estar en cuarentena voluntaria. Ahora trabajo por videoconferencia, todos los documentos legales los envío por correo al despacho. Eso responde principalmente a que mi papá padece una enfermedad casi terminal y hemos tomado medidas radicales y extremas, porque contagiarse para él sería letal.
Antes iba varias veces por semana a atenderlo, ahora me turno con mi hermano cada 15 días, po. Resulta que él se quedó varado en Caracas, pues vive en Coro (Falcón) y desde febrero no ha podido regresar a su casa. Gracias a Dios, con medicinas no tenemos problemas porque teníamos un stock que, espero, alcance hasta que se normalice todo, aunque sea esa llamada normalidad relativa.
Moisés Henríquez, 34 años, efectivo de la Guardia Nacional, Caracas. «En mi casa las medidas son estrictas»
Vivo con mi esposa y mi hijo de tres meses. En casa todo cambió mucho, porque a mi hijo no puedo bajarlo al parque, tenemos que jugar con él en la sala o en el pasillo del piso donde vivimos. A mi esposa le gustaba pasear los fines de semana, tampoco podemos hacerlo. Hemos tenido que adaptarnos por la seguridad de toda la familia. Antes visitaba a mis padres, ahora ni siquiera comida puedo enviarles como lo hacía siempre, debido a las restricciones.
Además, por el trabajo tampoco no me da tiempo. Estoy todos los días en la calle y apenas llegó al apartamento me desinfecto: me quito la ropa, la meto a la lavadora, me baño enseguida. No dejo que mi esposa ni mi hijo tengan contacto conmigo hasta que termine de asearme. En mi casa las medidas son estrictas, así como en mi trabajo.
Eloína Salcedo, 60 años, jubilada y emprendedora. Caracas. «No puedo salir por la cuarentena»
Yo vivo en la parroquia 23 de Enero y acá todo es muy estricto y radical. Hay que respetar las medidas de prevención. Desde que empezó la cuarentena no he podido salir de Caracas a visitar a mi mamá en Aragua por falta de transporte. Tampoco he podido encontrarme con mis hermanos ni he ido al apartamento que tengo en la playa. Incluso, muy poco he podido visitar a mis otros hermanos aquí mismo en Caracas.
Por eso le he dedicado más tiempo a mi casa, a darle más calor, limpiarla, acostarme cuando quiero. La distracción es mi trabajo, tengo un local pequeño y vendo desayunos y meriendas, pero allí nadie entra sin tapabocas, ni sin echarse gel antibacterial en las manos. Ahora todo es para llevar porque ni siquiera se pueden sentar en las mesas. Ha sido muy duro, solo pido a Dios que todo pase antes de los que pensamos.
Delfina Linárez, 69 años, jubilada, Petare, estado Miranda. «Me cuido mucho porque me recuperé de un cáncer de mama»
Yo no acostumbraba salir mucho, pero ahorita es extremo. Solo he salido como cinco veces a comprar comidad y a botar la basura. Antes iba al mercado, a conversar con mis amigas del edificio, yo misma recibía la caja de comida y ahora tengo diez meses sin hacerlo. Ni siquiera visito a mis vecinos en sus apartamentos. Yo me cuido mucho porque me recuperé de un cáncer de mama. Además, mi hija y mi nieto no quieren que salga porque puedo enfermarme.
Antes también me distraía en la máquina de coser, pero ahora tampoco puedo, porque no tengo hilo y eso se compraba en Petare, pero para allá no voy, ni tampoco mi hija o mi nieto. Incluso, pasé mi cumpleaños en cuarentena, no pude salir a comer afuera como todos los años ni tampoco visitar a mis hermanos. Me fastidio mucho, pero entiendo que es lo mejor para todos.
Jesús Núñez, 69 años, comerciante, Maracay, estado Aragua. «No he visto a mis hijos en casi un año»
Yo simplemente no salgo de la urbanización en donde vivo. Antes iba a una Casa de Abuelos, al club hípico, a ver juegos de béisbol en un campo cercano… ya no puedo hacer nada de eso. Lo único que hago es ir a trabajar en la bodega bien temprano y hasta mediodía. Allí uso tapabocas y como no tengo guantes me pongo bolsas plásticas y me las cambio a cada rato. Pero, no puedo dejar de trabajar, porque la pensión no alcanza para nada y sin dinero no como.
Además, yo veo que muchísima gente no sigue las recomendaciones, así que procuro mantener la distancia con todos. Incluso, antes jugaba dominó con mis amigos todos los días hasta las nueve de la noche, pero decidí dejar de reunirme en grupo. Ahora me guardo a las siete de la noche a más tardar. Pero, lo que más lamento es no poder visitar a mis hijos en Caracas, es imposible llegar hasta allá o que ellos vengan a verme.
Y precisamente, es esa actitud y parte de las palabras de Jesús Núñez las que deben tenerse presentes. «Veo que muchísima gente no sigue las recomendaciones en plena cuarentena, así que procuro mantener la distancia con todos«. La enfermedad del COVID-19 ha demostrado no ser un juego, y con más de 100 millones de contagiados en el mundo y rumbo a los 500 mil fallecidos hay que valorar las palabras del director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus: «Lo peor está por venir (…) Ha pasado un año del brote del nuevo coronavirus y la pandemia está lejos de haberse acabado»